Opinión

Laporta es Pedro Sánchez

El responsable del Barça adelgazó, estiró y embelleció metafóricamente para travestirse de presidente del Gobierno durante su comparecencia

Franco recibe una de las condecoraciones del Fútbol Club Barcelona
Franco recibe una de las condecoraciones del Fútbol Club BarcelonaLa Razón

Lo del lunes 17 de abril en el Camp Nou fue un gatillazo con todas las letras. Jan Laporta no sólo no contestó una sola de las 12+1 preguntas que le formulé desde aquí, ni siquiera algunas similares, tampoco otras menos incisivas, sino que se dedicó a echar balones fuera con excusas a cual más ridícula a la par que falaz. Esperaba más de un tipo listo como los ratones coloraos y que atesora una labia y un carisma que he visto en pocos personajes públicos. Lo apunté aquí y lo repito siete días después: empleó los argumentos chorras de los políticos corruptos. Que si son todo difamaciones, que si es una campaña, que si hay que dejar trabajar a la Justicia. Insultó a la inteligencia de los que esperábamos un contraataque más sibilino. Por no hablar del bulazo que soltó en forma de documentos. Intentó justificar los 7,5 millones astillados a Negreira con una pila de informes, 629 en total, pero olvidó que los periodistas no son gilipollas ni una panda de holgazanes. Tardaron cero coma en desmontar sus falacias: los papeles que mostró en la rueda de prensa fueron redactados por el hijo de Negreira, que también se dedicó a sajar a la entidad blaugrana como si no hubiera un mañana, pero no de papuchi Negreira.

Por cierto: lo de acreditar abonos inexplicables, ilegales o inmorales con dictámenes es lo mismo que han hecho los corruptos toda la vida de Dios. Es lo que aconteció en el gran caso de financiación ilegal del PSOE, Filesa, fue moneda de uso corriente durante el pujolismo y representaba el modus operandi de Gil en Marbella. Eran papeles ful, pero que servían para justificar los pagos ante el auditor y ante una eventual inspección de Hacienda. Aquí no coló porque José María Enríquez Negreira no elaboró uno solo, entre otras perogrullescas razones, porque los sobornos eran por amaestrar a los árbitros que le tocaban en suerte al Barcelona. ¿Acaso pensaba alguien que conseguir que no les pitasen un penalti en contra durante 78 jornadas era gratis?

En fin, que el club catalán continúa sin dar una explicación creíble y razonable del desembolso de 7,5 kilos al número 2 de los árbitros durante 17 años. El colmo de la caradura llegó cuando, al más puro estilo de los tiranozuelos sudamericanos, tiró del enemigo externo, un recurso que cuela con poblaciones poco informadas y peor instruidas, pero no en un país europeo.

Laporta adelgazó, estiró y embelleció metafóricamente para travestirse de Pedro Sánchez durante su comparecencia. El cambio de look total llegó cuando echó la culpa de la culpa de todos sus males a Franco, que lleva en el hoyo 47 años largos: “El Madrid ha sido favorecido históricamente y en la actualidad, estaba considerado el equipo del régimen, durante 70 años los presidentes del Comité Técnico de Árbitros eran ex socios, ex jugadores o ex directivos del Madrid”.

Olvida, para empezar, que el dictador pasaba del fútbol, le importaba lo mismo que a mí la petanca, y que sus relaciones con Don Santiago Bernabéu eran entre regulares y malas por mucho que el de Almansa hubiera combatido en el bando nacional. Y para terminar que si el Madrid lo ganó todo en esa época, seis copas de Europa y un porrón de ligas, es porque Don Santiago, que sabía un huevo de esto porque había sido cocinero en el terreno de juego antes que fraile en los despachos, fichó a un tal Di Stéfano, a un pelotero de tres al cuarto llamado Puskas, a un torpe apellidado Kopa y a ese extremo más lento que una tortuga que era Paco Gento. Debería haber reparado en ese viejo aserto que advierte que “uno es dueño de sus silencios y esclavo de sus palabras”. Le recordaron en tiempo real que el Barça otorgó la insignia de oro y brillantes al dictador, que le nombró socio de honor, que lo condecoró en tres ocasiones y que el de El Pardo les recompensó con tres golosas recalificaciones. Como ven, los culés fueron el mascarón de proa del antifranquismo y de la lucha por la democracia. Querido, Jan, te has hecho un Sánchez y te ha salido mal. No repitas, so pena de que quieras acabar como él: desprestigiado y en la puñetera calle antes de tiempo. Te irá mejor si pides perdón y cuentas la verdad. Tus mentiras tienen las patas tan cortas como las de tu maestro.