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Final histórica de la Libertadores: La tercera guerra mundial

Boca y River llevarán la rivalidad más caliente del planeta a la final de la «Champions» de Suramérica. «El que pierda tardará veinte años en recuperarse», dice el presidente Macri

Cartel con el que la Conmebol anuncia la final de la Libertadores entre River Plate y Boca Juniors
Cartel con el que la Conmebol anuncia la final de la Libertadores entre River Plate y Boca Juniorslarazon

Boca y River llevarán la rivalidad más caliente del planeta a la final de la «Champions» de Suramérica. «El que pierda tardará veinte años en recuperarse», dice el presidente Macri.

Hay que imaginarse un Real Madrid-Barça o un Betis-Sevilla en la final de la Champions y multiplicarlo por mil para hacerse una idea aproximada de lo que va a suponer ver enfrentados a Boca Juniors y River Plate en la próxima final de la Copa Libertadores. Una tercera guerra mundial con un balón de por medio y la pasión incontrolable con la que se vive el fútbol en Argentina. El mismísimo presidente del gobierno ya dijo hace unos días que no deseaba que los equipos más seguidos del país se enfrentasen a dos partidos por el título. «No quiero una final Boca-River, serían tres semanas de no dormir y el que pierda va a tardar veinte años en recuperarse. La verdad es que prefiero que gane uno de los brasileños», aseguraba Mauricio Macri, temeroso de lo difícil que iba a ser garantizar la seguridad esos días. Lo que era sólo una posibilidad se cumplió después de que Boca y River eliminaran a Palmeiras y Gremio, respectivamente. Los brasileños de los que hablaba el presidente argentino no pudieron evitar una final que va a ser algo más que histórica y que, evidentemente, se va a jugar muchos días antes y meses después de que terminen los 180 minutos.

Boca resistió a Palmeiras con los goles de Benedetto y River remontó a Gremio en Porto Alegre con un penalti señalado por el VAR en el minuto 93. Con polémica pasó a la final el conjunto millonario, que tiene pendiente una sanción porque su entrenador, el Muñeco Gallardo, entró al vestuario en el descanso a pesar de estar sancionado. Los brasileños piden la eliminación de River, pero no parece que el delito sea suficiente para privar al mundo del partido de todos los tiempos.

La pelea entre River y Boca ya ha arrancado con la designación de la fecha y la hora de los encuentros. La Conmebol anunció ayer que la ida será en La Bombonera el 10 de noviembre a las 16:00, y la vuelta, el 24 también por la tarde, evitando la última semana de mes, en la que hay reunión del G20 en Buenos Aires, y facilitar así el enorme dispositivo de seguridad.

Los hinchas de Boca ya están apretando a su presidente para que proteste. «River se caga en La Bombonera, que de noche tiembla con los petardos y los cánticos», dicen los xeneizes, convencidos de que su rival ha trabajado en los despachos para jugar a la luz del sol. El presidente de Boca, Angelici, ha anunciado que recurrirá esta decisión «por respeto a la comunidad judía». El sábado 24 coincide con el Shabat y solicita cambiar el día o retrasar el comienzo del choque, ya que esa fiesta religiosa termina a las siete de la tarde. Vamos, que el dirigente de Boca quiere jugar de noche como piden sus seguidores, y cualquier excusa parece buena cuando se trata de ganarle a River y viceversa.

Nadie en Argentina sabe cómo terminará la batalla, pero los precedentes no son buenos y por eso se hacen llamadas a la calma y al civismo. En 2015, se encontraron en octavos de este torneo y la segunda parte de la vuelta en la Bombonera no se pudo jugar porque los futbolistas de River fueron atacados desde la grada con gas pimienta. Ahí se acabó el torneo para Boca, que siempre negó haber tenido algo que ver con lo sucedido. Se prohibirán las aficiones visitantes en los estadios y las seguridad será máxima. Macri ha pedido que se aproveche «para mostrar al mundo el nivel de madurez del pueblo argentino». La hinchada que gane tendrá argumentos de por vida para meterse con sus rivales. Los que pierdan no querrán ni ir a por el pan al día siguiente por no aguantar el chaparrón.