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La UCI lo prohíbe casi todo

La dureza de las medidas restrictivas de la Unión Ciclista Internacional han obligado al organismo rector del ciclismo mundial a recular

Los aficionados del Tour, en el Muro de Bretaña
Los aficionados del Tour, en el Muro de BretañaDPA vía Europa PressDPA vía Europa Press

En 2016, a Chris Froome se le estaban empezando a agotar las tácticas, y sobre todo la enorme superioridad que lo convirtió en el patrón único de la ronda gala desde 2013 y supo que tenía que empezar a inventar algo nuevo. Por eso, el ciclista que hasta entonces soltaba su gran hachazo en la primera etapa montañosa, establecía unas diferencias insalvables y terminaba de rematar en la crono, cambió de actitud. En vez de para arriba, atacó para abajo. En el descenso del Peyresourde, el keniano blanco tiró de su espíritu aventurero, ese mismo que de niño le llevaba a hacer acampadas en medio de la sabana entre leones y rinocerontes, se puso en posición «bicho-bola», sentado sobre el cuadro de la bicicleta y se lanzó a tumba abierta a por aquel Tour que acabó haciendo suyo.

Pero eso a la Unión Ciclista Internacional, el máximo organismo regulador del ciclismo, no le gustó. Poco tardaron los cicloturistas de fin de semana en imitarle y, en cuestión de tiempo, la postura se instaló y normalizó en el pelotón profesional. No era algo nuevo. En los ochenta, Perico Delgado se ganó su nombre «El loco de los Pirineos» cuando abalanzó todo su cuerpo hacia el manillar en el ataque que protagonizó bajando el Peyresourde.

La UCI no quiere esa imagen para su deporte y en verano de 2020 reunió a los comités de organizadores de carreras, ciclistas y equipos y como resultado, a principio de esta temporada hizo públicas las nuevas medidas en cuanto a las posturas permitidas encima de la bicicleta, y el arrojo a las cunetas de bidones y desperdicios como papeles de los avituallamientos.

Incluso se apresuró a diseñar una guía con dibujos y bocetos para enviar a todos los ciclistas con todo lo prohibido: ni sentarse en el cuadro ni desplazar todo el cuerpo hacia adelante, con la cabeza a la altura de la rueda delantera apoyando los antebrazos en el manillar ni tampoco echar todo el cuerpo hacia atrás con el sillín sujetando el estómago. «Lo próximo que prohibirán será ponerse de pie sobre los pedales y sacar los codos», se mofaba Froome.

Pero lo que más revuelo suscitó fue el punto en el que se vetaba el lanzamiento de bidones fuera de los espacios acotados como puntos limpios en cada etapa o carrera. Las medidas entraron en vigor el 1 de abril y en el Tour de Flandes llegó la primera gran polémica. Michael Schar fue expulsado de la carrera por lanzar un botellín a una niña. Roto por la tristeza escribió una larga carta dirigida a la UCI. «Mis padres nos llevaron a mi hermana y a mi a ver el Tour en el 97 y un corredor del Polti me lanzó un bidón. Esa pieza de plástico me hizo adicto al ciclismo», contaba. El revuelo fue tal que la UCI se vio obligada a dar marcha atrás y suavizar sus drásticas sanciones: de la expulsión en carreras de un día se ha pasado a una multa, y en las carreras por etapas no es hasta la tercera infracción, pasando por la multa, un minuto de penalización y retirada de puntos UCI, que los jueces pueden expulsar al ciclista.