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Paco Jémez: «No quiero ganar un solo punto que el equipo no merezca»
El balón es muy importante para el Rayo y para su entrenador. Los jugadores entrenan para alargar las posesiones y Paco (Las Palmas, 1970), desde el centro del campo, no para de dar instrucciones: «Demostrad lo buenos que sois. Vamos, un minuto, todo el mundo quiere que le vean, todo el mundo quiere salir en la tele». Los jugadores le escuchan y después, cuando acaba el entrenamiento, Paco sigue hablando.
–¿Sería capaz de decir alguna vez que prefiere ganar a jugar bien?
–No lo vais a conseguir nunca. Nosotros, si no jugamos bien, no vamos a ganar nunca. Tenemos que estar muy, muy bien, hacer las cosas perfectas. Y una de las cosas que tenemos que hacer es mantener la posesión. Cuanto más tiempo le quitemos el balón al contrario más posibilidades tendremos de hacerle daño. No quiero que mi equipo gane ni un solo punto que no se merezca. Quiero que mi equipo se merezca ganar. Yo no quiero empatar los partidos. Quiero ganarlos o perderlos. Cuando una victoria vale tres puntos hay que hacer todo lo posible por ganar. El empate no sirve de mucho.
–Todo o nada.
–Yo entiendo que el fútbol tiene que ser así, no valen medias tintas. La gente pone tanta ilusión en nosotros que no la puedes defraudar y la manera más fácil de defraudar es la mediocridad. Nosotros vamos y vamos y si yendo, nos dan, pues nos dan. Pero cuando vamos, la gente se divierte mucho con nosotros. No nos da miedo perder un partido, ni encajar cuatro goles. Somos de mollera dura. Nos gana un equipo 6-0, pues hemos perdido tres puntos y pensamos en el siguiente.
–¿Le costó mucho explicar a los jugadores que éste era su estilo y que el Rayo tenía que jugar así?
–Yo llevo así desde que empecé a entrenar, no es una cosa que se me haya ocurrido al llegar al Rayo. Los jugadores lo aceptan bien. En el fondo lo que les pedimos es algo sencillo: que jueguen bien al fútbol. Es cierto que les exigimos que corran riesgos que no corren en otros sitios. Ésa es la parte que más cuesta que entiendan, que para jugar como nosotros jugamos necesitamos generar riesgos.
–¿Si a usted le cambiara un entrenador a los veinte minutos, qué pensaría?
–No he quitado nunca a nadie porque tenga un fallo. Quito a alguien porque no hace lo que tiene que hacer. Si hay un jugador en el campo que no está haciendo lo que tiene que hacer, no puedo faltar al respeto a los compañeros manteniéndolo a él en el campo. Me puedo equivocar poniéndote, pero no me puedo equivocar manteniéndote cuando tú no te estás ganando esa confianza. Al final no es una cuestión del equipo, es cuestión de faltarle el respeto a la gente que ha pagado.
–¿Los jugadores lo entienden?
–Deberían entenderlo. Yo intento que lo entiendan. No se trata sólo de imponer, se trata de que ellos entiendan por qué hago eso y se lo explico y se lo razono. A nadie le gusta que lo cambien a los veinte minutos. Pero a mí tampoco me gusta cambiar a nadie a los veinte minutos. Cuando saco a un jugador quiero que esté los noventa minutos. Eso es buena señal para el equipo. Cuando tengo que hacer un cambio a los quince minutos es porque algo está fallando. Los futbolistas no son tontos. Saben perfectamente lo que están haciendo, lo que hacen y lo que dejan de hacer en el campo.
–¿Una parte importante de su trabajo es convencer a los jugadores de que crean en usted?
–La más importante. El entrenador puede conseguir las cosas de un jugador por dos vías, obligándole, que es una vía que algunas veces se utiliza y que algunas veces es válida, o convenciéndole. A corto plazo, obligar da buenos resultados. A largo plazo, casi nunca. El convencimiento, todo lo contrario. Te cuesta un poquito más al inicio, pero luego dura más. Quiero que los jugadores hagan las cosas sabiendo por qué las hacen, no porque yo se las mande. A una persona cuando trabaja convencida de lo que hace se le saca más rendimiento.
–¿Cómo lo hace para construir un equipo nuevo cada año?
–Este año tenemos 18 caras nuevas. Eso es un hándicap añadido porque necesitas más tiempo, que no tienes, y ese tiempo se lo tienes que quitar a la competición. Es muy raro que un equipo no cambie a nadie de un año a otro porque llega la rutina y ahí es donde aparece la mano del entrenador, porque si un equipo se aburre, está muerto. Pero lo que nos pasa a nosotros es muy raro.
–Un partido como el de hoy, ¿se lo plantea para hacer daño al Barcelona o para que no se lo hagan a su equipo?
–Lo primero que pienso es que si nosotros no conseguimos que el Barça se sienta incómodo en nuestro campo, vamos a pasar una tarde de perros. Cuando no tenemos el balón, debemos ser muy agresivos, presionantes: no dar tiempo al Barça a pensar. Pero con eso sólo no vamos a ganar. Tenemos que ser valientes y tener argumentos suficientes como para crear ocasiones.
–Ahora que juega más atrás, ¿Messi es más peligroso?
–Cuando se descuelga a situaciones intermedias genera mucho desconcierto porque los centrales normalmente no tienen esa valentía de dejar un agujero atrás para salir a presionarlo. Y, además, no ha perdido la capacidad de marcar. Cuando coge el balón en tres cuartos y se puede dar la vuelta y empieza a correr es cuando realmente es peligroso.
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