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Magia en el Sant Jordi

La Razón
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Barcelona siempre responde. Había pedido Valero Rivera el apoyo del público para la final después de detectar cierto grado de frialdad en las gradas durante la semifinal. En la misma línea se expresó Viran Morros, uno de los líderes del vestuario. Mensaje recibido. El Sant Jordi sí vistió ayer sus mejores galas y fue el octavo jugador, el que condujo a España hacia una victoria inapelable, la mayor paliza en la historia de las finales europeas, olímpicas y mundiales. Los «hispanos» ya son leyenda.

No tenía una misión fácil la afición. Los daneses se movieron bien, consiguieron casi todas las entradas que dejaron libres las aficiones de selecciones eliminadas y las banderas danesas se pudieron ver en todas las zonas del pabellón. También se quedó a ver el último partido del Mundial un reducto de hinchas franceses que tuvo su minuto de gloria en el descanso, cuando Narcisse recibió el premio al mejor jugador del mundo. Pero ni galos ni daneses tenían nada que hacer, porque los españoles respondieron a lo grande, casi tanto como los pupilos de Valero Rivera, abrazado a su hijo segundos después del final del partido. Fue algo más que un abrazo.

Toda España se dio cita en el Sant Jordi. Desde Irún se acercaron a animar a su hijo más ilustre, Julen Aginagalde. «Senyeras», por supuesto, banderas castellanas, asturianas... Nadie se lo quiso perder. Ni siquiera algún despistado, que se acercó al Sant Jordi a ver un Dinamarca-España de balonmano con su bandera independentista o con una pancarta negando la realidad, que Cataluña es España. Los psicólogos no visitan los domingos. Pero su delirio se desvaneció bien rápido, al mismo ritmo que Maqueda metía goles o que Sterbik los evitaba.

Siempre al lado de los deportistas españoles, el Príncipe Felipe presidió la final y disfrutó como el que más. Fue el encargado de entregar las medallas de oro a la Selección. Una de ellas, muy especial, fue para Entrerríos, uno de los dos supervivientes del primer título mundial –Túnez 2005– junto a Albert Rocas, y que ayer puso punto y final a su carrera internacional. Entrerríos acabó manteado por sus compañeros bajo la mirada de su hermano Raúl, que no ha podido ayudar en la pista por una lesión, pero que ha sido el primer «hispano».