¿Vuelta a la normalidad?

Por qué los mercados financieros anticipan ya el fin de la pandemia

La negativa evolución de las empresas especializadas en bienes y servicios para hacer vida desde casa, como Zoom o Netflix, demuestra que los inversores ven ya la cercana la vuelta a la normalidad

Vista del interior de la Bolsa de Madrid
Vista del interior de la Bolsa de MadridAltea TejidoAgencia EFE

Aunque, en términos generales, las bolsas mundiales estén cayendo por la confluencia de una guerra en Ucrania y por la perspectiva de subidas de tipos de interés (una rentabilidad más alta de los bonos supone un incentivo a que el capital salga de la renta variable y termine aparcado en la renta fija), hay un sector dentro de las compañías cotizadas que lleva un tiempo evolucionado de manera especialmente negativa: me refiero al sector que podríamos calificar de «proveedores de bienes y servicios de recreo doméstico».

Durante los peores meses de la pandemia parecía que nos dirigíamos a un cambio de paradigma vital: que la mayor parte de nuestras vidas íbamos a empezar a pasarlas dentro de nuestros hogares. Y siendo ello así, claro, debíamos replantearnos nuestros usos y costumbres. En lugar de acudir a reuniones presenciales, debíamos empezar a comunicarnos con otros a través de videoconferencias; en lugar de hacer deporte en la calle, en los parques o en los gimnasios, debíamos empezar a hacerlo con maquinaria doméstica; y en lugar de viajar o de ir al cine, a cenar o a tomar una copa, debíamos divertirnos utilizando servicios de streaming para ver series o películas desde el salón de casa. Se nos habló de un cambio radical de paradigma y de que nuestro tejido empresarial se iba a adaptar correlativamente.

Pero en los últimos meses, conforme hemos ido colocando la pandemia bajo control y han ido apareciendo variantes menos agresivas (como ómicron), la perspectiva de futuro ha cambiado: volvemos a reunirnos físicamente; volvemos a salir a las calles, a los parques y a los gimnasios; y volvemos a viajar, a ir al cine, a bares o a restaurantes. De modo que los sectores especializados en proveer bienes y servicios de recreo doméstico han empezado a sufrir.

Por ejemplo, en octubre de 2020, BlackRock sacó a los mercados su ETF «Virtual Work and Life Multisector», el cual agrupa a las empresas cotizadas focalizadas en suministrar bienes que permitan hacer vida desde casa. Pues bien, entre octubre de 2020 y febrero de 2021 se revalorizó un 40%. Ahora mismo se halla, en cambio, en mínimos desde su lanzamiento. Lo mismo ocurre con Zoom Video Communications: la compañía que suministra la famosa plataforma de videoconferencias online, Zoom. El precio de sus acciones llegó a multiplicarse casi por 10 durante los peores momentos de la pandemia. Pero desde finales de 2020 no ha dejado de caer. Ahora su cotización está en mínimos desde mayo de 2020.

Algo similar pasa con Peloton, compañía especializada en bicicletas estáticas y cintas de correr. Al inicio de la pandemia llegó a quintuplicar su cotización, pero ésta ha empezado a declinar desde hace un año. Recientemente ha experimentado una muy intensa caída después de anunciar que paralizará temporalmente la producción de sus bicicletas debido al excesivo stock en relación a la demanda de mercado. A día de hoy, el precio de su acción se halla en niveles previos a la pandemia.

Y finalmente Netflix: la compañía de streaming cayó más de un 20% este viernes tras presentar datos decepcionantes de nuevos suscriptores. En la actualidad, exhibe su valor más bajo desde abril de 2020, habiendo perdido por tanto casi todas las ganancias acumuladas durante la pandemia.

Parece que los inversores bursátiles apuestan por el fin de la pandemia, por el regreso a la normalidad. Como es obvio, no tienen una bola de cristal, pero sí son personas que toman decisiones informadas jugándose su dinero. Y es muy buena noticia que, merced a esa superior información, consideren que esto ya ha terminado.

Bitcoin cae

Bitcoin no atraviesa sus mejores momentos. Durante los últimos meses, esta moneda digital ha perdido casi el 50% de su valor y, más en particular, este pasado viernes cedió la marca de los 35.000 dólares. En realidad, no es el único activo que se está depreciando en estos momentos (la bolsa también ha pinchado esta última semana), pero acaso sí sea tanto más sorprendente por cuanto una tesis inversora en Bitcoin era la de actuar de refugio frente a la inflación. Ahora mismo tenemos inflación y su valor cae. ¿Por qué? Pues porque Bitcoin puede que proteja frente a la inflación, pero no más que otros activos reales o financieros. No tiene una gran ventaja diferencial en ello y, si se espera que suban los tipos de interés, los bonos van volviéndose relativamente más atractivos para eso.

Récord de deuda

España es el segundo país de la Eurozona con un mayor déficit público (7,3% en relación a su PIB) y el cuarto con una mayor deuda pública (121,8% del PIB), según las últimas cifras publicadas por Eurostat. Sólo Malta exhibe mayor déficit que nosotros (8,1% del PIB) y sólo Grecia (200,7% del PIB), Italia (155,3% del PIB) y Portugal (130,5% del PIB) muestran una mayor acumulación de deuda pública. Deberíamos ser todos muy conscientes de que estos niveles de pasivos estatales no son sostenibles en el tiempo y de que, por tanto, deberíamos urgir a nuestros gobernantes a que presentaran un plan de estabilización financiera a largo plazo. No sólo hemos de trazar un itinerario para cuadrar nuestro desequilibrio entre ingresos y gastos, sino también a disminuir nuestros niveles de deuda pública.

Mercadona sube los sueldos

La mayoría de trabajadores españoles sufrieron en 2021 una de las mayores pérdidas de poder adquisitivo de las últimas décadas: la media de los salarios regulados por convenio se revalorizó un 1,5% frente a una inflación del 6,5%. Sin embargo, hay algunas empresas que están haciendo un esfuerzo formidable para absorber contra sus márgenes este estallido inflacionista. Me refiero más concretamente a Mercadona, la cual ha anunciado que piensa elevar el salario de sus trabajadores en un 6,5%. Se trata de un gesto muy noble pero que, por desgracia, no parece que vaya a poder generalizarse en el resto del tejido empresarial patrio. Si una empresa apenas posee margen de ganancias, subir sus costes la llevara a tener que subir precios y, de ahí, iríamos hacia una espiral precios-salarios.