F. C. Barcelona
A las órdenes de Messi
Desde la temporada 2004/05, la primera del argentino como azulgrana, el Barça ha ganado ocho Ligas. El objetivo de Luis Enrique y de todo el club es que se siga sintiendo a gusto una temporada más. El resto tiene una importancia relativa
Desde la temporada 2004/05, la primera del argentino como azulgrana, el Barça ha ganado ocho Ligas. El objetivo de Luis Enrique y de todo el club es que se siga sintiendo a gusto una temporada más. El resto tiene una importancia relativa
Sobre la Liga versan estas páginas y en la Liga, ahora mismo, hay un dominador claro: el Fútbol Club Barcelona, vencedor de ocho de las doce últimas ediciones. ¿Por qué hacer ese corte arbitrario desde la temporada 2004-05 y no antes ni después? Muy sencillo, porque aquella campaña debutó en Primera Leo Messi, máximo goleador histórico desde entonces. Un matiz a lo escrito, o sea. En la Liga, ahora mismo, hay un dominador claro: el semidiós Leo Messi, vencedor de ocho de las doce últimas ediciones, y a muchísimos kilómetros de distancia se agolpan todos los demás, hombrecillos de carne mortal. El destino del Barça en el curso entrante, por eso, será el de su estrella. Otra vez. No puede ser de otra manera cuando se cuenta con un futbolista tan determinante. Y por eso, en el Camp Nou, se teme más a Cristóbal Montoro y a sus inspectores que al defensa más bragado de cualquier rival.
El gran reto del entrenador del Barcelona desde hace una década es generar el contexto adecuado, tanto futbolístico como extradeportivo, para que Messi brille. Es quizás la única misión del técnico culé, se llame como se llame, y en ello se afanan Luis Enrique y cuantos conforman la dirección deportiva de un club que consulta con el entorno del futbolista argentino cada movimiento del mercado. Así, es intocable la configuración de tres estrellas, Leo y sus dos cuates, más un puñado de secundarios liderados por el excelso Iniesta y la pareja Mascherano-Piqué, generadores de juego y carácter respectivamente. Todo lo demás carece de importancia o digamos mejor, por no parecer categóricos, que tiene una importancia muy relativa.
Dicho lo cual, no puede afirmarse que haya sido un verano anodino en Can Barça, adonde todavía falta por llegar ese cuarto delantero que alivie las bajas episódicas del tridente. Gameiro y Vietto se escaparon porque Bartomeu no se decidió a exprimir la billetera, pero también porque no resulta sencillo convencer a un futbolista de alto nivel para que se enrole en un plantel en el que le tocará recoger las migajas que le dejen Messi, Luis Suárez y Neymar. Por ahora, Munir sigue siendo el cuarto elemento del ataque azulgrana, pero es seguro que antes de que expire el periodo de mercado veraniego, el próximo 31 de agosto, llegará un delantero porque la evolución del hispano-marroquí no responde a lo que fueron sus ilusionantes inicios. Puede que el valencianista Paco Alcácer esté de camino.
Sí ha habido movimiento en la defensa, una línea que Luis Enrique ha querido rejuvenecer con la eyección de los treintañeros Dani Alves y Adriano, suplidos por los franceses Digne y Umtiti, dos campeones mundiales juveniles de 2013 con la generación de Pogba. La fluidez de la temporada barcelonista dependerá en buena medida de la capacidad de adaptación de estos futbolistas, gente que debe aportar para descargar de minutos a los titulares y no acomodarse en el banquillo sin ninguna intención de poner al técnico en un aprieto al estilo de Vermaelen, Aleix Vidal u otros «Chigrinskis». Si el equipo tiembla cada vez que el once tipo padece una ausencia, la cosa se torna demasiado estresante.
El centro del campo registra las incorporaciones de André Gomes y Denis Suárez. Se trata de dos futbolistas enamorados del balón que encajan a la perfección en la filosofía del Barcelona y cuya polivalencia servirá a Luis Enrique para modificar su dibujo del 4-3-3 al 4-4-2 cuando falte alguno de los de arriba. En muchas fases de la temporada pasada, el Barcelona olvidó el pincel del toque para resolver partidos incómodos –la final de la Copa del Rey, sin ir más lejos– con el mazo del contragolpe y para esa tarea es necesaria una abundancia de mediocampistas fajadores, pero con buen pase para lanzar las flechas. Porque el estilo, como casi todo en la vida, es innegociable... hasta que resulta necesario negociar.
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