Baloncesto
A rueda: Felipe, Laso y la eternidad
Verano de 2011. Pablo Laso llega a un Real Madrid descosido, lleno de dudas, con jugadores que venían de vuelta y otros que aún no habían llegado. Un proyecto por hacer y jugadores que reclaman lo suyo. Uno de ellos es Felipe Reyes, que quiere formar parte del quinteto titular. Considera que se lo ha ganado. Laso, en un ejercicio de liderazgo, le propone otro plan: ser el sexto hombre del Real Madrid. Menos minutos, pero de calidad. Una decisión clave para alargar su carrera y para que hoy, seis años después, hablemos de Felipe Reyes como un jugador importante en la rotación del Madrid. Sin ir más lejos, MVP el pasado sábado en Tenerife con 18 puntos, 7 rebotes y 2 asistencias. Y que nadie piense que encara la recta final de su carrera. Felipe, uno de los integrantes de la generación dorada de la Selección, decidió dejar de jugar con España para estirar aún más el chicle.
Sospechoso habitual
Muchos le han mirado de reojo en sus 20 años en la élite. Sí, han recelado de su físico y de su habilidad. Cuando debutó era el hermano pequeño de Alfonso (que completó una notable trayectoria profesional) y, decían, no valía como hombre alto porque apenas superaba los dos metros. Se repetía que difícilmente podría pelear el rebote a pívots que coleccionaban montañas de centímetros. Pues resulta que ahora es el máximo reboteador de la historia de la Euroliga. La vida.
El gran Capitán
Quienes le conocen de cerca hablan de un tipo normal. Un bonachón de dos metros que pasea tranquilamente con su familia por su paraíso malagueño. Nada que ver con el fiero gladiador que lucha hasta la extenuación por un rebote. Es un compañero imprescindible, un líder silencioso, un tipo que se ha ganado el respeto a base de trabajo. Un Capitán que aún sigue ganando partidos.
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