Ciudad Real
Paciente, letal... ¡Julen!
Aginagalde combina el trabajo sucio para abrir huecos con la efectividad
De pequeño era tan grande que no le dejaban hacer pesas. «Bueno, hay un poco de leyenda urbana, pero sí estuve sin hacerlas un tiempo porque me iba a poner demasiado fuerte e iba a perder coordinación», explica Julen Aginagalde. También quería ser lateral: «Como todos al principio», cuenta el hombre, recordando los tiempos en que con sus ojos de niño iba a ver jugar a su hermano Gurutz, ahora portero del Naturhouse, para quedar prendado de este deporte. «Es que engancha», opina «el mejor pivote del mundo», según Viran Morros, Entrerríos, Cadenas... «Es agradable que lo digan, pero en el momento en que te creas algo así dejarás de serlo», responde una de las principales armas que tendrá la Selección para hacer frente hoy a Túnez en los octavos de un Mundial que estuvo a punto de perderse por una lesión en las costillas: «Llevaba dos meses parado y he venido aquí directamente, pero me encuentro bien».
España no puede presumir de tiradores, pero sí de extremos y de pivote. Es tradición. Rolando Urios, que fue «responsable» en gran medida de que la Selección ganara su primer Campeonato del Mundo en 2005, tiene sucesor. «Julen le ha hecho olvidar», dice Manolo Cadenas. Aguinagalde veía jugar a Aitor Etxaburu, que después le entrenó en el Bidasoa. De ahí pasó al Ademar para encontrarse con el actual seleccionador y su siguiente paso fue ir a Ciudad Real para ocupar el sitio de Urios. Lo hizo en el equipo manchego, con Talant Dujshebaev, y en España. «Tienen un estilo similar, perfecto para nuestro juego», analiza Raúl Entrerríos, que ganó con Urios en Túnez y ahora está con Julen. «En Bidasoa adquirió unos valores y en el Ciudad Real, con Talant, culminó su formación como pivote», expone Cadenas. Ahora, el irunés se ha reencontrado con Dujshebaev en el Kielce. «Estoy adaptado a la vida allí. He aprendido polaco, me defiendo para las entrevistas y en el campo lo entiendo todo», afirma Julen, que tiene una capacidad innata: le dices una frase y la puede repetir con las letras al revés. «Ah, eso era de pequeño. Tenía como memoria fotográfica, pero ahora lo tengo apartado».
No hay huella dactilar del rival que no esté en la camiseta del pivote, uno de los puestos en los que el trabajo se ve menos. Le agarran, agarra, le empujan, empuja... Puede pasar minutos sin tocar la pelota, abriendo huecos para sus compañeros. «Por eso no juega en defensa, tiene mucho desgaste», detalla Cadenas. «Tengo que ser muy paciente», cuenta el «13». Eso sí, cuando le llega el balón... «Somos efectividad pura», define él, que tiene que lanzar casi siempre desde 6 metros. Su estadística en Qatar dice que ha fallado un tiro de 18. «Es imparable», suelta Entrerríos. «Si le metes el balón difícilmente no va a sacar algo», piensa Cañellas, uno de los que más le surte. «Le das un melón y te lo arregla», asegura Morros. Porque en lugar de manos, Aginagalde parece tener imanes para atraer la pelota le llegue como le llegue, por muy sujetado que esté. «Supongo que es algo con lo que se nace», cree uno de los animadores del grupo, el inseparable de Maqueda, con el que comparte habitación y al que ve más maduro. «Se hace mayor», bromea el pivote. «Pero el cachondeo lo seguimos teniendo. Hay que saber controlarse a veces, pero nos cuesta a los dos», prosigue. Es el DJ del grupo y los «selfies» pospartido que cuelga en Twitter se han convertido en tradición en este viaje: «Me lo dijo mi novia y ahora la gente los demanda. Esperemos hacer muchos más».
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