París
Djokovic, en el club de los elegidos
El serbio vence a Murray en una final descafeinada (3-6, 6-1, 6-2 y 6-4) y se convierte en el octavo jugador en la historia capaz de conquistar al menos una vez los cuatro «Grand Slams»
El serbio vence a Murray en una final descafeinada (3-6, 6-1, 6-2 y 6-4) y se convierte en el octavo jugador en la historia capaz de conquistar al menos una vez los cuatro «Grand Slams»
Novak Djokovic ganó un juego en blanco, el enésimo «break», y no pudo evitar que una sonrisilla se le dibujara en la cara. Era el cuarto parcial de la final de Roland Garros ante Andy Murray, y en ese momento sabía que lo tenía ahí. Que ya estaba en sus manos, que el fin de una obsesión estaba cerca. Con dos roturas de saque a favor y dos sets a uno de ventaja, no se le podía escapar un título en París que no era uno más, porque con él cerraba el círculo del «Grand Slam» y se unía a un selecto grupo. Todavía le costó un poco entrar en él. Perdió su servicio: 5-3. El británico, en un ataque de rabia que llegó tarde, ganó después el suyo: 5-4, pero el serbio no perdonó más. A la tercera oportunidad, cuando la pelota de Andy Murray se estrelló contra la red, «Nole» se lanzó al suelo para celebrarlo. Lo hizo con cierta naturalidad, como el que sabe que tarde o temprano tenía que llegar ese momento, aunque se le estaba resistiendo. Dos finales había perdido con Rafa Nadal, el rey de Roland Garros. El curso pasado consiguió eliminarlo en cuartos, parecía su momento, pero Stan Wawrinka y los nervios se cruzaron en la final y se escapó otra oportunidad. La de ayer, no, y a la lista de Rafa Nadal, Roger Federer, Andre Agassi, Roy Emerson, Rod Laver, Don Budge y Fred Perry ya se ha unido la de Novak Djokovic. Todos ellos han conseguido conquistar alguna vez al menos los cuatro torneos de «Grand Slam»: el Abierto de Australia, Roland Garros, Wimbledon y el Abierto de Estados Unidos. Muchos otros grandes tenistas, algunos que están entre los mejores de la historia, no lo lograron. A Sampras, por ejemplo, se le resistió París. La lenta tierra no cuadraba con su rápido tenis. A Lendl se le atravesó Wimbledon. Y podrían ponerse más ejemplos de otra época en la que la diferencia entre jugar en una superficie y otra era abismal. Ahora se hace en casi todos los sitios igual, y Djokovic ha demostrado que, hoy por hoy, es el mejor se pise el suelo que se pise.
Para conquistar el último bastión, la tierra de París, Nole ni siquiera necesitó su mejor versión. Un encuentro que prometía mucho ante Murray finalmente se quedó en nada. El escocés había podido con Djokovic en Roma, hace apenas tres semanas, y el año pasado, en ese mismo escenario pero en semifinales, le forzó hasta el quinto set. Parecía una amenaza real, más todavía cuando se llevó el primer parcial con un trabajo más eficaz que otra cosa. Comenzó encajando un «break» el británico, pero lo enmendó al juego siguiente y entonces se vio a un Djokovic desconocido. El jugador más seguro del mundo acumulaba error tras error. Pese a ello, hubo cierta discusión en los intercambios, pero Andy llevaba la voz cantante. Su comienzo prometía, pero a partir de ahí se diluyó de manera incomprensible. «Traicionado» por su servicio, no hubo más noticias del escocés hasta ese arreón final que llegó por desesperación. Jugó a placer Djokovic, restando segundos saques con profundidad y a los pies y dominando desde ahí. El primer set quedó en una anécdota. A partir de ahí fue un monólogo del jugador de Belgrado, que le llevó hasta la gloria.
Lo primero que hizo fue tirarse al suelo, para después ir a saludar a Murray y pedir al público que diera un aplauso a su rival ayer y viejo amigo, pues desde niños se han enfrentado en una pista de tenis. Su forma de celebrarlo fue dibujar un corazón en la arena y tumbarse en medio de él. Con ello quiso homenajear al brasileño Gustavo Kuerten, que ayer estaba en las gradas y que hizo lo mismo en una de las tres veces que conquistó París.
¿Los cuatro «grandes» en el mismo año?
A Novak Djokovic, número uno del mundo, le gustan los retos. Perseguía ganar los cuatro «Grandes» desde hace tiempo, y ya los tiene. Ahora está ante el más difícil todavía: lograr conquistarlos en el mismo año. La última vez que eso sucedió fue en 1969, y lo consiguió el australiano Rod Laver, el único capaz de hacerlo en la denominada «era Open», que comenzó en 1968 y que es el origen del circuito tenístico más o menos como se conoce hoy. Antes, únicamente el propio Laver (1962) y el estadounidense Don Budge (1938) pudieron con el desafío. Recientemente, quien más cerca estuvo fue Federer, que en 2004, 2006 y 2007 los ganó todos menos Roland Garros. En 2010, a Nadal le faltó Australia. «No quiero ser arrogante, pero todo puede conseguirse en la vida», piensa Djokovic.
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