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Así explicaba Sandra Sánchez lo que significa para ella un kata

La campeona olímpica asegura que tiene que «poner la piel de gallina, aunque no entiendas lo que ves»

Sandra Sánchez, con su entrenador y esposo Jesús del Moral
Sandra Sánchez, con su entrenador y esposo Jesús del MoralLavandeira JrEFE

Ni la mascarilla puede ocultar la sonrisa de Sandra Sánchez (Talavera de la Reina, 39 años). Es un torbellino respondiendo, con carcajadas, gestos, palmadas... Ahora es la número uno del mundo en la modalidad de kata y campeona olímpica, pero antes tuvo que recorrer otro camino complicado: con 20 años dejó el CAR para estar con su madre, a la que diagnosticaron un cáncer, lo que no se interpretó bien y le dieron un poco de lado en su deporte. Se fue a vivir a Australia para aprender inglés, dejó la competición, que no el karate; regresó, aunque tenía que pagarse ella los desplazamientos a los torneos, fue fichada por un club de Dubái, en el que estuvo dos años, y por fin le llegó la posibilidad de ir con la selección ¡con 33 años! Ganó Europeos, Mundiales y se convirtió en la mejor. Como para escribir un libro. Atendió a este periódico un día después de vacunarse en un acto de Iberdrola, empresa que ha apostado fuerte por el deporte femenino.

–¿Qué tal la vacuna?

– Todo bien, con el brazo dolorido, si me das algún golpe o lo que sea en la zona digo: «¡uy!». Pero bien. Me pusieron la de Pfizer y en 21 días la segunda dosis. Hay que cuadrarlo con el calendario, que ha sido lo más complicado.

–El gran momento olímpico ya se acerca. ¿Cómo está?

–Pues con ilusión, ganas, con mucha emoción contenida. Ha sido un año largo, complicado, pero cada vez se ve más cerca y eso me saca una sonrisa cada mañana.

–Ha sido un año complicado y cinco de preparación, con Tokio en mente. ¿Agobia hablar tanto de los Juegos?

–De momento no he sentido ese agobio. Es verdad que tenemos un año de más, pero para el karate son los primeros Juegos Olímpicos y entonces yo lo interpreté como un regalo de vivir este ciclo olímpico como un año más, dejando a un lado el lamentable motivo por el que ha llegado ese año. Pero me ha hecho vivir el camino olímpico un poquito más largo de lo habitual.

–¿Se disfruta de ese camino?

–La competición va a pasar así [gesto de velocidad], y no te vas a dar cuenta y se ha terminado, pero todo lo que estoy viviendo gracias a este camino olímpico son cosas que no viviría si no fuera por los Juegos, entonces lo disfruto, lo vivo, no estaría aquí hoy si no fuera por Tokio... Cada cosa que sucede lo hace por eso.

–Hay mucha diferencia entre ser un deporte olímpico o no...

–Sí. También acompañan los resultados, pero si no estás dentro de los Juegos, que es lo que nos da pena para 2024 en París, no estás dentro de todo esto. Al final es una rueda y si le quitas un trozo no gira.

–Y la manera en la que el karate quedó fuera de 2024: sin poder demostrar nada, pues debuta en Tokio, deja de ser olímpico.

–Claro, es que en verdad no tenemos una explicación, no hemos hecho ni la puesta en escena para que digan: «Oh, qué desastre». De hecho, creo que va a ser todo lo contrario, espectacular. Todos los motivos deportivos los cumplimos, pero hay tantas cosas fuera del deporte que te dejan una sensación enorme de impotencia e injusticia.

–¿Cuál es el plan de aquí a que empiecen los Juegos?

–¡Entrenar mucho!

–¿Pero aquí en España?

