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Un tristísimo Sevilla ante el Manchester City (3-1)

Los suplentes del City remontan a los de Sampaoli, dóciles ante la derrota a pesar de irse al descanso ganando

Riyad Mahrez supera a Bono en la acción del tercer gol del Manchester City ante el Sevilla
Riyad Mahrez supera a Bono en la acción del tercer gol del Manchester City ante el SevillaRui VieiraAgencia AP

El único objetivo realista de este Sevilla en puesto de descenso era ser tercero por delante del Copenhague, lo que garantizó la semana pasada. Así, la visita al todopoderoso Manchester City, con el derbi en el campo del Betis a tres días vista, debía saldarse con el menor daño posible y eso hicieron los sevillistas, que aguantaron en ventaja hasta el descanso para firmar una derrota honorable (3-1) en la segunda mitad.

Salió con un nueve Sampaoli al Etihad. Un nueve de nombre, que no de oficio, porque Rafa Mir arrancó como extremo derecho y desde ahí le volvió la vida dura al bisoño Sergio Gómez, que le vio la matrícula en dos carreras tempraneras que el cartagenero culminó con un tiro fuera y otro, sin ángulo, detenido por Ortega. Era un Sevilla atrevido, aunque con sistema otra vez indescifrable, el que se atrevía a mover la pelota en las barbas de los chicos de Guardiola, que presionan altísimo, aun a riesgo de conceder ocasiones como la que tuvo Palmer, tiro avieso que rozó la cruceta, en la primera pérdida en zona sensible.

Huérfanos de sus estrellas, los ingleses amagaban mucho sin dar y el Sevilla quería, aunque podía poco, sobre todo por la velocidad que imprimían Mir y Acuña en los costados. El experimento de doblar laterales no le salió mal del todo a Sampaoli en el Bernabéu –allí fue en la derecha con Montiel y Navas– y repitió en Manchester con el ‘Huevo’ por delante de Rekik, que postula a central en el derbi después de la lesión de Marcao al filo del descanso. Un intermedio al que se llegó con ventaja sevillista al cabecear Rafa Mir un córner pasado de Isco.

La prueba de la escasa importancia que el técnico sevillista le concedía al encuentro fue que aceleró los cambios, consciente de que era más importante dosificar esfuerzos que buscar un resultado apenas honorario. Alex Telles y Suso salieron en el descanso para que respirasen Acuña y Papu Gómez, dos relevos que acochinaron al Sevilla en un inicio de segundo periodo aterrador, de ésos de no oler la pelota, fruto del cual llegó enseguida el empate, anotado por el novel Rico Lewis. Con Rodri y Bernardo Silva sobre césped, el City iba pareciéndose más al City y su dominio, por consiguiente, era por momentos apabullante.

El segundo gol local certificó que este Sevilla está para sopitas y buen vino. Guardiola había sacado a De Bruyne porque las ocasiones llegaban por goteo y al fútbol de los suyos le faltaba fluidez. Olisqueando el cuarto de hora final, pensaron los visitantes que valía la pena intentar algún ataque, siquiera por abandonar durante unos segundos la trinchera. Suso y Lamela se animaron a pisar campo contrario, se le fueron los defensores detrás y… un balón en profundidad tras pérdida dejó al supersónico Julián Álvarez solo ante Bono, al que recortó y batió con la zurda. Las buenas intenciones sevillistas chocaban con la dura realidad: no hay piernas para salir con la pelota ni para volver sin ella. No hay nada que llevarse a la boca, literalmente.

Sampaoli, rendido admirador de Guardiola, es un gran propagandista de sí mismo que quiso mostrarse en la casa de su maestro ordenando a sus defensas riesgos suicidas en la salida de balón. Así perdió el joven José Ángel Carmona el balón del 3-1, anotado por Mahrez tras robarle la merienda Julián Álvarez, «man of the match» con un gol y dos asistencias.