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Jordi Xammar y Nicolás Rodríguez: un bronce en los Juegos de Tokio que empezó en los de Río

Nico estaba a punto de dejar la vela para ser odontólogo, su profesión, le llamó Jordi y juntos han trabajado estos cinco años para tocar la gloria olímpica en la clase 470

Jordi Xammar y Nicolás Rodríguez lograron el sueño de ganar una medalla olímpica en la clase 470 de vela
Jordi Xammar y Nicolás Rodríguez lograron el sueño de ganar una medalla olímpica en la clase 470 de velaOLIVIER HOSLETEFE

Los Juegos Olímpicos están llenos de historias increíbles y la de Jordi Xammar y Nicolás Rodríguez es la de un bronce que pudo no ser y que ellos se empeñaron en que sí fuera. Las decisiones que tomamos en nuestra vida nos van dirigiendo a un lugar y en el caso de Jordi y Nico ha sido al podio de Tokio en la clase 470 de vela. «Mis padres no querían que compitiera porque vienen del mundo del deporte y saben que es duro y a veces cruel», explica Xammar, ya tranquilo, con la medalla. «Pero no les salió bien. A mí lo que me gusta es competir», añade. Su padre, Pedro, era piloto profesional de motociclismo y quería que su hijo hiciera deporte, pero no de alta competición. Jordi se salió con la suya, empezó a navegar con cinco años y pronto descubrió que quería ir a unos Juegos Olímpicos. ¿Qué hubiera pasado si se hubiera impuesto el criterio de sus padres? Eso no se sabe. Pese a todo, el regatista catalán reconoció que ellos se lo han dado todo, que siempre le han apoyado y le han dado las facilidades para seguir adelante, que ese bronce es «un proyecto de familia».

Nico también quería navegar y competir, pero hubo un momento en el que no pudo. Hasta que una llamada lo cambió todo. Los de Tokio son los segundos Juegos de Jordi Xammar. En Río 2016 estuvo junto con Joan Herp, el que había sido su compañero durante los últimos nueve años. Eran los más jóvenes del equipo español en Brasil y terminaron duodécimos. Herp iba a cambiar de rumbo para estudiar y Xammar ya estaba pensando en Tokio. Desde el mismo aeropuerto de Río telefoneó a Nicolás Rodríguez y se lo propuso. Pero Nico, que empezó a navegar con ocho años en el Club Náutico de Vigo, estaba en Austria aprendiendo holandés, porque en Países Bajos, de donde era su novia, le habían ofrecido trabajo de odontólogo, que es su profesión y lo que estudió. Había dejado de lado la vela después de intentar ser olímpico con todas sus fuerzas, pero al final se quedó sin recursos económicos. La proposición de Xammar era tentadora, es lo que siempre había deseado. Y, claro, ¿cómo decir que no?, ¿cómo renunciar y luego, quizá, ver a Jordi en el podio de Tokio y pensar «yo podía haber estado allí»? Después de la llamada, tras pensarlo un poco, no demasiado, decidió que sí, que adelante, que estaba dispuesto a darse una nueva oportunidad. La foto del podio de Xammar se ha producido, pero con él al lado. «He pensado en que podía no haber estado aquí. Los trenes a veces pasan una vez y hay que cogerlos. Aunque no hubiéramos ganado el bronce, habría merecido la pena», reflexionaba Nico. El ciclo olímpico ha tenido el final perfecto, ya que en los últimos tres Mundiales habían estado siempre entre los tres mejores. Y al decir final, es final de verdad, porque la 470 ya no estará dividida en masculina y femenina en los Juegos de París 2024, sino que será mixta, así que sus caminos se separan si quieren volver a ser olímpicos, o bien tendrán que cambiar de clase. «Nos sabe muy mal porque formamos un gran equipo, creo que juntos somos mejores ambos. Mi novia me ha dicho que disfrutara del último día de navegar con Nico. El nivel que hemos llegado a tener cuesta mucho, y hoy lo hemos sacado todo», comentaba Xammar en Eurosport.

El comienzo del dúo no fue sencillo, aunque despegó rápido. Un mes después de la llamada, en septiembre de 2016, ya estaban entrenando. Les costó adaptarse, lógicamente, los resultados se resistían, pero Xammar reconoce que se iba a la cama «y sabía que iba a funcionar». Los más de 250 días al año que pasan juntos, con sus risas y sus discusiones, han dado sus frutos. Forman una pareja muy equilibrada: la energía, el estar dando vueltas todo el rato a la cabeza, el dinamismo de Jordi y la calma y el trabajo de Nico.

El último día partían desde la tercera posición, con opción de alcanzar la plata y lejos del oro, que estaba decidido para Australia. Los «aussie» sólo tenían que acabar la Medal Race. Lo hicieron en primera posición, para volver a demostrar que son los mejores. La presión extra para los españoles era que había varios barcos con posibilidades. Ante esa situación, lo primero es el autoconvencimiento. «Salimos sabiendo que era el día más importante de nuestra carrera deportiva. No sabes si esto se va a volver a repetir. Sabíamos que nos la jugábamos, pero también que teníamos el nivel», aseguró Xammar. «Esta mañana me he mirado en el espejo y me he dicho ‘’hazlo como quieras, pero vuelve con una medalla a casa’'», añadió. También eran conscientes de que «se podía escapar». La regata estuvo igualada, el barco español sufrió y por un momento lo pasó mal. Tenía que vigilar a Nueva Zelanda, el peligro por el bronce, que terminó dos puestos por delante (tercero) en la Medal Race, pero con eso no le valía para la general. El quinto lugar de Jordi y Nico sirvió para conservar el sitio en el podio.

La locura llegó al equipo español después de superar la meta. «Vamos, vamos», gritaba Xammar mientras golpeaba el barco con la palma de la mano. Se abrazó con Nicolás, lanzaba besos a los compañeros y entrenadores que esperaban su llegada en el puerto. Tan entusiasmados estaban que la embarcación terminó dada la vuelta. Pero qué importaba ya. Todo era felicidad.