Tour de Francia
La masacre de Froome
Exhibición del keniano: atacó de lejos y nadie respondió; Contador, vacío, cede más de 4 minutos.
Exhibición de Chris Froome en la primera llegada en alto del Tour con un ataque desde lejos al que nadie respondió en este contacto cruento con los Pirineos. Alberto Contador, vacío en la línea de meta, ya pierde más de cuatro minutos en la clasificación general. La escabechina del keniano fue de las que hacen época.
Los últimos rayos de sol en Pau el lunes, el final del día de descanso y el anuncio del comienzo de la batalla real, la de la montaña en el Tour, a Chris Froome le trajeron un desvelo. O al menos un intento de ello. Antoine Vayer, ex preparador del equipo Festina, apareció en un vídeo subido a Youtube que en pocas horas se hizo viral. En él, el antiguo entrenador francés aparecía mostrando los datos del potenciómetro de Froome durante el Tour del 2013, el que ganó con una superioridad brutal, demostrada desde el primer final en alto de Ax3Domaines y con una exhibición en el Mont Ventoux.
Precisamente de aquella etapa, en la que vapuleó a Quintana para sentenciar su primera ronda gala, venía a explicar Vayer que los datos del keniano demostraban a las claras que para llegar a tales umbrales de esfuerzo debía usar sustancias dopantes. Que rozaba la línea de lo mortal. Y mucho más. Vayer acusaba a Froome de usar un motor escondido en su bicicleta para protagonizar las brutales embestidas con las que soltó primero a Contador y luego a Quintana antes de ganar la etapa.
Rabia. Con mucha rabia. Indignado. Así se acostó Froome. Así veló armas ante la primera batalla del Tour. Un másai en pie de guerra. Un depredador africano a la caza. El resultado de la vigilia, mortífero. La carnicería que ayer provocó Chris Froome en la Pierre Saint Martin deja un campo de víctimas tan grande como la sabana. Víctimas vivas, porque respiran. Pero nada más. Una masacre. Masacre. A cinco kilómetros del primer final en alto, Froome se dice que ya no quiere esperar más. Que todos estos meses de trabajo, y hambriento, tanto como él con sus piernas de alfiler y sus brazos de aguja, de triunfos. Y que este Tour es suyo. Suyo.
Arranca Froome y se va. Y el Tour parece ya terminado. Nadie es capaz de seguirle. Ni el blanco impoluto de Nairo Quintana, la última pieza de un Movistar valiente con Valverde al ataque en las primeras rampas, deshojando la margarita y que antes puso el ritmo de caza hasta el pie de puerto, pero que no pudo escapar de las garras del rey de la selva. Del masái blanco, Froome.
Para entonces, el resto ya ni siquiera se asomaba a la rueda de Chris. La Pierre Saint Martin es una montaña cruel. Una olla a presión. El bochorno se acumula, los pulmones se inflan. Te ahoga. Así se quedó Contador. «Me he encontrado fatal, ni siquiera podía respirar. Tenía que intentar llevar un ritmo, me ponía fuera del sillín e iba aún más despacio que sentado, cuando mi estilo es al contrario». No vio el ataque de Froome. «Se ha ido cuando ha querido». Unos cuantos metros más abajo se había descolgado ante el endiablado ritmo de Richie Porte. Llegó a meta a dos minutos y 50 segundos de Froome, lo que le deja sexto, a 4’04’’ del africano.
Todo un golpe de autoridad que asesta una puñalada prácticamente mortal a la general del Tour. «No me lo creo, me he sentido fortísimo, pero cuando iba oyendo todos los rivales que se iban quedando no daba crédito», decía Froome. «La general queda muy clara», opina Contador. A él, como a todos, sólo les queda encomendarse al tópico, que ahora es lo único que mantiene viva a la carrera con toda la montaña por delante: «Queda mucho Tour».
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