NBA

San Antonio

El «Rey» LeBron y los milagros

Su aparición en el último cuarto y un triple de Allen permitieron a los Heat forzar la prórroga y el séptimo partido (103-100)

El jugador de los Heat de Miami LeBron James encesta el balón frente al jugador francés de los Spurs Boris Diaw
El jugador de los Heat de Miami LeBron James encesta el balón frente al jugador francés de los Spurs Boris Diawlarazon

Su aparición en el último cuarto y un triple de Allen permitieron a los Heat forzar la prórroga y el séptimo partido (103-100)

Una de esas cosas alucinantes de las que habla el eslogan de la NBA sucedió en el sexto partido de la final entre Miami y San Antonio. Después de un esfuerzo sobrehumano, los Spurs acariciaban ya el anillo y una buena parte de la afición ya estaba en la cola para validar el ticket del párking, pero... Ocurrió lo inesperado, lo que mantuvo a muchos europeos despiertos hasta más allá de las seis de la mañana y prolongó la serie mañana, día del séptimo y, ya sí, definitivo partido.

Por cinco puntos ganaban los tejanos a falta de 28,5 segundos después de dos tiros libres de Ginóbili. Una montaña altísima para los vigentes campeones, que se sentaron para el tiempo muerto con cara del que ve cómo su reinado se acaba. Necesitaban algo parecido a un milagro y lo encontraron. Un triple de LeBron dejó la desventaja en dos puntos, Leonard anotó sólo uno de sus lanzamientos libres y James probó desde lejos para empatar. Falló, Chris Bosh, desaparecido hasta entonces cogió el rebote con el alma y Allen, desde la esquina, hizo lo que le ha hecho famoso: "asesinar"a los Spurs con un triple de póster. Así llegó la prórroga y la victoria final de los que ya parecían derrotados cinco minutos antes, mientras que aquellos que se veían ganadores, buscaban el refugio del vestuario para ponerle hielo a los golpes y algo más fuerte a su moral. Habían dejado todo el sudor y el baloncesto para adelantar el desenlace y durante casi toda la noche pareció claro que así sería.

Mientras los Heat eran una acumulación de individualidades a la que le costaba sumar con facilidad, los Spurs eran la habitual máquina de jugar al baloncesto ideada por Gregg Popovic. En lugar de los triples de Danny Green, fue el devastador efecto en la pintura de Duncan el que marcaba los tiempos. Tim olvidó que su rodilla izquierda no le responde y sus 37 años para regresar a su mejor versión. 25 puntos y 8 rebotes acreditaba al descanso ante unos preocupados "Beach Boys"(44-50, min 24). Duncan quería su quinto título, pero su cuerpo dijo basta y acabó agotado e incapaz de encontrar el aro que había sido su mejor amigo al comienzo. Era un partido para la historia, que estuvo compuesto con muchos mini partidos y que un solo hombre no podía decidir. Para cada momento hubo un protagonista, como los cinco puntos consecutivos de Parker que parecían anular la aparición de LeBron. "El elegido", acostumbrado a la exigencia de ser el mejor desde que en el instituto Nike le contrató bajo cuerda con un flamante Hammer, dejó de lado el papel de hombre de equipo que había interpretado hasta el último cuarto y sumó 14 puntos en el periodo final, anulando los 13 de ventaja de los que habían disfrutado los tejanos al final de tercer cuarto.

"Es el mejor partido en el que he participado nunca", decía James ya sin su inseparable cinta de la cabeza, que voló en uno de sus mates y no la volvió a recuperar. Hacía tiempo que no se deja ver sin ella, pero no estaba la cosa para detalles sin importancia. Se trataba de mantenerse con vida y citarse el jueves por la noche con los Spurs para un duelo a muerte por el preciado anillo.