Copa del Rey
Una galopada hacia la gloria
Bale decidió su primera final con el Real Madrid tras una arrancada que ya está en la historia del equipo blanco
«Nos va a dar muchas alegrías», decía Florentino Pérez de su última estrella. El presidente ha invertido fuerte en el galés, que no ha tardado nada en dar beneficios. La de ayer era la primera final como titular de su carrera y la segunda de su vida deportiva. Los focos le apuntaban por la ausencia de Cristiano y por el precio de su fichaje y Bale respondió con el último grito, el del gol de la victoria, el que decidía la final que el Madrid necesitaba para comenzar el asalto al triplete esta temporada. Fueron ocho segundos que todo el madridismo vivió en pie, conteniendo la respiración esperando a ver el balón en la portería para abrir la garganta y celebrar el triunfo. Seis toques le dio a la pelota, casi 60 metros de carrera que Bartra no acertó o no pudo frenar con una falta que pedía toda la parte azulgrana de Mestalla.
Gareth se salió del campo para tener espacio y velocidad y volvió a entrar para enfilar a Pinto sin compasión. Después de marcar siguió corriendo hasta la otra banda, donde Xabi Alonso fue el primero que pudo alcanzarlo para darle un abrazo: «Ha sido un gol increíble, no sé si alguna vez he visto algo así», decía el mediocentro en Televisión Española, alabando la capacidad de definición de su compañero, al que le costó adaptarse, pero ha tardado muy poco en entrar en la historia de su nuevo equipo. Esta final será para siempre la de aquel gol de Bale, la de aquella carrera incontenible, que dio un golpe más al que dicen es el fin de un ciclo en el Camp Nou.
Olvidado su verano sin pretemporada y las lesiones musculares que le lastraron en los primeros meses de competición, Gareth ha alcanzado la plenitud física que necesita para ser decisivo. Ha encadenado 17 partidos como titular y 13 de ellos los ha jugado completos sin rastro de lesiones. El «Expreso de Cardiff» no es de cristal y ayer, partiendo desde la izquierda, fue el segundo delantero junto a Benzema. Ancelotti cambió el plan y se defendió con una línea de cuatro centrocampistas que completaban Isco y Di María. El galés quedaba en la media punta para bajar los balones largos y arrancar una y otra vez. Cinco remates intentó: desde uno demasiado cruzado al comienzo hasta el que acabó llevando la Copa a La Cibeles. Uno de sus intentos se fue alto, otro lo tapó Mascherano y también rozó el gol en un punterazo que tocó por fuera la red barcelonista. Noventa minutos preocupando a Busquets y los cuatro defensas azulgrana. Al final, una sonrisa incontenible camino del autobús: «Hemos jugado todo el torneo muy bien. Todos trabajamos y cada uno de nosotros lo merece. Lo más importante es que trabajamos duro como equipo», decía el extremo, que progresa con sus clases de castellano pero todavía no se atreve a ponerlo en práctica ante las cámaras. «No me siento con la confianza suficiente para hablar en español», insiste.
En esta asignatura está un poco más retrasado que en la de hacer historia en el Real Madrid. En Mestalla fue decisivo en la primera de las noches por las que dejó el Tottenham. En 228 días ya ha ganado un título, en un partido en el que reinó por la banda en la que faltaba Cristiano.
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