Vela

Alex Pella, navegante oceánico: "En travesías de 100 días, un plato de pasta con cebolla y tomate es un festín"

Alex Pella lidera el Desafío Victoria, con el que busca dar la vuelta al mundo hacia el Oeste en menos de 122 días con un proyecto cien por cien sostenible

Alex Pella, en la pequeña cocina del catamarán del Desafío Victoria
Alex Pella, en la pequeña cocina del catamarán del Desafío VictoriaDesafío Victoria

Alex Pella es el alma del Desafío Victoria, un proyecto con el que busca el récord de vuelta al mundo hacia el Oeste, en una ruta sin escalas contra el viento y las corrientes que hizo Fernando de Magallanes y completó Juan Sebastián Elcano. El plan es partir en noviembre de 2025 de Sanlúcar de Barrameda, pasar por el cabo de Hornos, el estrecho de Torres, el cabo de Buena Esperanza y las Azores para regresar a la costa gaditana en menos de 122 días, que es la plusmarca actual. «Tengo la estimación de hacerlo en 100, aunque si lo hacemos en 121 estaré contento», cuenta este navegante oceánico con más de 50 cruces del Atlántico a sus espaldas. Hace ocho meses que empezó a preparar esta aventura, que incluye tres hitos más. «El récord de la vuelta a Menorca en mayo de 2024; el récord de la vuelta a España Bilbao-Barcelona en verano, y en noviembre, la ruta del descubrimiento, la original del viaje de Colón entre Huelva, La Gomera, San Salvador y Bahamas».

Muchas millas de navegación antes de embarcarse en el viaje definitivo con una tripulación reducida y un catamarán de 25 años de antigüedad que han recuperado para esta travesía que será cien por cien sostenible. «En la vela oceánica el campo de regatas es el propio planeta. Navegamos a través de los océanos como se hacía 3.000 años antes de Cristo. Y la energía es la que se usaba antes: la del viento y las corrientes, que son energías limpias que nos van a permitir subsistir en este planeta. Este proyecto tiene un gran mensaje en este sentido. Nuestra huella de carbono es negativa, porque no hemos fabricado nada nuevo, solo lo transformamos para esto. Es un mensaje de sostenibilidad y economía circular y regenerativa a través de un reto deportivo de máximo nivel», cuenta Alex Pella, sobre esta travesía que es una mezcla de carrera de fondo y de velocidad. «La cuestión en este tipo de retos es hasta cuánto aprietas el pedal del acelerador. Si vas a tope estás sometiendo al barco y a la tripulación a mucho estrés y eso acaba dando problemas; y si levantas el pie no ganas. Es un reto planetario en el que cuentan las borrascas, las calmas, el cruce del Ecuador, el paso de Sudamérica, que es complicado... Seguramente lleguemos allí y el mar nos impida pasar y tengamos que refugiarnos, y todo eso luchando contra el crono. ¿Qué competición hay en que se ponga a llover y tengas que parar para seguir? Y la decisión de cruzar ese mar o no será nuestra», continúa Pella, al que se le iluminan los ojos cuando habla de su pasión, el mar.

Alex Pella, junto a su tripulación para el Desafío Victoria
Alex Pella, junto a su tripulación para el Desafío VictoriaDesafío Victoria

La preparación de este proyecto le ha tenido más tiempo de lo que le gusta fuera del agua, y echa de menos la vida acuática. «En el mar te das cuenta de la cantidad de complicaciones que tiene la vida en tierra: horarios, pagos, burocracia, atascos... Eso no existe en el mar. Yo bato el récord de la vuelta al mundo en 40 días y en ese tiempo no enseño el pasaporte a nadie. Y para venir a Madrid desde Valencia, me monto en el tren, papeles, en el hotel, papeles, y eso sin salir de mi país. Esto te dice mucho del espacio de libertad que es el mar, regulado por la naturaleza, que es lo auténtico. Y aquí tenemos muchas complicaciones que nos hemos creado», explica, consciente de que ahora que ha formado una familia es más complicado hacer estas rutas. «Son vidas muy diferentes. Tengo los niños, los horarios, el colegio y estoy desbordado. Mientras que cuando voy al mar es una paz total», dice.

Ahora echa de menos a su mujer y a sus hijos, y en sus inicios era su abuela la que le ayudaba a comer rico en sus travesías. «La comida liofilizada está muy bien, pero soy mediterráneo y me gusta comer bien. Desde el principio yo mismo me hago la comida. Empecé con mi abuela, que me hacía los sofritos que luego me llevaba, y esto es muy importante sobre todo por el tema moral. Vas a estar más de 100 días en grupo y la comida es una pequeña fiesta. Un plato de pasta con cebolla, un poco de pimienta, cuatro ajitos y un poco de tomate es un festín. En el barco no hay plato malo, todo está bueno», cuenta Alex, que también desvela cómo se soluciona el tema de la hidratación. «El 95 por ciento será agua, nosotros la fabricamos con una desaladora, que funciona con energía eléctrica que fabricamos nosotros con paneles solares y con la energía del viento. Llevaremos también cuatro o cinco botellas de vino para poder brindar al llegar a un paso significativo: el Ecuador, Hornos, Sudáfrica...».

Una pequeña ayuda ante tantos días rodeados por la inmensidad. «Cruzamos los tres desiertos más grandes del planeta: el Atlántico Sur, el Índico y el Pacífico. En muchas rutas no hay casi tráfico y te sientes parte de este planeta. Entiendes todo: el viento, la nube, la ola, el pájaro, y eso es lo bonito. No es una foto es la sensación de estar integrado con el entorno», cuenta entusiasmado.