Tour de Francia

Ciclismo

Landa sale vivo del Infierno

El alavés se cayó mientras bebía al tropezar con una alcantarilla. Salvó el día gracias al trabajo de Movistar. Triunfo de Degenkolb

La etapa, como estaba previsto, resultó accidentada y ni el mismísimo Froome se libró de una caída en uno de los tramos de pavés. El keniano voló con su bicicleta
La etapa, como estaba previsto, resultó accidentada y ni el mismísimo Froome se libró de una caída en uno de los tramos de pavés. El keniano voló con su bicicletalarazon

El alavés se cayó mientras bebía al tropezar con una alcantarilla. Salvó el día gracias al trabajo de Movistar. Triunfo de Degenkolb.

«Me pica el hombro derecho, pero es sólo chapa y pintura». Cuando un ciclista dice eso, significa que puede darse con un canto en los dientes de la felicidad. Cuando además lo dice al llegar a Roubaix, aunque no sea en el velódromo como se acostumbra, sinónimo de pavés y peligro, es mucho más. Quien lo dice es Mikel Landa, que a 32 kilómetros del final rodaba en el grupo de favoritos junto a otros cuatro corredores de un ayer portentoso Movistar, Quintana y Valverde incluidos, cuando tropezó con una alcantarilla. El golpe fue brutal. Para cuando se puso en marcha, dolorido, el alavés ya perdía casi un minuto con los favoritos pero gracias al trabajo de sus gregarios, un equipo entregado a él, logró enlazar en los últimos kilómetros.

Parecía que lo peor había ya pasado. La selección natural que hacen las piernas y las piedras estaba prácticamente hecha. Sólo unos pocos eran los elegidos, los afortunados que aún se mantenían en pie. Y entre ellos, estaba más de medio Movistar. Sus tres líderes y tres gregarios más: Erviti, Bennati y Amador. Un lujo al alcance de muy pocos. Ni el Sky, que hasta entonces había tirado a muerte para hacer caer a sus rivales en las manos de Lucifer y lo pagó caro, con las caídas de Kwiatkowski y Bernal, disfrutaba de tanto poderío. Fue entonces, a una treintena de kilómetros, cuando todo saltó por los aires.

En las clásicas de primavera no hay momento para el descanso. Pero nadie puede olvidarse de comer y beber. Es crucial para no encontrarse de frente con el hachazo del tío del mazo. Igual que ayer en el Tour. Por eso, el mejor momento para hidratarse es entre los tramos de adoquines. Son como pequeñas prórrogas. Ese momento aprovechó Landa para refrescar la garganta. Echó la mano al portabidones de su bicicleta y cogió el botellín. Así rodaba, en medio de una tregua cuando una alcantarilla lo desequilibró. Al suelo.

Con la parte derecha del costado y el hombro lleno de magulladuras salió como pudo del enjambre que se lió entre su bici y la de otro corredor, cuerpo incluido, que le cayó encima. Los gestos de su rostro, llenos de dolor, hablaban por sí solos. Miedo. Pero Landa se subió a la bicicleta. Adelante. No podía quedarse ahí, en medio del Infierno, como llaman a las carreteras de la París-Roubaix.

En él quedó hundido mucho antes Porte. Fue la gran víctima de la etapa más esperada de esta edición del Tour. Pero, al igual que Landa, el tasmano del BMC no se cayó en ningún tramo de adoquines. Fue a los cinco kilómetros del inicio. Al suelo y para casa. En sus dos últimas participaciones ha salido del Tour igual: en ambulancia. Como él, José Joaquín Rojas, el murciano fiel a sus líderes dejó con uno menos al Movistar muy pronto.

El Sky olió la sangre y salió a la caza. Con Kwiatkowski, Moscon, Rowe y Thomas protegiendo a Froome, encendieron la etapa desde el primero de los 15 tramos de pavé y pronto los favoritos empezaron a volar por los aires. Urán, que acabó perdiendo 1’55’’, Bardet, que sufrió tres pinchazos. Nadie sale entero del infierno, ni siquiera el keniano, que también se cayó.

La carrera, anárquica y bella, se relajó. Landa, magullado y dolorido, conseguía entrar con los favoritos gracias a la ayuda de Erviti, Bennati y Amador, igual que Bardet. Por ella, el que pasó primero fue Degenkolb, entre lágrimas. Años le ha costado volver a ser el gran ciclista que fue después de sufrir un accidente entrenando en Calpe.