Atlético de Madrid
Borja Garcés salva al Atlético frente al Eíbar (1-1)
El equipo no encuentra el camino y cada día tiene el campeonato más lejos. Simeone no da con la tecla del once, pese a las bajas, y cuando cambia a Rodrigo por Borja Garcés, el canterano que hizo el tanto del empate en el último suspiro, la afición le silba. El Eibar, bien.
El equipo no encuentra el camino y cada día tiene el campeonato más lejos. Simeone no da con la tecla del once, pese a las bajas, y cuando cambia a Rodrigo por Borja Garcés, el canterano que hizo el tanto del empate en el último suspiro, la afición le silba. El Eibar, bien.
Simeone como Hamlet es prisionero de la duda y el Atlético no encuentra el camino, no acaba de arrancar y se despeña poco a poco en sus aspiraciones de ser campeón, o, por lo menos, dar guerra a los dos grandes. El Eibar, agarrado a su portero, a su buen sistema táctico y a su trabajo, le sacó los colores por mucho que se empeñen los amigos de la estadística en contar que hubo 18 llegadas, 14 córners y un sinfín de cosas buenas. El desaguidado total, que estuvo a punto de consumarse, tras el gol de Sergi Enrich lo arregló el canterano Borja Garcés (melillense, 19 años) con las manecillas del reloj a punto de decir basta.
Cinco puntos en cuatro jornadas hablan de que algo falla en el equipo. Dice Simeone que hay que apelar a la tranquilidad y pide fortaleza a los suyos. Tiene razón desde el punto de vista del entrenador, pero la tranquilidad del aficionado no es la misma. Y por eso cuando se levanta la tablilla para que se vaya Rodrigo y entre Borja Garcés suenan los pitos. La afición no entiende el cambio del canterano, que era el único que tenía las ideas claras en el centro del campo, en esta etapa en que Saúl y Koke juegan a otra cosa, y muestra su disconformidad al técnico.
Simeone no es culpable de que Saúl brille con la Selección y no de rojiblanco. Tampoco de que Koke ande despistado, que no se ubique cuando juega por la derecha y que cuando lo hace centrado, como en los últimos minutos, no encuentre los pases que ha ensayado toda la semana. De Lemar se sabe que saca muy bien los córners y poco más. Se enreda mucho con el balón, lo mismo que cuando sale Correa por él. Y eso lo agradecen los defensores del Eibar, sobrios, seguros, que no se preocupan cuando Griezmann, Saúl y Godín están cerca del gol porque tienen en Dmitrovic un portero de lujo.
Y así trascurre la función. El Eibar ha avisado con un disparo de Koke que roza el larguero, pero no ha inquietado a Oblak. En el Wanda no hay miedo. Se espera que en una de esas acciones aisladas Griezmann y Diego Costa –doce partidos sin marcar en Liga– acierten, pese a que casi siempre reciban el balón en desventaja.
El Atlético se esfuerza tras el descanso. La reanudación fue fulgurante y en tres minutos llegaron cuatro oportunidades. Costa y Koke tiran cruzado y fuera, mientras Dmitrovic evita el remate de Griezmann y el de Diego Costa. Desesperación, sale Correa, llega el cambio de los pitos y el equipo ya no frena las contras eibarresas. Sergi Álvarez, De Blasis, Jordan buscan a Oblak, pero también yerran en acciones claras. Hay un pepinazo al larguero de Arbilla. Era el aviso porque en la siguiente llegada marca Sergi Enrich. Se acomodó correctamente el balón y batió a Oblak porque nadie de los defensores –Godín y Juanfran andaban por allí– acertó a despejar.
Mendilibar gritaba, salía de la zona técnica y pedía concentración. El reloj era su aliado ante un Atlético que sacaba orgullo,que metía balones aéreos, que trataba por las bravas, con el juego directo, de encontrar, al menos, el merecido punto al que se había hecho acreedor pese a sus defectos, pese a sus cortocircuitos, pese a las dudas de su entrenador, a la hora de confeccionar el equipo. Y apareció Borja Garcés para empatar. El canterano tiene gol, desparpajo y se mueve con soltura. Evitó la debacle, pero no que los aficionados se fueran con muchas dudas. Las mismas que tiene Simeone.
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