Mundial 2014
Tiempo para la reconstrucción
Amaneció lloviendo en Río de Janeiro. Era el final a una larga noche en vela para un buen puñado de futbolistas que saborearon el éxito y con la misma grandeza miran de frente al fracaso. España cerró un ciclo en Maracaná y el silencio era aterrador en el vestuario local. Hubo lágrimas, menos de las esperadas porque la mayoría lo veían venir. Habrá tiempo para analizar cada paso equivocado porque el fracaso empuja a la reflexión.
De la imagen admirada, la que marcó un ciclo en el fútbol mundial, a marcharse por la puerta de atrás de un campeonato en el que defendió la corona de la forma más deshonrosa hay un abismo. Era el momento de dar la cara y mostrar una actitud ante la derrota. La más comentada en el grupo fue la de Xabi Alonso en el que es más que probable sea su último partido con la Roja. Acusó de falta de hambre y de mala preparación física a un equipo en el que le quedan pocos amigos sin Álvaro Arbeloa. Esas heridas del pasado. Otro factor que explica la caída.
«Volveremos con más fuerza», prometió Fernando Torres mostrando la ilusión del que no quiere que le bajen del tren. Porque desde que España va digiriendo la derrota ya no se habla de un pasado admirado por el que todo el país está agradecido a la «generación de oro» del fútbol español, se habla del futuro.
El primero, Vicente del Bosque, que puso su cargo de seleccionador a disposición del presidente de la Federación, Ángel María Villar. Se siente el gran responsable del derrumbe y en la obligación de dar ese paso, aunque sabe que nunca será admitido a no ser que presente su dimisión. Nada que no sea su continuidad hasta la próxima Eurocopa está en la mesa de los altos cargos. Si en septiembre, cuando la Selección española retome el pulso, sigue al mando, tendrá en su mano una obligatoria reconstrucción y deberá tomar decisiones que aplazó. Optó por morir fiel a los que dieron la gloria sin entender que, cuando Xavi o Villa ya habían decidido una escapada de la élite hacia un fútbol menor, mostraban que su carácter competitivo se había rebajado hasta para el último servicio.
En la mayoría de los casos de jugadores que finalizarán su etapa internacional, serán ellos mismos los que lo hagan públicamente estos días. Uno no lo tenía pensado, pero su Mundial genera una sombra que debe despejar. Es Iker Casillas, que ha pasado de ser el salvador a estar sin estar en el terreno de juego. Ha perdido su ángel y, sin ser tan decisivo en cada llegada del rival, pasa los encuentros con la cabeza en otro lugar, meditando, empujado a anunciar algo que hasta hace unos meses era impensable.
Los éxitos de las categorías inferiores invitan al optimismo en un corto plazo. Dos campeonatos sub'21 consecutivos aseguran el relevo. Son las generaciones lideradas por Thiago Alcántara (cuánto se le ha echado de menos en Brasil) y Jesé Rodríguez (habría sido el revulsivo si no llega a ser por su maldita lesión de rodilla). A ellos se suma un puñado de jugadores ya consagrados pese a su corta edad. Los David de Gea, Dani Carvajal, Marc Bartra, Íñigo Martínez, Ander Herrera, Iker Muniain o Gerard Deulofeu se sumarán a jugadores que ya ha tenido presentes Del Bosque en el Mundial, como Javi Martínez, César Azpilicueta, Isco Alarcón y Koke Resurrección.
Nacerá una nueva etapa con jugadores de los que han marcado una época presentes. A Sergio Ramos, Piqué y Busquets, por ejemplo, les queda mucho por dar. También a Diego Costa, cuyo compromiso con España va más allá del paso hacia el fútbol inglés que da con su marcha al Chelsea.
De la lluvia se pasó al frío de Curitiba nada más aterrizar. A los 10 grados bajo los que se preparó un Mundial jugado a altas temperaturas. Restan cuatro días eternos que son el peor de los castigos, en un «cuartel general», donde los futbolistas están aislados del mundo y sin contacto con nadie ajeno a la Selección. Nueva muestra de que ya nada es como era. Hay que volver al origen.
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