Barcelona
Dani Moreno, en el fin del mundo
El español Dani Moreno (Katusha) ha sido el ganador de la cuarta etapa de la Vuelta, disputada entre Lalín y Finisterre, de 189 kilómetros, en la que el italiano Vincenzo Nibali recuperó el maillot rojo de líder.
«Impresionante», le decía Purito en la meta mientras abrazaba a Dani Moreno, el vencedor ayer. Porque Purito y Dani son algo más que compañeros de equipo y de habitación, son amigos de verdad que sólo acostumbran a discutir por cuestiones futbolísticas. Purito, catalán de Parets del Vallés, es del Barcelona. Dani, madrileño de Fuenlabrada, lleva años «sufriendo» su madridismo al lado del jefe. Ellos dos, además de Losada y Vicioso, han convertido al Katusha, una mezcla de rusos e italianos, en un pequeño reducto español.
Es la amistad lo que ha llevado a Moreno a vivir en Andorra, como Purito. «Somos una familia. Lo pasamos bien y disfrutamos entrenando en Andorra, aunque unos días son mejores que otros», reconoce. Y esa amistad casi familiar le sirve también para ganar etapas como la de ayer. Como ya hizo en primavera en la Flecha Valona. Mientras todo el mundo mira a Joaquín Rodríguez, convencidos los favoritos de que la carrera es un asunto de tres entre Purito, Valverde y Nibali, Dani arranca sin que nadie se moleste en vigilarle. Ayer aprovechó el primer ataque de Flecha, que le hizo de liebre involuntaria, para marcharse. Cancellara, detrás, comenzó la persecución, pero llegó tarde. Cuando atravesó la meta, Moreno ya había levantado los brazos. «Me ha subido Paolini y sí he visto a Herrada, que estaba tirando fuerte. He arrancado desde lejos y ahí poca gente puede seguirte», añadía. El relato es tan sencillo como lo fue su victoria.
«Era un buen día para mí. Otro día lo será para Purito. No era un final muy duro, pero lo hemos conseguido. Ya había advertido a los compañeros de que quería ganar», cuenta. El Mirador de Ézaro, a 35 kilómetros de meta, una subida corta pero intensa que el año pasado fue final de etapa con triunfo de Purito, había reducido el pelotón a la mitad. Los corredores se desgastaron en una subida que no permite agarrarse a la rueda del compañero. «Ézaro es una subida muy exigente, con mucha dureza, y luego ya no se ha parado. Por eso algunos han llegado a 14 minutos», explica.
Pero Dani estaba fresco. El trabajo en Andorra le sirve. También sus pretemporadas. Hasta 2007, en invierno se escapaba al Teide para prepararse. «Odio el frío», dice. Desde hace seis años viaja a Argentina, de donde es originaria su esposa. «En octubre me voy y hasta el 5 de febrero no vuelvo. Me harán venir para alguna concentración del equipo, pero si no, no me veían el pelo. Allí se está muy bien», afirma sonriente. Aunque su mujer es de San Juan, él se establece en Córdoba, donde tiene más posibilidades para entrenarse y donde ya tiene su «grupeta».
Ahora, Dani continuará con su trabajo, ayudar al Purito. «No le disputo nada. Sabemos bien cuáles son nuestras bazas», dice. Y el hombre para la general sigue siendo su jefe. Aunque Moreno no descarta ganar alguna etapa más. «Valdepeñas de Jaén se me puede dar bien», advierte.
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