Río 2016
Río, atolladero del COI: ni un real
A Manuel Alejandro se le rompió el amor de tanto usarlo, y a Río de Janeiro se le acabó el dinero antes de gastarlo porque alguien lo derrochó, y ahora no hay un real, antes de culminar la ingente tarea de poner la ciudad a punto para los Juegos. Culpar a los cariocas y a los brasileños de los delirios de grandeza de aquellos gobernantes que se lanzaron a la piscina sin calcular la profundidad ni medir la calidad del agua no sería justo. Cuando había guita, voló, hacia bolsillos tan misteriosos que a día de hoy la celebración de los Juegos Paralímpicos –del 7 al 18 de septiembre– corre tanto peligro como los del Mediterráneo de Tarragona en 2017.
A cuatro días para el final de los Juegos todavía no se ha terminado de colocar la cartelería. Con buena voluntad, a falta de un chavo, donde tenía que haber una señal rotulada hay un papel escrito a mano. Y donde tenía que haber una empresa solvente y seria, los astutos organizadores cazaron al vuelo cuatro aficionados de Baku que no han cumplido ni con la mitad de las exigencias de un acontecimiento como éste. El Comité Paralímpico cortó por la sano y siguió las recomendaciones del «informe McLaren», al prohibir a los rusos competir en sus Juegos. El Comité Olímpico Internacional se lavó las manos y pasó la patata caliente a las federaciones internacionales. Cinco años de dopaje de estado no han sido suficientes para tomar una decisión tan drástica como dolorosa. El caso es que los Juegos Paralímpicos penden de un hilo. Los fondos públicos para sufragarlos están congelados y las restricciones, en marcha: la sala de prensa del MPC (Media Press Center), cerrada. Y menos personal, menos medios y ¿menos seguridad? Los Comités Paralímpicos Nacionales no han recibido el dinero para el transporte (billetes de avión, siete millones de euros). El presidente del CPI, Phillip Craven, reconoce que «la situación es precaria», pero mantiene el optimismo.
El alcalde de Río, Eduardo Paes, anuncia que dispone de 28 millones de euros para ir tirando. No engaña ni al COI, que se ha metido solo en un atolladero de mil demonios porque aquí hay más recortes que en Grecia. Lo que ahora son servicios mínimos, con los Paralímpicos serán servicios desaparecidos. Las empresas privadas y públicas de Brasil no han entrado al consorcio patrocinador. Faltan reales y método: queda más de un millón de entradas por vender, pero no es fácil encontrarlas y las instalaciones están medio vacías. En un partido de baloncesto hubo 66 espectadores. Y los que acuden dejan en mal lugar el «fair play». Los pitos a Renaud Lavillenie fueron vergonzosos. Sólo cinco minutos después de que al pertiguista francés se le saltaran las lágrimas, el «speaker» pidió respeto. No lo hay porque el ambiente, si se percibe, es de «hooligans». Ni educación ni reales. Al COI le luce el pelo.
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