Champions League

Champions League

El espíritu de Luis llora

Los penaltis inundaron de lágrimas el Palacio después de la lotería de las penas máximas

El sufrimiento en los últimos minutos de partido fue constante en el BarclayCard Center
El sufrimiento en los últimos minutos de partido fue constante en el BarclayCard Centerlarazon

Los penaltis inundaron de lágrimas el Palacio después de la lotería de las penas máximas

La historia de la Primera Champions, ese viejo sueño rojiblanco que el Sabio de Hortaleza tampoco pudo vivir desde el Cielo. «Cuando los demás duermen, nosotros soñamos». Y entonces, despertaron. Los aficionados del Atlético se frotaron los ojos. Habían vuelto a perder.

El espíritu de Luis Aragonés llenó el Barclaycard Center. Su especial acústica, sólo superada por la del Calderón, provocó que los gritos de la afición más entregada del mundo rebotaran en las paredes, como si quisieran salir del recinto para cruzar las nubes que ayer cubrían Madrid hasta llegar a los oídos de «Zapatones». No sin antes pasar por Milán.

«Muchaaaachooos, hoy viajamos juntos otra veeeez. Enamorado del Atleti, noooo lo puedes entendeeer». La adaptación rojiblanca del viejo cántico de Racing de Avellaneda –el club en el que se retiró Simeone– siempre pone los pelos de punta. «Jugadores, jugadores, hemos venido a ganaaaar, que se enteren los vikingos, quién manda en la capital», cantaban. Y el himno. Una y otra vez, las gargantas se unían para apoyar a un equipo que peleaba a 1.200 kilómetros con su vecino. Futre, Kiko, Gárate, Adelardo, Pantic, Ben Barek, Escudero... Cualquiera de las estrellas que han creado la historia del Atlético hubiera pagado por estar en San Siro.

El mazazo vino con el gol de Sergio Ramos. «Es una vergüenza», exclamaron al unísono, Alberto y Alexis, con caras de preocupación e indignación por el fuera de juego. Y un clamor: «Tiene que salir Yanick Carrasco», apuntaba Sergio.

Cuando Griezmann mandó el penalti al larguero, la maldición del Pupas volvió. El Atlético estaba siendo mejor, pero no podía con el Madrid. Mar y Penelope no podían ocultar su pesimismo. «Siempre favorecen a los grandes», señalaba Penélope. Aún quedaba tiempo para remontar. Y Carrasco, no podía ser otro, empató y el Palacio estalló.

Las caras de los aficionados durante la prórroga reflejaban una tensión absoluta. Y la lotería de los penaltis les devolvió al suelo. Ese suelo de un equipo que volvía a perder una final de Champions. Por tercera vez. «Llegará», decía Sonia. Está tardando demasiado.