–Nosotros estamos de normal en el CAR de Madrid, vamos a tener una concentración de una semana en un centro deportivo en Baleares; después, 15 días en Sierra Nevada, para hacer entrenamiento en altura. Bajamos, estamos la última semana en el CAR y nos vamos a Japón, a Fujinomiya, diez días antes para hacer la aclimatación, hasta que nos dejen entrar en la Villa Olímpica, y en cuanto podamos, ¡fiuu! [Y da una palmada].

–En su caso el calor y la humedad de Tokio no debe ser un problema, como para otros deportes.

–El problema va a ser sobre todo la diferencia horaria. A nosotros la temperatura entiendo que en el pabellón será más neutral, entiendo que no lo sufres tanto como si compites en el exterior, pero sí las horas de diferencia, sólo con los cinco días que nos dejan llegar para entrar en la Villa son pocos para la diferencia horaria que hay.

–¿Qué es para usted un kata?

–Un kata son una serie de técnicas preestablecidas donde estás haciendo un combate imaginario. Esa es su definición formal. Y los árbitros evalúan la fuerza, la velocidad, la potencia, el equilibrio. Para mí es magia, es algo más que esto. Cuando decimos que el karate es un arte marcial, tiene esa parte de arte, y el arte tiene que transmitir, sepa o no de karate, quien lo vea se tiene que emocionar. Aunque no sepa bien lo que estás haciendo, cuando se hace bien y desde el corazón la gente te dice: «Joer... Se te pone la carne de gallina». Pues para mí eso es un kata.

–¿Echa la vista atrás? Su viaje a Australia, dejar la competición, la explosión tardía...

–Sí que es algo que está presente, porque creo que yo soy yo por todo lo que he vivido, y eso también me hace entrenar y disfrutar de cada momento, porque valoro mucho todo lo que me ha costado llegar hasta aquí por todo lo que he tenido que vivir.

–Es usted mucho de frases motivadoras. ¿Cuál es la que le va a acompañar de aquí a los Juegos de Tokio?

–Yo creo que una que fue de las primeras que escribí: «No te canses de intentarlo y convertirás lo imposible en una realidad».

–Con la pandemia ha habido pocas competiciones. ¿Tiene referencias de las rivales?

–Es verdad que ha habido un vacío, no ha habido competición, la japonesa que es la rival a batir [Kiyou Shimizu], el último campeonato que hizo fue en 2019 la final conmigo, que gané aquí en Madrid, luego en París en 2020 se presentó a un campeonato y no llegó a la final e hizo bronce, y no volvió a salir. Hubo la pandemia, y lo siguiente que hizo fue en el campeonato de Japón, y, claro, yo quería verlo por Internet porque tienes que estudiar todo, y no ganó. Al final tienes que ver un poco cómo está, qué sucede, qué pasa, porque tienes que conocerlo todo, aunque luego mi trabajo tiene que salir al tatami independientemente de lo que hagan los demás, pero sí me gusta estudiar a todas mis compañeros.

–¿Se ha acostumbrado ya a competir sin público?

–Es extraño, nos vamos acostumbrando porque los últimos campeonatos los hemos hecho así, pero sí que es verdad que cuando llega la parte así importante del kata, el salto, el grito, esperas esos aplausos y sólo hay silencio y te quedas como: «Ay, qué mal lo he hecho». Esa energía que te transmiten... Pero también recibimos mucho cariño a través de las redes, los mensajes que nos llegan, e intento tener esas vocecitas en la cabeza y cuando hay ese silencio, pensar que esos aplausos están detrás de la pantalla, en casa, con la familia y que esa energía me llegue.

–Su familia no podrá ir finalmente a Japón, con los billetes que les compró...

–Es verdad, fue el regalo que quise hacerlos, al final yo estoy donde estoy gracias a la lucha que ellos han tenido desde que yo era pequeñita, y era una forma de agradecérselo. Pero al final nada, se quedan aquí. Pero lo que ellos quieren es que los Juegos se hagan, y si hay que verme detrás de la pantalla, pues detrás de la pantalla, ya haremos otro viaje juntos después.