Real Madrid

Lo que mal empieza...

El delantero del Villarreal Roberto Soldado (2d) celebra su gol, primero del equipo ante el Real Madrid
El delantero del Villarreal Roberto Soldado (2d) celebra su gol, primero del equipo ante el Real Madridlarazon

Fueron quince minutos en los que los jugadores del Villarreal volaban, presionaban arriba, mientras el Madrid intentaba situarse, porque no se enteraba de nada.

Fueron quince minutos en los que los jugadores del Villarreal volaban, presionaban arriba, mientras el Madrid intentaba situarse, porque no se enteraba de nada. No sabía sacar el balón y cuando no daba pelotazos, lo perdía enseguida, muy cerca del área, ahogado por el empujón de los locales, que sabían que en ese comienzo les iba la vida. Lo aprovecharon bien y con ese impulso y la resistencia tras el descanso se llevaron los tres puntos y acabaron con el optimismo de Benítez. Otra vez, y van varias esta temporada, el entrenador blanco tiene que revisar a su equipo y tiene que hacer un esfuerzo para ser optimismo. No termina de romper contra los equipos que le exigen ni aprovecha las oportunidades que le dan los competidores por la Liga.

Todo se escapó en un robo de Bruno casi en el área del Real Madrid. Modric recibió de espaldas y el centrocampista rival no le dio la opción de girarse. Cuando el croata quiso darse cuenta, en balón ya había llegado a Soldado, que remataba por debajo de las piernas de Keylor Navas. Ahí estuvo el partido.

Después fue una lucha agónica y tremenda del Madrid contra el reloj, contra la defensa rival, contra la mala suerte y la impotencia. Porque los quince minutos del comienzo, lo que tardó en hacerse con el campo, le pesaron durante todo el encuentro y vuelven a instalar a la entidad en una zona de incertidumbre. El grupo de Benítez no termina de completar un ciclo de partidos satisfactorios con los que contentar y hacer creer a los suyos.

Ayer, en El Madrigal, tras el gol, el Real Madrid estuvo el resto de la primera parte intentando hacerse con la situación, con Modric al mando, pero sin mucho juego. Le costaba crear porque tiene un problema de conexión con los jugadores de ataque. Bale, Cristiano y Benzema pasaron inadvertidos antes del descanso, con sólo un par de pases del galés desde la derecha, su sitio de partido. No hubo muchas más noticias antes del descanso. Pero por lo menos, había recuperado la entereza.

Fue una especie de transición para lo que ocurrió después, cuando el equipo de Benítez se transformó en un vendaval, que hizo más incomprensible, más criticable su comienzo. En un arranque de orgullo y de necesidad, el equipo blanco pasó toda la segunda mitad a la carga, con fútbol, con emoción y voluntad, con muchos centros al área y con algunos remates de Benzema que tuvieron que acabar en gol. Danilo y Marcelo eran extremos. El lateral izquierdo lo dejó todo: desde el virtuosismo en el regate hasta centros al área para terminar cojo antes de que acabase el partido. Salió por el Jesé y Gareth Bale terminó, por primera vez desde que está en el Madrid de lateral izquierdo.

Sufrió mucho el conjunto de Marcelino, que hubo un momento que no creía en su suerte. Sobre todo durante los primeros quince minutos de la segunda parte, cuando no supo por dónde llegaban los rivales. Se olvidó de la portería de Keylor Navas y a diferencia del conjunto atrevido y con toque del principio se transformó e una muralla defensiva, con Jonathan, el extremo, como un defensa más, tapando huecos, mientras el Madrid bombardeaba desde la banda y no alcanzaba un remate por poco o un cabezazo de Benzema se iba fuera o un tiro de lejos rebotaba en alguna pierna. No se le puede reprochar nada al equipo madridista en su pelea para arreglar lo que se había roto antes.

Tras el empate del Barcelona el sábado, se había marcado el choque de ayer como una fecha clave para recortar distancias y confirmar, frente a un equipo poderoso como el Villarreal, que las victorias anteriores frente a conjuntos inferiores eran un síntoma de recuperación. Si se pudiese resumir el partido en la segunda mitad, si se pudiese olvidar el principio, esa imagen seguriría. James se puso al mando de las operaciones y Marcelo imaginaba por la banda izquierda. Los delanteros ofrecieron la movilidad que no tuvieron antes. El Madrid pudo mover la pelota, dominar la situación y no depender de los pases en largo con los que Pepe y Ramos querían mover al equipo durante la primera mitad. Ahora ambos jugaban casi en el centro del campo y llegaban al corte con limpieza.

Y sin embargo, no llegó el gol y sí la desesperación del que no le sale nada. Era remar contracorriente, contra sí mismo. En quince minutos había tirador por la borda todo el trabajo hecho desde el clásico.