Empresas

Bancarrota empresarial

Hay que recapitalizar el tejido productivo sano y reestructurar el inviable e improductivo

Un cuarto del tejido empresarial español está en quiebra técnica
Un cuarto del tejido empresarial español está en quiebra técnicalarazonJesús G. Feria

La crisis económica que estamos experimentando va a dejar a dos tipos de empresas en muy serias dificultades para poder proseguir con su actividad. El primer tipo de empresas son aquellas que hayan experimentado pérdidas tan intensas durante los últimos meses que su solvencia se haya erosionado por entero, es decir, que su patrimonio neto se haya tornado negativo. El segundo tipo de empresa son aquellas que, aun manteniendo cierta solvencia durante los últimos meses, no van a poder arrancar de nuevo por falta de demanda final sobre sus productos. Si nuestra sociedad se expone a reinfecciones continuadas, todos aquellos sectores cuyo modelo de negocio se fundamente en el contacto estrecho entre personas sufrirán enormemente si no somos capaces de retomar esas interacciones sociales. Serán esos dos tipos de empresas las que colocarán a nuestra economía contra las cuerdas una vez hayamos terminado la actual fase de reactivación en la que, si la segunda ola no lo impide, la mayor parte de nuestra estructura de producción se estará poniendo nuevamente en marcha.

Sin ir más lejos, esta misma semana el Banco de España ha publicado un informe en el que atestigua que casi una cuarta parte de todas las empresas españolas se hallan en situación de quiebra técnica, esto es, su patrimonio neto es negativo y, en consecuencia, deberían ser sometidas a un proceso de liquidación o reestructuración. La situación es especialmente grave en los sectores cuya demanda se ha visto más impactada con la crisis, por ejemplo la hostelería, donde el porcentaje de compañías con patrimonio neto negativo supera el 40%.

Recordemos que, de acuerdo con la legislación concursal, las compañías con patrimonio neto negativo deben ser disueltas por cuanto no disponen de capital social suficiente como para alcanzar su objeto social. Si a día de hoy no se materializa esa gran reestructuración del sistema productivo español es porque el Gobierno ha aprobado una moratoria extraordinaria por la situación excepcional que estamos viviendo. Pero retrasar los problemas no equivale a solucionarlos. Muchas de las compañías que están a día de hoy descapitalizadas van a continuar descapitalizadas en el futuro, ya sea por el escaso atractivo que representa la economía española para muchos inversores o ya sea porque algunos de esos sectores acaso no vuelvan a levantar cabeza en ningún momento.

Y las empresas crónicamente descapitalizadas, que a eso es a lo que nos arriesgamos si continuamos difiriendo la disolución de sociedades mercantiles con patrimonio neto negativo, devienen inexorablemente en lo que en teoría económica conocemos como «empresas zombies», a saber, compañías sin fortaleza financiera para reinventarse y que, en consecuencia, hacen un uso ineficiente de los factores productivos que emplean.

¿Cuál debería ser la respuesta ante esta gravísima situación? Por un lado, tratar de recapitalizar el tejido productivo sano (pero con patrimonio neto negativo) volviendo la economía española más atractiva a ojos de los inversores (por ejemplo, bajando los impuestos que pesan sobre el ahorro). Por otro, permitiendo la liquidación y reestructuración del tejido productivo inviable. Sólo así lograremos desembarazarnos de los sectores inadaptados a la llamada «nueva normalidad». Por desgracia, el Gobierno parece empeñado en volver la economía española menos atractiva a ojos de los inversores (subiendo impuestos a partir de 2023) para continuar subsidiando, en lugar de liquidando, todas aquellas partes no viables. De ahí sólo puede resultar un estancamiento persistente.

Regreso a las escuelas
El inicio del curso escolar se les está atascando a los gobiernos autonómicos por su absoluta imprevisión a la hora de anticipar una segunda ola tan acusada como la que estamos viviendo. Se da la circunstancia, además, de que la mayoría de los países que han reabierto las escuelas sin un plan muy meticuloso han terminado cerrándolas de nuevo por el fuerte rebrote de los contagios. La tentación a estas alturas es la de mantener cerradas las aulas, pero no deberíamos apostar por la solución más sencilla y también dañina para nuestros menores. Mantener las aulas cerradas deteriorará significativamente la formación presente y futura de aquellos niños que no cuenten con una alternativa de calidad análoga, de ahí que se deba reabrir pero reduciendo lo suficiente las horas lectivas como para incrementar la distancia de seguridad entre alumnos.
Atasco en las solicitudes
El Ingreso Mínimo Vital no es una mala idea si se articula correctamente. Se trata de una transferencia mínima y dirigida a cubrir las necesidades fundamentales de aquellas personas que transitoriamente queden descolgadas del mercado y que requieran de una asistencia social temporal. Sin embargo, la implementación de este programa por parte del Gobierno está dejando demasiados flecos sueltos. Hasta el momento, el Ejecutivo sólo ha tramitado el 9% de todas las peticiones de IMV. Un retraso difícilmente justificable en medio de una pandemia que ha dejado sin ingresos a centenares de miles de personas. Algunas de ellas, de hecho, han solicitado el IMV pero todavía no lo han recibido y, mientras tanto, han perdido su rentas mínimas de inserción que venían cobrando con anterioridad (porque ambas prestaciones son incompatibles).
Experimentos con la renta básica
Alemania, al igual que hiciera Finlandia hace unos pocos años, pondrá en práctica un programa piloto para comprobar los efectos de un programa de renta básica universal. A diferencia de lo que sucede con el Ingreso Mínimo Vital (IMV) que ha puesto en marcha el Gobierno de Pedro Sánchez, la renta básica universal la cobra incondicionalmente cualquier persona, lo que hace temer que muchas de ellas podrían decidir dejar de trabajar. Tales experimentos en teoría buscan medir cuál es la reacción de los ciudadanos ante este tipo de transferencias incondicionales de renta. El problema, sin embargo, es que los que participan en la prueba saben que, por ser un experimento, la renta sólo se percibirá durante un periodo de tiempo determinado, por lo que es dudoso que su reacción ante el mismo sea la misma que se produciría ante un programa real de renta básica universal.