Economía

Un pacto cada vez más difícil

El declive de Sánchez y el nuevo PP
El declive de Sánchez y el nuevo PPAlberto R. RoldánLa Razón

Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo, ahora ya como líder investido de la oposición, se reunieron el miércoles en la Moncloa y, como estaba previsto, no llegaron a ningún acuerdo ni sacaron adelante ningún pacto. El presidente recibió a su adversario con un plan de 11 puntos que el todavía presidente de Galicia conoció por los periódicos. El nuevo jefe de los populares ya había avanzado que reclamaría una bajada de impuestos, del IRPF, para que los más afectados por la actual crisis tuvieran una situación más holgada. Nadie lo ha aclarado, pero para que esa reducción de impuestos tuviera efectos inmediatos y tangibles, la única vía es una bajada en las retenciones que exige Hacienda en los salarios.

Sánchez y Feijóo admitieron que la reunión fue cordial pero nada más. Para alcanzar un pacto hay que tener voluntad de ceder en algo y todo indica que en la Moncloa perseguían una adhesión inquebrantable de Feijóo, conscientes de que no la iba a lograr, pero que eso les permitiría argumentar que el nuevo líder no tiene más intenciones de llegar a acuerdos que su predecesor, el defenestrado Pablo Casado. Mientras tanto, se acumulan las previsiones negativas o menos optimistas para la economía española. La semana pasada fue Funcas quien rebajó las expectativas de crecimiento para este año. Esta semana, el Banco de España, el BBVA y la Airef han anunciado escenarios parecidos, que incluyen una inflación media para 2022 del 7,5% –la interanual será en varios meses cercana o superior al 10%– y muy alejados de los cálculos iniciales del Gobierno, que esperaba una subida del PIB del 7%. La vice Nadia Calviño, al margen de lo que diga el presidente, es consciente de la situación, ya ha anunciado una revisión de esas previsiones para las próximas semanas.

El acuerdo Sánchez–Feijóo era o es tan difícil que no sorprende a nadie y tampoco preocupa en exceso. El gran problema, sin duda, es que el llamado «Pacto de Rentas», con el que sueña el Gobierno, cada día está más lejano. Un «Pacto de Rentas» significa que los trabajadores aceptan incrementos salariales moderados y los empresarios, por su parte, se comprometen a hacer lo mismo con los beneficios y, de alguna manera, mantener los precios. Eso supone un acuerdo entre los sindicatos y la patronal que, ahora mismo, no parece sencillo. La patronal que preside el discutido Antonio Garamendi ofrece subidas salariales en el entorno del 3,4%, que el dato de la inflación subyacente –la que no incluye los carburantes ni los alimentos frescos– frente a una inflación del 9,8% y que puede superar los dos dígitos. En ese escenario, la pérdida de poder adquisitivo de los trabajadores es evidente y los líderes sindicales, Unai Sordo (CCOO) y el astur-catalano José María Álvarez no está ni mucho menos claro que quieran ni puedan recomendar una moderación salarial en esos términos. El llamado «Pacto de Rentas» es importante en un escenario de inflación elevada como el actual, porque si no se consigue pueden llegar los temidos «efectos de segunda vuelta», que no son nada más que una especie de espiral de subidas encadenadas precios-salarios algo que, históricamente, siempre ha terminado mal y con mucho más desempleo. Ocurrió en la España tardofranquistas y de los albores de la transición, cuando la inflación llegó al 30% interanual y cuando el paro se multiplicó por cuatro en cinco años y por diez en siete años. Todo se empezó a enderezar con los míticos Pactos de la Moncloa de 1976 y que, además, es un escenario que ahora parece descartado.

La receta de la moderación, salarial y de beneficios, tiene pocas alternativas. El problema es que convencer de que eso es lo mejor a colectivos amplios que han visto deteriorado su poder adquisitivo en los últimos años no es sencillo. Además, requeriría mucha pedagogía y el apoyo cerrado de todo el Gobierno, más allá incluso del acuerdo con la oposición. Y en estos momentos, tampoco está claro que la parte del Gobierno que lidera Yolanda Díaz y otros socios parlamentarios de Sánchez estén dispuestos a defender esas posiciones. La situación de 1976, en la que el PCE de Santiago Carrillo fue el que arrastró al PSOE de Felipe González a firmar aquel gran acuerdo no parece que vaya a repetirse. Todo eso, con la inflación desbocada y la amenaza real de la subida de tipos de interés, plantea la incógnita si el malestar llegará a la calle en las próximas semanas y meses, algo a lo que todavía no se han atrevido Sordo y Álvarez, pero que tampoco parecen dispuestos a defender un acuerdo entre partes cada vez más difícil. Pintan bastos, porque salvo concordia por ahora no hay nada más, ni nada indica que vaya a haberlo, entre Sánchez y Feijóo.