Fútbol
En-Nesyri y Koundé deciden el derbi en Sevilla
Inferior al Betis en muchas fases del partido, el Sevilla se lleva el derbi por oficio y con un gol de su ariete marroquí
El derbi sevillano pertenece, una temporada más, al Sevilla pero no puede afirmarse, al contrario, que el Betis desmerezca la plaza europea que todavía ostenta. Un gol de En-Nesyri, evitable por la floja defensa verdiblanca, mediada la primera mitad decantó un encuentro en el que los visitantes fueron mejores, en líneas generales, pero se chocaron con el oficio de la bestia competitiva que dirige Julen Lopetegui.
La justicia es un concepto muy relativo, tanto en el fútbol como en la vida. Nadie, en términos de estrictos méritos, comprendería que el Sevilla se marchase con ventaja al descanso, pero este juego también –tal vez sobre todo– es cuestión de puntería y fue En-Nesyri el que acertó con la portería del rival en una primera mitad en la que todo lo demás lo hizo mejor el Betis: presionar, defenderse con el balón y crear peligro en dos acciones, un tiro de Borja Iglesias detenido por Bono y una volea que Fekir mandó al limbo.
La única réplica de un Sevilla tontorrón y apelmazado, sin embargo, fue quirúrgica. Navas metió un balón en largo a la espalda de Víctor Ruiz, que es ancha como las llanuras manchegas, galopó En-Nesyri al espacio y enhebró su remate con la derecha, que es la mala, en el centímetro que había entre el poste y Joel Robles, que desertó de su portería de forma precipitada.
El gol no descompuso al Betis, que se ha acostumbrado a remar contra corriente, y mandó Pellegrini a sus laterales al ataque. Una vez Miranda y otra Emerson pusieron balones peligrosísimos que Borja Iglesias no acertó a rematar. Mediada la segunda parte, calcó los cambios que propiciaron la remontada contra el Alavés: Joaquín y Juanmi por Ruibal y Guardado para bajar a Sergio Canales a la base de la creación. Lopetegui quería lanzar contras y halló una con En-Nesyri, pero ni el marroquí ni Ocampos andaban sobrados de piernas.
Hubo ocasiones en el tramo final para el que Betis empatase, no demasiado claras y, desde luego, no como fruto de acciones elaboradas pero sí hubiesen empatado los verdiblancos de haber contado con ese punto de fortuna que le facilitaron las cosas en recientes victorias. Borja Iglesias, por ejemplo, no llegó por un centímetro a cabecear un centro de Álex Moreno y casi, al final, en una jugada rocambolesca, aprovechó un regalo de Gudelj para cruzar ante la salida de Bono. Rekik despejó el remate manso del gallego pero el balón le rebotó y volvió a tomar el camino de la portería. Habría entrado de no haberse interpuesto Diego Carlos.
La última jugada del partido, con el reloj por encima de los tres minutos de alargue que había decretado Mateu, Fekir largó un zurriagazo desde el balcón del área que salió a un centímetro de la cruceta, cuando Bono se había lanzado apenas para embellecer la foto. No era el día del crack francés, imperial entre líneas, ni del Betis, que se marchó frustrado del derbi centenario en Primera. La rivalidad hispalense no tendrá nunca fin, cierto, pero es pertinente señalar que el Sevilla, aspirante principal a agarrar la plaza Champions que perdió el martes en Dortmund, ha alcanzado una dimensión a la que difícilmente se asoma su vecino. Sólo el buen hacer de Pellegrini hace que las distancias se acorten.
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