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Opinión

Sólo faltan 1.098 días para que empiece París 2024

La primera (grata) sorpresa de los Juegos de Tokio ha sido fue la derrota de Megan Rapinoe y su antipática troupe identitaria

Megan Rapinoe, estrella de la selección USA de fútbol, en la derrota ante Suecia
Megan Rapinoe, estrella de la selección USA de fútbol, en la derrota ante SueciaAFP7 vía Europa PressAFP7 vía Europa Press

En muchos bares de Sevilla, colgado descuidadamente en cualquier pared, un pizarrín marca la cuenta atrás para el Domingo de Ramos. A las 23:30 del Sábado de Pasión, el tabernero busca un calendario del año siguiente para contar los días que lo separan del próximo comienzo de la Semana Santa porque, para el capillita hispalense, el momento más triste del año es la estampa del nazareno de ruan negro del Amor en el palquillo de La Campana pidiendo la venia para que pase La Borriquita. «Ya quedan sólo seis días para que esto termine», gimotean los devotos cofrades. Y sí, amigos, los “freakolympics” lloramos hoy porque dentro de dos semanas mal contadas, Tokio 2020 será historia y ya soñamos con los graderíos llenos en París 2024.

Antes de poner todos los relojes de casa a la hora japonesa y de comprobar que las tres pantallas simultáneas no se reflejan entre sí, la penúltima tarea del «quedado especial» –son los cuartos Juegos que cubro desde el salón para esta bendita casa– consiste en desempolvar los apuntes de Río 2016 para comprobar que todavía hay 71 países que buscan su primera medalla olímpica. Kosovo, Fiyi y Jordania inauguraron su palmarés en Brasil y este año es bastante probable que lo hagan Burkina Faso gracias al triplista Hugues-Fabrice Zango e Islas Vírgenes Británicas con Chantal Malone, una saltadora de longitud que se ha ido más allá de siete metros. Bosnia tiene a un par de atletas –el mediofondista Amel Tuka, que es un crack–, una judoca y un taekwondista que podrían sacarla también de la sequía.

Para el aficionado español, el partido de los chicos de Luis de la Fuente ante Egipto supuso ayer un jugoso preestreno que los más cafeteros saboreamos el miércoles con el arranque del fútbol femenino –alegrón para empezar por la derrota de la antipatiquísima Megan Rapinoe y su troupe identitaria contra Suecia– y, por estricto orden cronológico, con la victoria aplastante (1-8) de Japón sobre Australia en softball, que fue la primera competición en dar comienzo y que pudo seguirse en directo –como todos y cada uno de los minutos de los 339 eventos que componen el programa olímpico– a través de una plataforma de pago al módico precio de 6,99 euros. Menos de lo que vale un cubata, en fin, por vivir lo que ni me atrevía a imaginar cuando veía esos resúmenes de Moscú 80 a las nueve de la noche en la vieja Telefunken de la casa del campo. ¿Qué más se le puede pedir a la vida?

Estas vísperas han registrado el primer récord olímpico, el de goles en un partido de fútbol. El 10-3 infligido por los Países Bajos a Zambia en el torneo femenino rescató la memoria la historia trágica de aquella selección africana que, en Seúl 88, le infligió un humillante 4-0 a Italia en la fase de grupos.

La gesta sólo sirvió a los zambianos para llegar a cuartos de final, donde perdieron contra la Alemania de Klinsmann, Hassler y Riedle, y la mayoría de esos futbolistas pereció cinco años después en un accidente, cuando su avión se estrelló camino de Dakar, donde debían jugar un partido contra Senegal correspondiente a la clasificación para el Mundial 94. Sólo se salvó el goleador, Kalusha Bwalya, que viajaba por sus medios desde Eindhoven, ya que era jugador del PSV. Ahora es presidente de la Federación de Fútbol de Zambia.