Opinión
Una dimensión superior
Los uno contra uno con su hermano en los Juegos provocan melancolía. Eran algo especial, diferente y nos dejaban con la boca abierta
Hay muchas imágenes sueltas que me vienen a la cabeza pensando en el final de la trayectoria de Pau. Yo acababa de llegar al Real Madrid y veíamos el campeonato del mundo junior famoso de Lisboa, junto a mis ayudantes, junto a Lorenzo... y pensábamos que Pau en ese momento no era un jugador tan decisivo, pero que tenía una pinta y una proyección increíbles. La siguiente imagen es ya en la final de la Copa del Rey, en la segunda parte de la final de Málaga del año 2001. Tenemos el partido muy bien encarrilado en la segunda parte y entonces explota. Fue una mina, una bomba atómica en la cancha. Fue un jugador que se echó el equipo a las espaldas y lo llevó a la victoria. Ese misma temporada hay otra imagen muy, muy concreta. Fue una jugada en la final de la Liga ACB donde Pau se exhibió en un “coast to coast” increíble. Se pasó el balón por detrás de la espalda, era un jugador de mucha agilidad, muy ligero, que jugaba roles exteriores y esa jugada la tengo todavía clavada en la cabeza porque fue realmente un flash, una de las que no se olvidan.
La siguiente imagen es en el primer entrenamiento en la concentración de San Fernando en 2009. Estamos haciendo un ejercicio de defensa en el poste bajo y se le engancha un dedo en la camiseta de Felipe Reyes y se le rompe. Me acuerdo como si fuera hoy el clima de tragedia que se respiró. El doctor era Delfín Galiano y lo llevó a hacer una prueba que confirmó la rotura del dedo. Ese fue mi primer entrenamiento con Pau, una cosa increíble. Luego llegó el primer partido, oficial, porque no jugó amistosos ese año, contra Serbia. Fue el peor partido que Pau jugó desde que yo lo entreno. Creo que hizo un 1/8 en tiros libres, venía de no entrenar casi durante tres meses porque había estado parado en el verano y luego por la lesión. Pero me quedo con las imágenes de cómo se preparó durante ese mes. Él y su fisio, Joaquín Juan, a quien yo tampoco conocía, se pegaban unas palizas increíbles fuera del horario de entrenamiento. Luego viendo los entrenamientos de equipo, llegando antes, quedándose después y trabajando para poder estar bien y aguantar un campeonato.
De aquel primer partido salto a la semifinal del Eurobasket 2015 en Lille ante Francia. Ese día lo puedes poner en uno de esos partidos que cuentas con los dedos de una mano. Es uno de esos partidos inolvidables en los que te sientes espectador privilegiado de un evento extraordinario. Otra más, en Milwaukee. Jugamos playoffs contra ellos y Pau me llama. Le digo que estoy yendo al pabellón y que ahora nos saludamos. Lo veo llegar con la pierna en un carrito con ruedas arrastrando la pierna operada. Todo el mundo diciendo que ya se había acabado su carrera y él, con una sonrisa, me dijo que estaba recuperándose, trabajando, “estoy en ello, estoy en ello” me decía... Me quedé con la sensación de que este tío no tira la toalla, que tiene un orgullo, una fuerza interior, una competitividad tan grande que no se rinde.
En su casa, en California, estábamos viendo un partido y comentándolo y me lleve una sensación contradictoria porque por un lado tenía una confianza tremenda en poder volver y por otro se le vía generando ideas y pensando en su futuro, planificando cosas... Y yo pensaba “este tío es tan bueno estando a dos cosas a la vez. No me explico la lucidez de pasar en un momento de un comentario de una jugada como jugador en activo a una idea de un proyecto personal, de la Fundación o familiar pensando en su futuro”.
Y la última es uno de esos entrenamientos en los Juegos, el último uno contra uno, de esos míticos que hacía con su hermano Marc. Eran un concentrado de técnica, de dominio del juego, de competitividad y que hacían parar a todo el mundo y sentarse a mirar. Recuerdo que le pedí al delegado que tenía el móvil que sacara una foto porque esos uno contra uno han sido un símbolo de una época. Quizá no por casualidad han dado los dos a la vez un paso al costado. Esos uno contra uno no los volveremos a ver y se siente melancolía. Eran algo especial, diferente, nos dejaban con la boca abierta.
Tengo un profundo sentido de agradecimiento por haber coincidido en tantas ocasiones con Pau, por haberme aprovechado de su talento, de su liderazgo, de su calidad, de su personalidad, de su competitividad, para ayudar a nuestros equipos a ganar. Puedes entrenar a muchos jugadores de altísimo nivel, pero aquí estamos hablando de una dimensión superior. Hay un sentido de agradecimiento y también de curiosidad porque estoy convencido de que Pau puede dar muchísimo más al baloncesto. Me preocupa que otras actividades, otros sectores, siempre relacionados con el deporte, nos lo puedan robar. El baloncesto tiene que saber retener a alguien como Pau dentro de sus cuadros de la manera más acorde con sus gustos y sus cualidades. Nadie nace sabiendo desarrollar un trabajo o una actividad diferente a lo que ha hecho sin haberlo practicado antes. Pau siempre ha sido uno de los que más se ha formado, de los que más estudiaba a los rivales, de los que más se documentaba... siempre quería saber más. Con un aprendizaje muy corto, Pau seguirá siendo un referente del baloncesto mundial.
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