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Las batallas del abuelo

El ciclista estadounidense Christopher Horner, del equipo Radioshack, en el podio con el maillot rojo de líder tras vencer la tercera etapa de la Vuelta Ciclista a España
El ciclista estadounidense Christopher Horner, del equipo Radioshack, en el podio con el maillot rojo de líder tras vencer la tercera etapa de la Vuelta Ciclista a Españalarazon

El estadounidense Christopher Horner, del equipo Radioshack, es el nuevo líder de la Vuelta a España al imponerse en solitario en la tercera etapa disputada entre Vigo y el Mirador de Lobeira, en Vilagarcía de Arousa, de 184,4 kilómetros.

«Quedo libre en 2014», advierte Chris Horner. Nada raro si no fuera porque cuando acabe su contrato con el Radioshack habrá cumplido ya los 42 años. A esa edad el ciclismo se suele ver por televisión o desde el coche de director. Pero Horner es diferente. «Adoro montar en bicicleta», confiesa y quizá ése sea el secreto para que su equipo siga confiando en él a pesar de sus años. Radioshack lo tenía todo previsto. Cancellara debía ponerse de líder en la contrarreloj por equipos y Horner atacar en la segunda etapa para heredar el jersey rojo. Diez segundos les faltaron para cumplir sus previsiones en la primera etapa. En la segunda, les sobró el ataque de Nicholas Roche. Pero ayer, con dos días de diferido, consiguieron por fin su objetivo.

Atacó Santaromita a falta de dos kilómetros y Horner se fue detrás convencido de que ayer era su día. Confiaba en sus condiciones de escalador para imponerse en el Mirador de Lobeira y, cuando superó al italiano, ya nadie pudo seguirle, por mucho que por detrás Alejandro Valverde y Joaquín Rodríguez intentaran «robar» tiempo a Vincenzo Nibali. «Al principio de la subida iba muy fuerte y fui a por la victoria. Sólo me permití parar al llegar a meta. Perdí segundos conscientemente porque cuántas oportunidades me quedan a mi edad de ganar en una gran vuelta», explica. «Siempre pienso que puede ser mi última carrera y eso me hace mentalizarme y mantenerme fuerte», añade.

Su última carrera, en realidad, ha estado a punto de llegar varias veces. Hace dos años, sufrió un coágulo en el pulmón al regresar del Tour. «Comencé a tener un dolor horroroso, el peor que he tenido en mi vida», explicaba. Las lesiones volvieron a golpearle esta temporada. Llega a la Vuelta casi sin competir. Reapareció con una victoria de etapa en el Tour de Utah después de cinco meses parado por culpa de una lesión de rodilla. «Me levanto de la cama y me duele, pero me subo a la bicicleta y me siento cómodo», explicaba entonces.

Ahora se siente bien. «Estoy fino», dice, aunque su alimentación está lejos de la que recomendaría cualquier dietista. Y más para un deportista de élite. Prefiere las hamburguesas a la pasta y él mismo reconoce que no se cuidaba cuando empezó a correr en Europa. «Comía hamburguesas y donuts», confiesa. Aunque Matxin, que fue su director en el Saunier Duval, recuerda que cualquier cosa le valía. Le daba igual pizzas o bocadillos. Al Saunier llegó en 2005, con cerca de 35 años. Aquello no fue un problema, porque sus mayores éxitos han llegado ya al borde de los 40. En 2011 se impuso en la Vuelta al País Vasco y el año pasado, en el Tour de California. No está mal para un ciclista que ha aprendido a disfrutar cada momento y ha asumido que muchas cosas en la vida suceden por pura casualidad. Así llegó al Saunier, sólo porque Scott, la marca estadounidense de bicicletas que ejercía de segundo patrocinador, exigía un corredor de su país en el equipo. Por casualidad también nació en Japón, donde su padre ejercía de mecánico en la base estadounidense de Okinawa. Lo normal para un tipo de Oregón.