Guerra de Ucrania

La odisea de Sara Hurtado para salir de Moscú: “Despegó el avión y todos respiramos”

La patinadora española entrenaba en Rusia desde hace seis y después de que estallara la guerra, regresó. Ya no podían sacar dinero, tuvo que sacar el billete vía España...

Sara Hurtado y Kiril Jaliavin regresaron de Moscú a España cuando estalló la guerra
Sara Hurtado y Kiril Jaliavin regresaron de Moscú a España cuando estalló la guerraIgnacio OrtegaAgencia EFE

«No sabíamos si íbamos a poder seguir con nuestras tarjetas europeas, porque ya no podíamos sacar efectivo», recuerda Sara Hurtado. «Ya se estaban tomando medidas que tendían al aislamiento de Rusia. Cuando el espacio aéreo se cierra con Europa dijimos: “Poca broma, esto va en serio”. Teníamos la experiencia del covid, que nos pilló ahí y tuvimos que pasar todo el confinamiento», añade. Fue el momento de tomar la gran decisión: había que dejar Moscú, donde llevaba desde hace seis años entrenando, y volver a España. Pero su odisea no había hecho más que empezar. La guerra llegó sin que nadie se lo esperara. «¿Runrún de guerra? Para nada. Nos despertamos con esa noticia, vas a entrenar y está todo el mundo: “¿Qué ha pasado?” El shock que sentí fue...», asegura Hurtado, que además de deportista forma parte del equipo de expertos de Eurosport que está emitiendo el Campeonato del Mundo de Patinaje (23-27 de marzo).

Lo primero era conseguir los billetes. Desde Rusia no le salían vuelos disponibles y estaba en contacto con la Federación para comprarlos desde España. «Había que hacer un chanchullo de estar cuatro personas hablando al mismo tiempo y coordinándonos. Y los vuelos desaparecían súper rápido porque en un principio íbamos a volar todos juntos y al final Kiril tuvo que venir después porque en mi vuelo no había sitio», prosigue. Kiril Jaliavin es su pareja en danza, la especialidad en la que compiten en patinaje artístico. Nació en Rusia y tiene la nacionalidad española. En Moscú se han quedado sus padres, su cuñada embarazada, amigos... «Creo que todo el mundo espera reencontrarse en algún momento», desea Sara. Pero sí han viajado con él a Madrid su mujer y su hijo. «El trabajo que está haciendo el Consulado es una pasada. Estuvimos dos mañanas viendo familias y familias que estaban en una situación como la nuestra pidiendo nacionalidad o registro civil para poder formalizar matrimonios y poder traerse a la gente. La atención que recibimos en el Consulado fue lo que nos dio toda la calma. Nos decían que la situación era tensa, pero que antes o después nos iban a sacar. Esa fue la clave para poder dormir», desvela la patinadora.

La maleta no costó mucho hacerla. «Pasaporte, patines y que sea lo que tenga que ser. El apego hacia lo material no tiene nada de sentido en estas situaciones, porque lo que quieres es sobrevivir y estar segura con los tuyos y en paz. Se hace muy rápido: “Esto fuera, esto fuera, esto fuera”. Las cuatro cositas que más te pones, maleta y ya está. Es un gran ejercicio de desapego», admite Sara Hurtado. Y después, pese a tener ya vuelo, a rezar para que todo salga bien. «Fue muy emocional, más que nada por la sensación de no saber qué podría pasar al día siguiente, si tu vuelo podría salir, si no... Al llegar al aeropuerto y ver que tu vuelo se retrasaba, era como: “Espera, que a lo mejor no salimos”. Despegar fue un alivio, se sintió en el avión entero, respiramos todos los que íbamos», explica Sara. Porque iban muchos y la escala, en Estambul, era «como estar en Rusia», de toda la gente que había salido. Pese al «susto y la angustia», se considera una privilegiada. «Algunos amigos han tenido que coger el coche porque el avión era realmente caro, y se han venido vía Finlandia, atravesando toda Europa para acabar en Barcelona», afirma.

Fue una locura, con «las mañanas en el Consulado y las tardes recogiendo la casa», y en apenas tres días, a salir sin poder decir adiós más que por un mensaje. «Eso es lo más duro y lo que no te puedes meter en la maleta. Te llevas el recuerdo de lo vivido, pero no pudimos despedirnos de la gente, de los entrenadores, de nuestros compañeros», lamenta. Donde ella entrena había parejas de países como Chipre o Estonia que también dejaron el país. Las rusas y algunos amigos que tiene se han quedado. «Es muy complicado allí ahora, los van a aislar. Su realidad en estos momentos ha cambiado hasta a nivel redes sociales, no las pueden usar de la misma forma que antes. Lo que más pena me da es que se estigmatice al ruso como alguien peligroso, que se coja esa fobia a esa gente que no está a favor, que no lo ha elegido y también ha afectado a sus vidas, a su familia, y que por eso estén pagando. Para la gente rusa Ucrania son sus primos, sus hermanos... Invadir un país que consideran familia... Es que no lo entienden. Ellos son muy de defender lo suyo, pero ese orgullo de ser Rusia de repente como que desapareció. Impacta ver que un ruso siente vergüenza de su país. Acaban siendo prisioneros de su propio gobierno. Lo único que les queda es la resignación», reflexiona la patinadora.

Ya en España, están volviendo a la actividad, aunque... «Sí, pero como muy desordenado todo, nos hemos puesto los patines, pero teníamos que salir corriendo para empadronar a la mujer y al hijo de Kiril, estamos como en dos mundos ahora mismo y volviendo a intentar recuperar una normalidad lo antes posible», concluye.