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«Messi no hablaba»

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Quedaba un cuarto de hora para el final y Frank Rijkaard ordenó el cambio. Leo Messi, un chaval de 16 años, por Fernando Navarro. Nadie en las gradas de Do Dragao, inaugurado aquel 16 de noviembre de 2003, era consciente de que estaba viviendo un momento histórico. Asistió al debut de uno de los mejores futbolistas de la historia. De un jugador que, diez años después, lo ha ganado casi todo. «Fue un poco una sorpresa, pero los técnicos aprovecharon que se jugaba fuera de casa y era amistoso para que debutaran algunos chavales que estaban despuntando», recuerda Josep María Minguella, ex representante de jugadores y uno de los principales responsables de que el argentino acabara firmando por el Barça.

Pocos años antes de aquel debut comenzó a fraguarse el fichaje de Messi. «Uno de los muchos colaboradores que tenía, el que se ocupaba de Brasil y Argentina y que ya me habló de Ronaldinho, me comentó de un chico en Argentina que era diferente a los de su edad. Contacté con la escuela de fútbol Marca y me enviaron unos vídeos. Luego vino aquí, se le hicieron unas pruebas y acabó firmando, aunque tardó en poder jugar porque no tenía la edad legalmente», sintetiza Minguella.

Los primeros días de Messi en Barcelona estuvieron envueltos de mucha tensión. «Al principio, la familia estaba muy ilusionada con una nueva ciudad y con el club, pero pasaba el tiempo y la cosa no acababa de cerrarse. Suponía una fuerte inversión para el Barça y costó dar el paso. Al final, entre todos empujamos un poco y se quedó», conviene.

Después de batir todos los récords en categorías inferiores, Messi pasó un año entero en el filial antes de subir definitivamente al primer equipo. En el Mini, compartió vestuario con Sergio Santamaría, que fue titular en Oporto hace diez años. «Recuerdo que no hablaba, la verdad es que era joven y tímido. La mayoría nos juntábamos a charlar antes de los entrenamientos en el vestuario. Él y Oriol Riera –debutante también aquel 16 de noviembre– llegaban, se cambiaban rápido y se quedaban sentados en silencio hasta que comenzaba la sesión», explica el ya ex futbolista desde su residencia malacitana.

Aunque ahora pueda parecer increíble, Messi no era un fijo en el once titular. «Veníamos de hacer una gran temporada y en aquel equipo había jugadores de renombre, no era fácil entrar», remarca Santamaría. A pesar de todo, la «Pulga» ya hacía cosas de otro planeta. «Me acuerdo de un partido especialmente. Fue contra el Nàstic de Tarragona y lo de la primera parte fue algo escandaloso. Nadie le quitaba la pelota. Yo tenía un amigo en el Nàstic y le dio hasta tres patadas, pero Messi no se achicaba y pedía el balón otra vez para encarar. Tuve que ir a decirle que parara, que al final podía hacerle daño. Teníamos que protegerle», reseña Santamaría.

Messi ha tenido que convivir con la presión desde el principio y de eso sabe mucho Sergio Santamaría, nombrado mejor jugador del Campeonato del Mundo sub'17 en 1997 por delante de Ronaldinho, ni más ni menos. «Va con la educación que tienes desde pequeño y que te va a llevar a afrontar las situaciones límite. Eso no lo puedes cambiar, pero sí puedes elegir a la gente que te rodea y ser inteligente para que sean personas con valores y que te mantengan por el camino correcto», asegura.

Han sido diez años de regates y de goles. De alegrías y de tristezas. Diez años de Messi en el Barça. Diez años de aquel partido amistoso en Oporto. Un día para la historia.