Especial Energía
La energía nuclear reivindica su futuro en el mix
Países como Japón y Francia mantienen su apuesta por sus reactores
La situación actual de precios del MWh disparados, con el gas y el coste por contaminar por las nubes y las emisiones en ascenso, está cambiando la percepción sobre la energía nuclear. Si el camino hacia su desaparición del mix energético parecía claro hace diez años tras el desastre de Fukushima, a día de hoy en países como Francia o Japón el debate sobre si conviene mantenerla y cómo está más vivo que nunca.
Inglaterra, por ejemplo, acaba de anunciar su plan de descarbonización para 2030. La estrategia, de diez puntos, incluye la inversión de 142 millones de euros para el desarrollo de pequeños reactores nucleares. Además, la intención del Gobierno es crear un Fondo de Habilitación Nuclear para futuras tecnologías. Y eso a pesar de que algunos de los grandes proyectos de los últimos años, como Hinckley Point C, han sufrido infinidad de retrasos, sobrecostes y problemas. Por su parte, Francia, país líder en producción nuclear en Europa (en el mundo sería tercero tras EE UU y China) con una cuota de mercado que supera el 70%, también está relajando su discurso antinuclear. «Querían reducir su dependencia de la nuclear antes de 2040 y reducirla hasta un 50% y, sin embargo, Macron ya ha rectificado diciendo que no se reducirá tanto», explica Pedro Linares, , director de la Cátedra BP de Energía y Sostenibilidad de Comillas ICAI. Hace unos días, de hecho, el Ejecutivo anunciaba una inversión de 1.000 millones en la investigación y desarrollo de pequeños reactores. Incluso, en Japón se espera reviltalizar el sector, a pesar de que después de Fukushima y a día de hoy solo hay nueve reactores operativos, frente a los 54 que operaban en 2011.
Alemania se ha convertido para los pronucleares en un símbolo de lo equivocado del cierre de centrales. El país está pendiente de apagar el próximo año el resto de reactores que aún tiene activos, mientras ve crecer sus emisiones de gases de efecto invernadero (GEI). Además, y a pesar de todo han decidido afrontar la crisis del precio del gas, quemando más carbón. «Su próximo objetivo para 2030, de recortar el 65% de emisiones, parece estar en grave peligro», dicen en una carta publicada recientemente en Financial Times, un grupo de investigadores de varias universidades como la de Harvard y Oxford. Entre otras cosas piden que se prescinda del carbón antes que de la nuclear. En España hay 7 GW de potencia instalada, que sirven para cubrir más del 20% de la demanda energética y que funcionan 24 h los siete días de la semana, menos cuando tiene que parar para recargar combustible (una vez cada año y medio). Esto las convierte, para sus defensores, en una buena fuente de respaldo para cuando no haya sol ni viento en el futuro mix renovable. Sin embargo, de momento no hay cambios y hay un calendario de cierres planificados de aquí a 2035 de los reactores en funcionamiento. Lo cierto es que mientras en países como China o EE UU se sigue apostando fuerte por esta tecnología, en Europa son contados los proyectos de nuevos reactores y la discusión se centra más en mantener los ya existentes en funcionamiento. «Hay una combinación entre una opinión pública poco favorable a la nuclear y un coste de instalación alto, debido a las estrictas medidas de seguridad» matiza Linares. Y es que «la inversión inicial es mucho más alta que la de las centrales térmicas. Ahora la situación es de un coste del gas muy alto y de un precio de la tonelada de CO2 también muy caro y hasta estos reactores de nueva generación empiezan a parecer rentables», comenta Francisco Calviño, miembro del grupo de Investigación en Tecnologías Nucleares Avanzadas y profesor de Física de la Universidad Politécnica de Cataluña.
Los argumentos en defensa de la atómica siempre se apoyan en que no se generan emisiones GEI y en que sus instalaciones ocupan poco terreno, pero como argumento en contra siempre está el tema de los residuos encabezando la lista de los retos no resueltos. Muchos expertos insisten en que la cantidad que se genera es pequeña en comparación con los volúmenes anuales de emisiones de gases de efecto invernadero. Por ejemplo en España «son unos ocho camiones al año. Unas 160 toneladas de uranio que se utilizan para generar más del 20% de la energía demandada», dice Calviño.
Sin embargo, todavía está pendiente de solución su almacenamiento definitivo. Ahora mismo los residuos pasan tres años en las piscinas de las centrales y de allí pasan a un almacén en seco (ATI) cerca de estas instalaciones. En España se ha querido agrupar todos los residuos en un ATC pero es un tema que todavía está pendiente de resolver. Solo hay un país en el mundo a día de hoy que en cierta manera recicle el combustible o más bien lo reprocese. Es Francia. «Una vez usan el combustible lo desmontan y extraen el uranio y el plutonio para volver a introducirlo en el proceso. Y es que una vez usado, el 85% de la energía sigue estando en el combustible. No se extrae por motivos de seguridad, porque la materia pierde cualidades. Hasta un 30% se quema de forma segura sin que se produzcan fisuras y con los restos radiactivos dentro de las varillas de combustible», explica Calviño. Cuál será el destino final de los residuos que hoy en día se generan y no se reciclan todavía es un misterio. «No hay ningún país que haya apostado por un depósito geológico profundo aparte de Finlandia. En algún momento habrá que buscar almacenes a 3-4 km de profundidad en zonas que no sufra de cambios geológicos y cada país tiene la responsabilidad de gestionar los suyos. A tal profundidad, nunca podrían afectar a la superficie, ni siquiera en caso de fuerte cataclismo. Tendría que suceder algo de tales dimensiones que lo que menos importaría sería los restos. Hay que recordar que en toda la historia de la nuclear no ha habido ningún problema con los residuos y que los únicos accidentes que se han producido han provocado solo muertes por impacto directo de la radiación. El incremento de cánceres también es una cosa que se tiene en cuenta, pero si miras las cifras que maneja la ONU ves que el número de tumores provocados por la contaminación supone cifras más altas, de millones de pérdidas de vidas humanas al año», continúa el investigador de la UPC. Vista la dependencia del gas o la dependencia climática de las renovables ¿tiene sentido mantener abiertas las centrales nucleares abiertas o construir otras instalaciones nuevas? ¿Y tiene sentido asumir sus posibles riesgos? «Desde el punto de vista económico puede que sí, pero en este tema la decisión es política. Económicamente puede ser rentable, pero la decisión hay que tomarla entre todos porque tiene sus costes. Tal y como está la situación a día de hoy, en el futuro nos podemos esperar cualquier cosa respecto a esta energía», concluye Linares.
✕
Accede a tu cuenta para comentar