Obituario
Nuestro amigo Luis
Siempre ha sido uno de mis apoyos permanentes, disponible, ayudando y pensando en MAPFRE
Comienzo así estas palabras para despedir al que ha sido amigo de muchos, Luis Hernando de Larramendi, quien acaba de fallecer en Madrid, a la edad de 69 años. Luis tenía muchos amigos, porque siendo polifacético como era, más propio de una personalidad renacentista que de estos tiempos de pensamientos simples y acciones rápidas, cultivó con esmero múltiples amistades en cada uno de los campos y facetas que abarcó en su vida profesional y personal.
Cabe comenzar por lo que le ha unido para muchos de nosotros para siempre, fue ante todo un «mapfriano», dícese del que vive alrededor de MAPFRE, sintiendo y viviendo la empresa como proyección de su propio ser, que cuida con esmero lo que la entidad representa y que defiende a capa y espada la proyección social de esta organización, consciente de que trasciende a todas las generaciones que por ella han pasado y pasarán.
Nuestro amigo Luis era hijo del «arquitecto del seguro español», Ignacio Hernando de Larramendi, el refundador de MAPFRE. Por eso Luis tenía fácil ser «mapfriano» desde muy pequeño. Luis fue aprendiendo a amar el proyecto vital de su padre, y heredó de él su pasión por la compañía, por sus valores, por la manera diferencial de MAPFRE para entender el compromiso social como una parte indivisible del negocio.
Nuestro amigo Luis se incorporó a MAPFRE en 1994 como consejero de MAPFRE Mutualidad, allí estaba yo agazapado en una de las filas últimas del pequeño auditorio donde todavía celebrábamos las asambleas de mutualistas. Le recuerdo todavía con su imagen imponente, casi de otro siglo, serio, mirando al horizonte, orgulloso de sentarse en la misma bancada que durante tantas décadas había ocupado su padre, jubilado apenas cuatro años antes. Desde entonces, ha estado siempre vinculado a la compañía, comprometido con ella, ayudando a los equipos directivos a tomar siempre las mejores decisiones, siempre disponible, siempre buscando oportunidades para hacer cada vez más grande el legado de su padre.
Hace ya tantos años que le conocía, que ni siquiera me acuerdo del primer momento en el que entablamos una conversación amplia. Pero si me recuerdo que cuando me incorporé a la dirección general de MAPFRE Mutualidad, en el año 2005, me emplazó para mantener un largo y delicioso almuerzo, de los que habitualmente compartimos una y otra vez a lo largo de estos años. Quería desentrañar mejor mi personalidad y realizar los últimos encajes de mi pensamiento en el molde que él consideraba adecuado, para quien a partir de ese momento ocupaba ya uno los puestos directivos más emblemáticos de MAPFRE. Para él, como casi para todos, este puesto directivo era el que permitía proteger y cuidar los valores y cultura de nuestra empresa. Casi recuerdo palabra a palabra las reflexiones mutuas que compartimos aquel lejano día, muchas de las cuales marcaron de una u otra manera el proceso evolutivo de nuestra empresa en los últimos 15 años.
Ha sido desde el inicio de mi etapa al frente de la empresa, en la que nuestro amigo Luis ha sido uno de mis apoyos permanentes, siempre disponible, siempre ayudando, siempre elucubrando, y siempre, por encima de todo, pensando a lo grande en MAPFRE. En los últimos años hemos tenido que tomar decisiones muy importantes y trascendentes, algunas para crecer y otras para replegarnos a los cuarteles de invierno y, en todas ellas, Luis siempre me decía, para animarme, «Antonio, mi padre en estos tiempos hubiera hecho lo mismo…» Era su mensaje de apoyo y de transmisión de confianza. Y sonreía feliz y orgulloso cada vez que destacábamos la herencia cultural y empresarial del apellido Larramendi en nuestra empresa.
Los últimos cuatro años de su vida estuvo volcado en la preparación del centenario del nacimiento de su padre. En uno de esos almuerzos memorables, me avanzó ya con mucha antelación el boceto de lo que pensaba que debía ser ese magno aniversario que, para él, para su familia, era tan importante y quería que no pasara desapercibido. Durante tres largos años trabajó infatigablemente con todos, la fundación familiar, Fundación MAPFRE, directivos, amigos, todos, pensando y actuando para hacer grande el año 2021, en el que pudimos celebrar todos y cada uno de los actos que planificó, que comenzaron en enero y acabaron en diciembre. Cumplió su último objetivo vital con esto y fue feliz, muy feliz.
Pero la vida de nuestro amigo Luis ni comenzó ni acababa en MAPFRE. Luis era muchas otras cosas, además de su propia profesión de abogado especializado en marcas y patentes, fue un católico ferviente, un carlista convencido, un escritor en verso, un historiador ejerciente, un viajero incansable, un lector impenitente, un caminante devoto, un padre de familia ejemplar y con todo, un disfrutón de la vida, de los amigos, del buen comer, de las buenas tertulias y del intercambio dialéctico para el que estaba magistralmente preparado. Ocurrente, rápido, siempre inspirado, muy leído, con una memoria prodigiosa, transformaba cualquier idea, comentario, reflexión o homenaje en verso. Y si estaba nuestro amigo Luis, sus versos fluían con gracia y galaneo, con frescura, pocas veces con acidez, y casi siempre con cariño y agradecimiento hacia la persona que hacía honores para recibir el verso, ya fuera una jubilación, un cumpleaños, una comida navideña o, simplemente, un grato momento de disfrute alrededor de un buen plato y un mejor vino.
Voy a acabar por donde comencé, que seguro es lo que él mismo hubiera hecho. Volviendo a recordarle en MAPFRE y con MAPFRE siempre. Le vamos a echar de menos en la fundación, en los consejos de administración, en los momentos buenos y en los más complicados. Siempre nos acompañó y nos animó a todos. A nosotros, a los empleados de la casa, nuestro amigo Luis siempre nos daba buenos consejos, nos conocía a todos bien, en este y otros lugares del mundo donde nuestra empresa está presente. Se permitía siempre, en la intimidad que compartíamos, calibrar, muy a su manera, lo que cada uno de los que tenemos responsabilidades en MAPFRE podíamos aportar para ayudar a esta empresa a ser más grande, mas comprometida y mas orgullosa del legado del apellido Larramendi. Su perspicacia siempre fue una gran ayuda, su sinceridad un gran apoyo, su personalidad, una gran inspiración.
Descansa en paz, amigo Luis.
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