Ciclismo
El penúltimo Purito
«Son agónicas, que las quiten». Así, con media sonrisa y evidente resignación, se expresaba Joaquim Rodríguez hace cuatro años, tras ser barrido en una contrarreloj de la Vuelta. Hoy, un día después de observar desde el segundo cajón del podio cómo Fabio Aru se coronaba como ganador, bien podría repetir aquella frase. Sin contar la contrarreloj de Burgos, en la que arrasó Dumoulin, su diferencia con el italiano habría sido de sólo siete segundos. O lo que es lo mismo, una bonificación, cualquier repecho, el mal día que todo ciclista tiene. Un suspiro, en cualquier caso. Es el sino del catalán, que con 36 años y tras visitar el podio de las tres grandes ve cómo se le esfuma el sueño de completar su palmarés con una carrera de tres semanas. Eso sí, siempre con una sonrisa.
Purito, apodo que se ganó al desafiar a sus veteranos en un entrenamiento simulando fumar mientras les atacaba, es el tipo más divertido del pelotón. Desinhibido y rey de las redes sociales, pero también de lengua afilada y valiente en la carretera. Camina o revienta es su forma de competir. Y lo ha demostrado en esta Vuelta, a la que llegó camuflado entre una pléyade de favoritos, ganadores del Tour incluidos, y de la que se va con un magnífico botín (una etapa y el segundo puesto de la General), pero con la sensación de oportunidad perdida. Otra más.
Aún le queda un cartucho, el último Purito del año. Será en Richmond, en Estados Unidos, donde se disputará en Mundial. Allí acudirá, presto, tras recibir la llamada del seleccionador español, Javier Mínguez. «Donde manda patrón no manda marinero», dijo tras modificar su decisión de no acudir al no adecuarse a sus características el recorrido.
De momento, ya tiene una medalla de plata y un bronce en su palmarés. Quizá sea este año, con un poco de suerte, cuando consiga al fin ser el número uno.
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