Atlético de Madrid
El «Niño» ya tiene su Copa
Fernando Torres regresó al Atlético para ganar un título y lo consiguió anoche justo antes de abandonar el equipo de su vida. Levantó el trofeo de campeón.
Fernando Torres regresó al Atlético para ganar un título y lo consiguió anoche justo antes de abandonar el equipo de su vida. Levantó el trofeo de campeón.
La Copa era suya más que de nadie. Por eso Juanfran le cogió del hombro cuando esperaban para recoger su medalla de campeones de la Liga Europa y Enrique Cerezó lo abrazó, igual que el Rey Felipe VI, que le decía cosas al oído mientras el trofeo esperaba por fin a su dueño. Fue el capitán, Gabi, el que la cogió del pedestal, pero se la entregó de manera inmediata a Fernando para que fuera él quien la levantara para la foto. Para que la imagen que quede en la historia sea la de Torres con la Copa. Fue él también el que agarró el trofeo para enseñárselo a su público y se animó a coger el megáfono para gritar lo que todo el mundo ya sabía: «Te quiero Atleti».
Es lo que llevaba esperando desde niño. Se quita la camiseta rojiblanca con la ilusión cumplida de ganar por fin un título con el equipo de su vida. Ésa era su mayor obsesión, cuando llegó en enero de 2015 al Vicente Calderón repleto de almas rojiblancas para recibir a uno de los suyos. Porque «Fer», con títulos o sin ellos, siempre ha sido un ídolo para la afición del Atlético. Sólo él ha conseguido que algunos miembros de su hinchada acudieran a animar a su equipo con una camiseta del rival, como sucedía cuando jugaba en el Liverpool. Su marcha estaba muy reciente y los aficionados sentían que un trocito de su escudo estaba enfrente, como si el enemigo fuera un poco menos enemigo. No era extraño ver en el Calderón camisetas rojas con el «9» de Torres y el escudo del Liverpool. Más extraño era ver las camisetas del Chelsea. Igual de extraño fue ver un gol del «Niño» al Atlético en las semifinales de la Champions, aunque no sirviera para apartar a los rojiblancos de la final de Lisboa, que luego terminó como terminó. Aquel fue el último tanto de Fernando con el equipo londinense. Y apenas ocho meses después estaba de vuelta en casa.
La mitología rojiblanca tiene tres nombres que la afición corea en cada encuentro. El de Luis Aragonés, el hombre que marcó el primer gol del Atlético en una final de la Copa de Europa y que después como entrenador consiguió la Copa Intercontinental para el club, el hombre que no dejaba que pisaran el escudo; el de Simeone, que ganó la Liga como entrenador y como jugador y que llevó al Atlético a jugar dos finales de la Liga de Campeones; y el de Fernando Torres, el ídolo que no necesitaba ganar nada para ser ovacionado.
«En el plano personal es un orgullo, una ilusión y una realidad buscada. Ojalá el domingo tenga la despedida que se merece por todo lo que le ha dado al club», dice Simeone. «Yo nunca le regalé nada y no se quejó por ser campeón del mundo. Deja un legado para sus compañeros que es el trabajo, la insistencia y no bajar nunca los brazos. Es un legado enorme para muchos compañeros que tienen que aprender», asume el Cholo.
Fernando ya era un ejemplo para todos los jugadores que llegaron después desde la cantera, como Koke o Saúl, que disfrutan más del éxito por compartirlo con su ídolo. Es el único futbolista que ha ganado participando desde el césped en las finales del Mundial, la Eurocopa, la Liga de Campeones y la Liga Europa. Lo único que le pesaba de todos esos títulos es que ninguno lo había conseguido con la camiseta del Atlético. Él, que disfrutó desde la grada el año del doblete, que vivió desde el exilio la Liga de 2014, que paseó la bandera rojiblanca por las calles de Madrid en el desfile triunfal después de ganar la Copa del Mundo con España, merecía marcharse con una recompensa. Para eso se había desplazado hasta Lyon su familia. Su mujer, sus suegros y sus tres hijos querían verle levantar un trofeo antes de la despedida como rojiblanco.
Ahora ya lo tiene, pero tuvo que esperar pacientemente en la banda a que llegara su momento. Estuvo calentando durante toda la segunda parte, pero Simeone sólo se permitió un ejercicio de sensibilidad cuando Gabi marcó el tercero y el marcador del Atlético tenía más goles que minutos le quedaban al partido. Torres se va, pero se despide como campeón. Porque todo lo que termina no tiene por qué terminar mal.
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