Fallece Di Stefano
Que no nos roben el fútbol
Hay que expulsar a los salvajes que se sirven del fútbol para desatar sus instintos. Echar de nuestros estadios a esos animales que utilizan el balón como altavoz para berrear sus consignas extremistas. Porque no van a animar a sus equipos, ni disfrutan de este deporte que nos apasiona y nos une a todos. En muchas ocasiones, hasta se sitúan de espaldas al césped. O cambian la bufanda por la del máximo rival si con ello ganan poder. Ni siquiera les gusta este deporte. Sólo lo utilizan para hacerse más fuertes y propagar su extremismo y su violencia. El fútbol no es el problema. El problema son ellos, una lacra de la sociedad que ha encontrado acomodo y excusa durante demasiado tiempo. Por eso hay que decir basta y extirpar a estos energúmenos. Sin perdón.
Su sitio es la cárcel
Ya es tarde para lamentar lo sucedido ayer, pero no para mirar adelante y actuar con firmeza. Para entender que la rivalidad y la pasión son necesarias, claro que sí. Pero el respeto también. Hay que recuperar el fútbol para las familias enteras, que antes acudían con tranquilidad a pasar un día de partido inolvidable, y devolvérselo a la gente normal. Porque estos delincuentes se lo han robado. Su lugar es la cárcel, no el estadio.
No más favores
Muchos de estos vándalos todavía presumen de recibir trato de favor de algunos clubes. Entran y salen de los campos cuando quieren, viajan muy barato o gratis, les ayudan con el material... se sienten una parte fundamental de la entidad y piensan que sus cánticos llenos de odio y violencia ayudan a sus jugadores a meter más goles. Se pavonean por los aledaños del campo los días de partido. Amenazan, imponen, atemorizan, insultan y agreden. Y con el miedo de los demás se hacen más fuertes. Si queremos seguir teniendo la mejor Liga del mundo, es necesario detenerles.
Barça y Madrid, ejemplares
Laporta les expulsó del Camp Nou y el Barcelona hizo el mejor año de su historia. Florentino ha hecho lo mismo y el Madrid vive uno de sus momentos más brillantes. Recibieron amenazas por ello, pero ha quedado claro que no les echan de menos y que son el camino a seguir. No podemos tolerar que algunos dirigentes sigan riéndoles las gracias a estos verdaderos indeseables y justificando algunas de sus actuaciones. Hay que decir basta de una vez.
Así, no
Palabras como las de Enrique Cerezo, alegando que los incidentes de ayer sucedieron «lejos del Calderón», no ayudan a erradicar esta lacra. Y Gil Marín, diciendo que no es nadie para acabar con ellos, demuestra también la situación en la que estamos. Así no vamos a ninguna parte.
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