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¿Por qué hay tantas caídas en el Tour? “Aquí no frena nadie”

La cuarta etapa arrancó con un plante de los corredores pidiendo mayor seguridad por la cantidad de caídas. Ciclistas, organizadores y directores coinciden en señalar la tremenda presión y la velocidad como principales causantes

Imagen de la caída masiva que se ha producido en la primera etapa del Tour
Imagen de la caída masiva que se ha producido en la primera etapa del TourEurosport

Resonaban los ecos de los frenazos, los golpes secos contra el suelo y los gritos de dolor todavía en Redon, la salida de la cuarta etapa que acaba, por fin, tranquila y sin percances, con el baño de lágrimas emocionante por volver a ver a Mark Cavendish ganando en el Tour. Para llegar hasta allí a Fougeres, queda batalla por contar. Pero sigue sin ser la buena de verdad, la que habla de ataques o desvanecimientos, de ciclismo al fin y al cabo.

Ahora la guerra es otra. Los que siguen vivos y en pie en este Tour que ha dejado a Roglic como una momia, lleno de apósitos y vendas por todo el cuerpo, a Pogacar con tiempo perdido, a Geraint Thomas también caído y con el hombro dislocado, todos ellos reclaman que se les escuche y se les haga caso. Por eso, a un kilómetro de dar la salida se produce la insurrección. Leve. Alaphilippe y Greipel, dos pesos pesados del pelotón se colocan al frente y obligan a todos a frenar. Es una acción más simbólica que efectiva. Los ciclistas -aunque no todos, el Alpecin-Fenix del líder Van der Poel, uno de los equipos invitados, por ejemplo, no lo secunda-, claman más diálogo entre todas las partes: la suya, los equipos, los organizadores de las carreras y la UCI. Ellos ya habían pedido que en la tercera etapa se neutralizaran los tiempos a falta de 5 kilómetros en vez de a tres, pero el Tour no les escuchó y después sucedió que hubo más ciclistas en el suelo que encima de la bici.

Un día después, echan el pie a tierra para pedir a todos los organismos que velen por su seguridad. “Se habló entre todos los corredores. No queremos quitarle espectáculo a las carreras ni fastidiar a los organizadores pero sí que nos gustaría que se llegue a un punto de acuerdo sobre ciertos finales”, explica Enric Mas, uno de los pocos que aún sigue intacto y entero, y que espera y desea que ese acuerdo llegue pronto, “porque no podemos seguir así”.

La cuestión va mucho más allá. Así lo ve Javier Guillén, el artífice de haberle dado a la Vuelta a España en los ya más de diez años que lleva al frente de Unipublic, personalidad propia gracias a recorridos atractivos y diferentes. “No se puede establecer la responsabilidad sobre una de las partes. La primera de las caídas del lunes fue a 35 kilómetros de la meta, ¿es culpa del organizador? La segunda fue a siete, cuando los corredores lo que pedían era ampliar el arco de seguridad de los tres a los cinco últimos kilómetros, y la última fue entrando en meta cuando ya había un grupo muy reducido de corredores que se disputaron el triunfo. ¿De todo eso tiene culpa el organizador?”, se defiende. “Ahora es porque las carreteras son estrechas y reviradas, pero cuando se pase a las anchas, ¿de quien será la culpa?”.

Recuerda Guillén también que “hace tres años se redujo el pelotón, con un ciclista menos por equipo en busca de tener más espacio. Se están haciendo cosas”, pero tiene claro que “éste es un problema de difícil solución. Hay que hablar y tratar de poner todo tipo de ideas encima de la mesa, pero no es justo establecer toda la responsabilidad en los organizadores”. Porque hay más cosas. Y no solo lo dice Guillén.

También desde el otro lado de la barrera. A sus 35 años, Víctor de la Parte está conociendo este año el Tour. Enrolado en las filas del TotalEnergies francés, el ciclista de Vitoria habla de que “cada vez las bicicletas corren más, se ponen más desarrollos. Antes íbamos con el 53, ahora todo el mundo lleva el 54. Vas a frenar y es imposible, a la velocidad que va todo el mundo derrapa”. Y a esto, dice, “se añade que esto es el Tour, que aquí nadie frena porque un frenazo te supone irte atrás. Es una locura porque encima tienes el pinganillo, los directores que no paran de repetirte que hay que ir todo el rato adelante y todos no cabemos adelante. Es una guerra que no tiene fin”.

Desde esa otra posición, la de los coches, habla Jorge Azanza, director del Euskaltel-Euskadi después de haber sido ciclista también naranja hasta el 2013. “Hay una presión bestial, yo lo veo desde atrás”, reconoce el técnico navarro. “Siempre ha habido caídas, pero desde hace tres años muchas más”. ¿Por qué? “Ahora desde los coches se controla todo, hay mucha más información de todo tipo: los auxiliares que van por delante y te dicen cómo sopla el viento, virajes de posición, todos conocen el recorrido, las aplicaciones que te dan datos de todo…y encima, los directores pidiendo por la radio continuamente que todos los corredores vayan juntos”. A eso, añade Azanza, “está la orden también de estar entre los 20 primeros. Una orden que dan todos los equipos. Antes a los favoritos les daba igual perder 20 segundos en una etapa al esprint, pero ahora no, porque el nivel está muy igualado y pueden acabar siendo cruciales. Se disputa todo y lo hacen todos. Los equipos de los hombres de la general, “para estar intactos” y los de los esprinters peleando por el triunfo parcial o maillots de clasificaciones secundarias. “Todos tienen las mismas órdenes, y ves a cinco equipos a la vez peleando las posiciones delanteras, ¿quién cede ahí?”, se pregunta Azanza. Recuerda también su época de ciclista, “cuando fui al Tour la tensión fue lo que más me llamó la atención de la carrera, pero es que estos últimos años ha ido a más y se ha convertido en una batalla campal entre todos los equipos. Porque si lo hace una escuadra, las demás no van a ser menos. Mandan mucho los coches y esa tensión es bestial”.