Restringido
La violencia nos deja sin fútbol
Cuatro equipos sobreviven en la Copa América. Argentina y Chile, los esperados, presumiblemente los finalistas; y Paraguay y Perú, las sorpresas. Por el camino han quedado Brasil o Colombia, decepcionantes en un torneo marcado por las actuaciones arbitrales.
Brasil, fin de trayecto
Brasil marca su fin de ciclo. Está pasado, su fútbol no sorprende a nadie. Muy especulativo. Sus cimientos: una defensa bien organizada, apuntalada con la solidez del doble pivote, siempre fijo delante de los centrales para asegurar la garantía defensiva, pero carente de creación, elaboración y control de juego. Qué lejos quedan las bandas, los desbordes electrizantes, aquel Jairzinho, aquel Rivelino... Hoy, las alas son propiedad de los laterales. La imaginación en ataque («out» Ney) no existe. La anarquía de esa mal llamada segunda línea con libertad de movimientos no es suficiente. Además, sin un nueve fijo de referencia es previsible. Con estos mimbres (y Ney en casa), misión imposible. Suena la alarma, Brasil en pie de guerra, llegó la hora del cambio. Tanto inmovilismo provoca que deban rodar cabezas para recuperar el estilo y una filosofía y trabajo tácticos. Aire fresco.
Colombia y el «traje del miedo»
Se asustó. Pekerman no supo encontrar el nivel de competir por objetivos (madera de campeón). Oportunidad perdida. El ridículo, mayúsculo. Todos los ojos puestos en una generación de «cracks» que lo daban como el gran candidato, y quedó diluido a la nada. Sus problemas: uno es táctico, porque se parte en dos bloques; el primero de ellos formado por un buen portero, centrales sólidos y pivotes con rigor defensivo, pero con un gran fallo: no tiene sala de máquinas, no existe elaboración y creación. En definitiva, un precipicio en la autovía. ¿Sería James el enganche entre este despropósito? Al madridista, lejos de su nivel, se le multiplicaron responsabilidades y funciones, y se ahogó en la nada. El otro bloque, los referentes, su gran delantera, no vio la pelota, nunca le llegó en condiciones y con ventaja. Aislados. Además, nunca se lo creyeron. Desde el banquillo y sobre el césped no existió liderazgo.
Chile, a favor de corriente
Los anfitriones, la Roja, muy motivados: un entorno «top», y no quieren dejar pasar este momento. Una trilogía infalible garantiza el éxito: primero, experiencia (nivel europeo); segundo, el talento; tercero, táctica (el estilo que impuso Marcelo Bielsa tiene continuidad). Además, con fondo de armario. Los cambios, lejos de mermar el rendimiento, le proporcionan recursos. Gran estado de forma.
La solidez de Argentina
La mejor selección. Se ha complicado en demasía su tránsito por la Copa América. Una asignatura pendiente: le cuesta hacer gol, muy fallón ante la portería contraria; las crea, pero no marca. Como todo, es una racha, será cuestión de tiempo. Por lo demás, el equipo está ajustado tácticamente, muy ordenado y manejando los ritmos de juego. Un pero: en las segundas partes, pasado el meridiano, ofrecen síntomas de bajón físico. El Tata lo ha solucionado con los cambios. Tal vez esto sucede porque el gran gasto anterior no le da para cerrar el marcador. Pese a ello, los de Messi, firmes candidatos al trono.
Árbitros: dureza contra talento
Mención especial tienen los árbitros. Si arbitrar a la suramericana significa dar patente de corso a la dureza e infligir un duro castigo al talento, estamos dañando el fútbol. Creo que los árbitros, temerosos y miedosos de sacar la segunda tarjeta, han sido los culpables de permitir lo que hemos visto (hubo equipos que podían haber terminado con 8 o 9 jugadores). Éste es un apartado que necesita revisión. No podemos confundir agresividad con los recursos que tiene un futbolista para lograr su objetivo.
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