Fútbol
Rojiblanco y rojigualda
Las banderas de España se multiplicaron en el Calderón, pero el ambiente fue más futbolero que político. Piqué, muy pitado.
Las banderas de España se multiplicaron en el Calderón, pero el ambiente fue más futbolero que político. Piqué, muy pitado.
«Koke» y «Messi» caminan juntos a las afueras del Wanda Metropolitano. Van bromeando, tan tranquilos. Apenas levantan metro y poco del suelo, son dos amigos que van con sus familias a ver un partido de fútbol. Uno con la camiseta del centrocampista del Atlético y otro con la del delantero del Barcelona. La normalidad es absoluta y los más pequeños vuelven a dar una lección. Con el ambiente crispado que vive el país, se temía que el Atlético-Barça pudiera convertirse en algo parecido a un España-Cataluña, pero no fue así. Fueron pocas las camisetas azulgrana que se veían (apenas repartieron entradas al equipo visitante por problemas de espacio), pero alguna había, yendo hacia el estadio como si nada.
La única diferencia del Wanda Metropolitano respecto a otros días fue que las banderas de España, las rojigualdas, se multiplicaron por dos o tres en las gradas. Las había grandes, medianas y pequeñas, con nombres de ciudades en el centro, con escudos del Atlético, con mensajes y mezcladas con algunas de comunidades autónomas... Pese a todo, el color rojiblanco siguió siendo el predominante. El conflicto con Cataluña ha derivado en una guerra de banderas y el Metropolitano sólo fue un reflejo más. El hecho de que ayer, en concreto, se triplicaran sí fue un acto político, pese a que aquello de mezclar política y fútbol no parece la mejor opción. Claro que enfrente, como rival, estaba el equipo posiblemente más politizado del mundo, con los mensajes que lanzan parte de sus aficionados cada día en las gradas o tomando partido en estas semanas de tensión.
Cuando los jugadores del Barcelona salieron a calentar fueron recibidos con el clásico «que viva España» al ritmo de Manolo Escobar, algo que no es nuevo, que ha sucedido otras veces, pero no transcurrieron ni diez segundos para pasar al cántico «Oblik, Oblak, cada día te quiero más», y a todas las demás melodías dedicadas a cada uno de los jugadores del Atlético. La política no tardó en olvidarse. El ambiente fue más futbolero que otra cosa. Para todos, menos para Piqué. «El ambiente ha sido estupendo», dijo Valverde, sin polémicas. Al defensa le dedicaron algún «España es tu nación» antes de comenzar, junto a insultos que sobraban. Después, los pitidos le acompañaron cada vez que tocaba el balón, como cuando juega con España. Esta vez al menos tenía la excusa de que era el visitante, porque cuando le silban con la Selección lo hacen sus propios seguidores. Al sonar las alineaciones por megafonía el nombre del central también fue el más protestado. Después, el de Mateu Lahoz, el árbitro. El partido no había empezado, pero por si acaso...
Se olvidaron de Piqué después de que Saúl marcara el primer gol. Ya no importaba el «3» del Barça, que fue de los primeros en entrar en contacto con el esférico tras el saque de centro. «Atleti, Atleti», cantó el Metropolitano. En la segunda parte bajaron los decibelios contra el defensa.
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