Tour de Francia

Ciclismo

Thomas hace doblete y refuerza el liderato en el Tour

Geraint Thomas agranda su liderato con el segundo triunfo de etapa seguido. Tras conquistar Alpe d’Huez preguntó si se podía acabar ya el Tour. Ganó por delante de Dumoulin, Bardet, Froome y Landa, que venció al dolor de espalda.

Geraint Thomas (Team Sky) celebra su victoria en la duodécima etapa del Tour de Francia / Reuters
Geraint Thomas (Team Sky) celebra su victoria en la duodécima etapa del Tour de Francia / Reuterslarazon

Geraint Thomas agranda su liderato con el segundo triunfo de etapa seguido. Tras conquistar Alpe d’Huez preguntó si se podía acabar ya el Tour. Ganó por delante de Dumoulin, Bardet, Froome y Landa, que venció al dolor de espalda.

El Alpe d’Huez es una subida que te deja sin aire. Y no sólo por el vergonzoso comportamiento de aquellos que se hacen llamar «aficionados» y acudieron a sus cunetas con unos cuantos litros de alcohol en la sangre y bengalas que ahogaron a los ciclistas a su paso. Las terribles rampas del coloso retuercen el alma y los pulmones. No hay forma de respirar. Para abrirse paso, ese aire bendito que llena los pulmones necesita de un cuerpo sano. Los maltrechos no tienen aquí cabida. Es como en la guerra. El soldado herido siempre tiene más opción de caer en la batalla. Uno de esos era Mikel Landa, que en La Rosière destapó todo su dolor por la caída en el pavés y sucumbió frente a él y que ayer, en el día que había que subir hasta la cima del Alpe d’Huez, la montaña que te deja sin respiración, decidió hacerse más fuerte que el dolor. Gritarle, mandarle callar.

Y lo consiguió. Así se forjan los campeones. Landa empezó la última subida sufriendo, entre las hordas de borrachos que apestaban el ambiente con sus botes de humo que no dejaban respirar a los ciclistas, entre los impresentables que empujaban a Froome y la marea de abucheos que acompañaban al paso de los favoritos entre los que viajaban, claro, Geraint Thomas y Chris Froome. Al principio, Mikel no pudo con el dolor. Con el primer ataque del keniata en los últimos 5 kilómetros de subida al que siguió Bardet, Landa se descolgó. Pero apretó los dientes. Otro ataque. Ahora de Bardet. Dos. Y otra vez a sufrir, otra vez el dolor. Otra vez a quedarse. Para entonces, ese grupo de elegidos, los que la carretera ha designado para pelear por este Tour, era ya muy reducido. Bardet, Froome, Thomas y Dumoulin. Y Landa haciendo la goma. Entrando y quedándose. Peleando contra el dolor. Ahí ya no estaba Nibali, derribado por una moto unos metros antes. Vergüenza de afición. Tampoco Quintana, descalabrado por su falta de energía.

En el último kilómetro, cuando los cuatro mejores se miraban, Landa aprovechó para darles caza. Estaba ganándole la partida al dolor. Y antes de la última curva, los adelantó y cambió de ritmo. «Era mejor ir por delante y que me pillen a ir por detrás y quedarme otra vez». Lo dijo Landa después de cruzar la meta, reposar sobre un banco y hacer estiramientos de todo tipo con su maldita espalda. «Me ha dolido desde el principio, lo he pasado muy mal», explicaba.

Landa vio en primera fila cómo Thomas volvió ganar la etapa y se agranda en su liderato. El alavés, con su Movistar, intentó poner en apuros al Sky desde la Madeleine, mandando a Valverde y Amador en la fuga y tirando Soler del pelotón después en la Croix de Fer. «Les hemos visto más apurados aunque hayan vuelto a ganar», desvelaba el alavés. Nadie pudo con ellos. Froome no le disputó la etapa a su compañero y Thomas entró incrédulo en meta. «El Alpe d’Huez, tío, ¡he ganado!», decía. «¿Podemos irnos a París ya?». Podemos. Lo que queda, parece que será más de lo mismo.