Atletismo
Así fue el último día de la leyenda Chuso García Bragado
Terminó los 50 kilómetros en sus octavos Juegos y con 51 años. La marcha, cruel con España: tres cuartos puestos
Chuso García Bragado superó la meta de los 50 kilómetros marcha en Sapporo con el rostro un poco desencajado y el cuerpo sudoroso. Había costado, pero ahí estaba. Los voluntarios le dieron un aplauso y él hizo un gesto con la mano: puño cerrado y pulgar en dirección a la boca. Agua. Se la tomó sentado en una silla de ruedas. Estaba agotado, pero bien, sintiendo por última vez algo que ha hecho cientos de veces durante los últimos treinta años. Porque su carrera se ha alargado tanto, sí. Durante ocho Juegos Olímpicos, de Barcelona 92 a Tokio 2020, celebrados en 2021. «Cierro una etapa muy larga de mi vida. Es verdad que es algo que no había alcanzado ningún atleta», reconocía, con cierta timidez incluso, sin hablar como lo que es: una leyenda del deporte. «Yo no lo he hecho por eso, lo he hecho porque esto me apasiona. Me voy con el objetivo cumplido que era llegar hasta aquí», continuó. Era de noche ya en Japón y las piernas empezaban a doler, pasado el calentón.
La voz cansada lo delataba porque el día había empezado pronto. Los 50 kilómetros eran especiales por muchos motivos. Era la última vez que se iba a correr esa distancia (ahora, pasará a ser de 35), y por eso Chuso quería estar allí, para que su hazaña fuera eterna y los dos acabaran a la vez. Además, estaban las condicione de calor y humedad que trasladaron la sede de Tokio a Sapporo, donde son más suaves, pero no tanto, de ahí que se tuviera que marchar a deshoras. Chuso se levantó a las 2 de la mañana para cumplir todas las normas de seguridad por la pandemia y coger el autobús y llegar dos horas antes al lugar de competición, como estaba establecido. La prueba empezaba a las 5:30 y el calor ya apretaba, con 25 grados, pero sobre todo la humedad asfixiaba con más de un 80 por ciento. Según avanzaba el día, cuando subían los grados de calor bajaban los de humedad, con lo cual era un infierno se mirase por donde se mirase. Bragado, de 51 años, sí lamentaba no haber tenido un poquito más de tiempo para prepararse. Salió del confinamiento con una cadera tocada (tiene las dos operadas), en el invierno no pudo entrenar como hubiera querido y en verano le faltaron un par de meses para llegar en las mejores condiciones posibles para su edad. Empezó atrás, como siempre, para ir de menos a más, pero esta vez las fuerzas no le dieron. «Al final la cabeza quería más que las piernas, y los últimos 20 kilómetros el pulso ya estaba muy alto para el ritmo que llevaba; ya estaba haciendo un gasto cardiaco enorme. Me he limitado a minimizar y terminar lo más dignamente posible», explicó. Acabó trigésimo quinto y pudo anunciar su «retirada». Ahora quiere ponerse al día con la podología, que es su profesión y que tenía un poco de lado, y le gustaría entrenar a algún joven atleta. Como sea la mitad de buen podólogo de lo que lo es como deportista, ya sería mucho.
Un rato antes del adiós del mito tuvo lugar el episodio más cruel que ha dejado la marcha a España en estos Juegos. Chuso entró en meta casi 20 minutos después que el ganador, el impecable polaco Tomala, que se escapó a mitad de carrera y voló solo. Detrás de él se montó un grupo perseguidor que estuvo casi siempre liderado por Marc Tur, el pupilo de José Antonio Quintana, médico además de atleta, alto y de un marchar impecable durante 49 kilómetros. Él hizo la selección definitiva hasta quedarse solo con el alemán Hilbert, que le soltó al final para llevarse la plata. El bronce no se le podía escapar al ibicenco cuando en el último avituallamiento se quitó la gorra para mostrar un rostro fuera de lugar. No eran sólo las piernas las que no iban. Fue una pájara, una fallo multiorgánico por la fatiga, el calor y el esfuerzo. Veía las estrellas, literalmente. Estaba en cuerpo allí, pero como si no. Avanzaba como podía medio desconcertado y el canadiense Dunfee, al que había dejado atrás un par de kilómetros antes, guardó un poco para rebasarlo. 50 kilómetros marcha, y en los últimos 100 metros se escapó el bronce. «Me he encontrado estupendo, pero en el último kilómetro ha llegado un muro que no he sabido sortear. Estaba al límite», confesó. Y después dijo en la «Cope»: «Cuando se te empieza a nublar la vista, viendo doble... Nunca me había pasado. No pensaba en la medalla, quería llegar a la meta».
España sumó otro cuarto puesto después del que la tarde anterior había obtenido en los 20 kilómetros Álvaro Martín, a lo que se sumó el sexto lugar de Diego García. No sería el último. Quedaban los 20 kilómetros de mujeres y la granadina María Pérez, campeona de Europa, también se quedó a las puertas en un último mano a mano con la china Liu, que se llevó el bronce, una medalla que iba a ser sí o sí para la brasileña Sena hasta que en el último kilómetros la sancionaron por marchar mal. Vivió un drama parecido al de Tur. Palmisano fue la vencedora en una demostración de energía fantástica. Son los Juegos de Italia en atletismo.
España suma cuatro diplomas en tres pruebas. Un buen resultado, pero qué pena la medalla.
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