Ciclismo

Andorra

Geniez gana entre estatuas

El ciclista italiano del Equipo Astana Vincenzo Nibali, con el maillot rojo de líder
El ciclista italiano del Equipo Astana Vincenzo Nibali, con el maillot rojo de líderlarazon

Vicenzo Nibali va sumando poco a poco. Segundos, como el sábado en Andorra, o días sin perderlos, como ayer en Peyragudes. El italiano va tachando etapas, como los presos en la cárcel, y ya le queda una menos para conseguir su segunda Vuelta. Mantiene las distancias y lo hace con autoridad. Y, a veces, hasta se da el gusto de responder a los ataques con otro ataque, aunque no sirva para otra cosa que para intimidar a sus rivales.

Sin embargo, desde la carrera las cosas se ven de manera diferente. «He visto a Nibali sufrir, pero como a todos», dice Alejandro Valverde, sudoroso y rodeado de micrófonos –la rutina diaria– nada más cruzar la meta. Después, el murciano corrige un poco el discurso. «Estoy bien, pero los rivales tampoco están mal. Están muy fuertes y es muy complicado dejarlos porque estamos todos muy igualados», dice después. «Nibali está muy fuerte. Él y Horner van muy fácil», asegura Joaquín Rodríguez. «Ellos son los más fuertes y después estamos Valverde y yo», añade. Dos maneras distintas de ver la carrera, quizá dos maneras también de afrontar la última semana.

Valverde no quiere renunciar a la posibilidad de ganar su segunda Vuelta y quiere mantener el optimismo, aunque desde fuera de la carrera Nibali no parezca ofrecer un síntoma de debilidad. «Purito», más realista, asume en su discurso desde el comienzo de la carrera que no está en su mejor momento. «Lo he intentado, pero no he podido», reconoció tras la etapa. Como lo intentaron todos los favoritos, aunque fueron incapaces de despegarse durante toda la etapa. Ninguno fue capaz de marcharse, aunque el ataque que más costó reducir fue el de Nibali cuando se llevó con él a Horner, ya en el ascenso a Peyragudes.

A «Purito» le preocupan sus piernas; a Valverde, el tiempo. «Esperemos que el clima nos respete en Formigal», dice. «Hasta el día de Andorra llevábamos todas las etapas con más de 30 grados y cuando subimos Envalira estábamos a cuatro o cinco. Llevaba ropa, pero a lo mejor no lo suficiente», explica. «He salido bastante más preparado de ropa que ayer», añade. Valverde tenía marcada esta etapa de homenaje al Tour en su centenario. En Peyragyudes, en 2012, ganó una etapa de la carrera francesa, pero entonces las circunstancias eran diferentes. Había perdido tiempo en la clasificación y a nadie le molestó que atacara desde lejos. En la Vuelta, es tercero y nadie quiere perderlo de vista.

A Nibali lo que le preocupan son los rivales y el cansancio. «La fatiga se acumula, después de dos jornadas como las que hemos vivido», dice. «El día ha sido muy largo y difícil, con mucho frío, con viento de cara desde el comienzo de la etapa. Además, se ha rodado a un ritmo muy alto», comentaba el líder de la carrera. A Horner, sin embargo, parece no preocuparle nada. El veterano estadounidense ha decidido unirse a la rueda de Nibali todos los días. Así llegó con él a Andorra y así hizo ayer cada vez que el maillot rojo intentaba moverse. Horner mueve con sencillez desarrollos altos en las cuestas que le hacen parecer lento a la vista, pero le permiten avanzar con seguridad.

Tampoco a los favoritos les preocupaba mucho la escapada que se formó en los primeros kilómetros. Veintiocho hombres sin aspiraciones en la general. «No había grandes nombres para la clasificación, sólo David Arroyo», reconoce Nibali. Pero el grupo fue perdiendo ingredientes, el último el portugués Cardoso, hasta que sólo quedó uno, el francés Geniez. Ya nadie discutía su victoria. «A dos días de acabar el Tour me dijeron que si quería venir a la Vuelta. Ahora estoy feliz de estar aquí», afirma.