Real Madrid
Madrileñismo y españolía en Milán
Milán fue tomada de nuevo por los madrileños en paz y armonía como ya pasó en Lisboa hace dos años. Camisetas blancas y colchoneras se mezclaron sin problema en una fiesta del fútbol español y madrileño.
Deportividad
Hay que destacar la deportividad de las dos aficiones. Andando por las calles y mirando el graderío, podían apreciarse aficionados del Atlético en la zona madridista y viceversa. Sin problemas, sin enfrentamientos y con un detalle precioso de la parroquia blanca al terminar la final: ovación para el subcampeón cuando subía a recoger su medalla.
Cada uno con su color
Los aficionados llegaron de todas partes. Me impactó ver mexicanos, guatemaltecos, estadounidenses, brasileños, japoneses... que quisieron vivir la experiencia de animar a su Madrid o a su Atlético en una final de Copa de Europa. Algunos se dejaron hasta 3.000 euros. Pero la mayoría llegó desde la capital. También desde otros puntos de la península. Vi familias con los colores mezclados, parejas besándose con camisetas distintas... Nada de nacionalidades ni enemigos. Cada uno con sus colores, y todos españoles y hermanos. Al final, me alegré por la Undécima, claro... pero me emocionó el dolor rojiblanco.
«El Chiringuito»
Recibí constantes referencias de los madridistas, con los que pasé la mayor parte de mi inolvidable estancia en Milán como speaker oficial del evento, a nuestra querida Puerta 55 y a «El Chiringuito». Entre la gran mayoría de vikingos, destacaron sus entonaciones de nuestro hit, «¿Dónde está la MSN?». El cachondeo y la sorna fueron la tónica entre la grada blanca. «No les vemos por aquí, ¿dónde están, Nacho?». «Palomitas «pa» Milán», me decían otros. Lo pasamos muy bien.
Richard Gere
Richard Gere, emparejado con una española que le debe haber metido el gusanillo del fútbol, fue uno de los espectadores más ilustres. Se dio un baño de masas, vino al entrenamiento previo y me dijo que el Real Madrid es el mejor del mundo, además de ponerse una camiseta del conjunto de Chamartín. También tuve la fortuna de encontrarme con los campeones sobre el césped. El primero, Nacho, que al grito de «¡tocayo!» empezó a saltar conmigo y nos abrazamos. Otros que me saludaron efusivamente fueron Ramos o Pepe, que se mostró cariñoso con el programa. Hasta Llopis, entrenador de porteros, me gritó algo a lo lejos de la Puerta 55.
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