Tecnología
La amenaza china de invasión sobre Taiwán pone en jaque el suministro mundial de microchips: un solo misil retrasaría el lanzamiento de un nuevo IPhone tres años
Taiwán fabrica más del 70% de todos los semiconductores del mundo y el 95% de los más avanzados
Una sola explosión bastaría para congelar la innovación tecnológica a nivel global. Si un solo misil chino alcanzara una de las principales fábricas de semiconductores de Taiwán Semiconductor Manufacturing Company (TSMC) en Taiwán, nadie tendría un nuevo iPhone —ni casi ningún dispositivo electrónico avanzado— en al menos tres años. Así lo advierte un portavoz del Instituto de Investigaciones de Tecnología Industrial de Taiwán ante la creciente amenaza de una invasión china a Taiwán. Y no exagera. Esta isla del Pacífico con unas dimensiones más pequeñas que las de Extremadura produce más del 70% de todos los semiconductores del planeta y el 95% de los más sofisticados. Si es atacada por China, el impacto en la cadena de suministro mundial de semiconductores sería de dimensiones históricas.
Según las estimaciones del Fondo de Cooperación y Desarrollo Internacional de Taiwán, si China invadiese Taiwán, el PIB mundial se reduciría entre un 6% y un 10%, ya que el conflicto impactaría en todas las empresas tecnológicas del mundo. El efecto directo más grave es que TSMC no podría mandar sus microchips, paralizando la producción de gigantes como Apple o Nvidia, cuyo valor de mercado se desplomaría hasta un 30%. Serían miles de millones de pérdidas bursátiles.
El origen del gigante taiwanés TSMC
En la década de 1970, Taiwán buscaba transformar su imagen internacional: quería dejar de ser vista únicamente como una nación manufacturera de bajo costo, centrada en la industria textil, para convertirse en un referente en tecnología de punta. Con este objetivo, el gobierno fundó el Instituto de Investigación de Tecnología Industrial (ITRI, sus siglas en inglés), una institución clave para promover el desarrollo de la industria tecnológica. Su misión era clara: atraer a los talentos más brillantes, tanto locales como internacionales, para sentar las bases de un ecosistema de innovación. En este contexto entró en escena Morris Chang, ingeniero formado en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT por su siglas en inglés) y doctor por la Universidad de Stanford. A su regreso a Taiwán, asumió la presidencia del consejo de ITRI y, desde esa posición estratégica, concibió la idea que cambiaría para siempre la industria global de los semiconductores: la fundación de TSMC.
La compañía taiwanesa TSMC lidera con puño de hierro la producción mundial de semiconductores. Con una calidad única, resultado de décadas de acumulación tecnológica, TSMC produce la mayoría de los semiconductores que los ordenadores, móviles, relojes inteligentes, coches y otros cientos de dispositivos que usamos en nuestro día a día. La clave de su éxito reside en un cambio revolucionario del modelo de producción. Hasta la aparición de TSMC, en 1987, las tecnológicas desarrollaban sus propios microchips y fabricaban sus propios dispositivos. Esto era un agujero de recursos ya que cada nueva generación de semiconductores requiere construir una nueva fábrica, lo que supone miles de millones de dólares. TSMC eliminó este gasto de la ecuación de las tecnológicas al dedicarse exclusivamente a la fabricación de semiconductores, dejando el desarrollo de producto a otras empresas.
Este modelo de negocio diferencial ha situado a TSMC como líder absoluto en tecnología de semiconductores y pilar económico de Taiwán. La compañía, que el año pasado obtuvo un beneficio neto de 36.520 millones de dólares estadounidenses (13.521 millones en el primer trimestre de 2025, un 60,7% más y en récord), tiene un valor total de mercado que ya supera el billón de dólares (39,13 dólares por acción), lo que representa en torno al 40% del valor de la Bolsa taiwanesa. TSMC se ha unido así al selecto club de empresas con una cotización superior al billón de dólares, siendo la primera compañía asiática en conseguir este hito desde PetroChina en 2007, impulsada por el optimismo sobre la demanda de la Inteligencia Artificial (IA). El principal fabricante de chips del mundo acapara, además, el 55% de los gastos de capital de todas las empresas manufactureras que cotizan en la Bolsa de Taiwán, así como el 26% del gasto en I+D de estas mismas. Su impacto en la economía taiwanesa es aún más abrumador. Aporta el 9% del PIB Taiwán y el 13,8% del impuesto nacional sobre la renta, entre sus empleados y accionistas. Además, en los últimos cinco años, ha contribuido a que el PIB de Taiwán crezca un 7,1%, ha aportado 18.561 millones al impuesto de sociedades y en términos de empleo, además de contar con 83.000 empleados, ha contribuido a crear 676.000 puestos de trabajo en industrias relacionadas.
TSMC ha mantenido un nivel constante y elevado de inversión en Taiwán, destinando entre 30.000 y más de 36.000 millones de dólares estadounidenses anualmente en los últimos años. Para 2025, se espera que la inversión aumente aún más, llegando hasta los 42.000 millones de dólares. Su foco de inversión está en la construcción de capacidad de producción de semiconductores, especialmente en tecnologías de procesos avanzados —como 7nm, 5nm, 3nm, 2nm, A16 y más allá—, así como en procesos especiales y tecnologías de empaquetado avanzado, con el fin de satisfacer la demanda del cliente y ofrecer mayor valor añadido. Y es que TSMC siempre ha insistido en desarrollar una sólida capacidad interna de I+D. La compañía obtuvo su primera patente en 1988 y hasta 2024, TSMC acumulaba un total de 69.906 patentes, incluyendo 39.892 patentes estadounidenses.
Toda esta innovación tecnológica acumulada les ha permitido llevarle 10 años de ventaja a China en desarrollo de semiconductores avanzados. “Taiwán es el 'cluster' número uno en el mundo de semiconductores. Hay un ecosistema de I+D abrumador. El siguiente TSMC o Apple puede estar en uno de los parques tecnológicos taiwaneses. Destaca el de Hsinchu, uno de los más importantes del país, del que salió TSMC y donde el 71,6% de la inversión está destinada a semiconductores”, apunta el Dr. Chen-Kang Su, viceministro del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología de Taiwán. Así, mientras China se convirtió el año pasado en el mayor productor de microchips maduros, un hito que logró incluso con el impacto de los aranceles de EE UU, Taiwán va una década por delante (hay cinco generaciones de semiconductores y cada generación lleva entre tres y cinco años de desarrollo) en el desarrollo de semiconductores avanzados que demandan las grandes tecnológicas. Esta ventaja la mantendrían incluso si una invasión china paralizase la industria durante algunos años. No obstante, tanto los expertos del sector como los gobernantes taiwaneses advierten de que los efectos serían “catastróficos”. “Sería un desastre que nadie quiere ver”, asegura Hien-Ming Lien, presidente de la Institución Chung-Hua de Investigación Económica
Un conflicto entre ambos territorios no solo interrumpiría la producción de los semiconductores más avanzados del mundo, sino también la distribución de aquellos que se pudiesen fabricar, ya que se bloquearía el transporte a través del estrecho de Taiwán por donde pasa un quinto del volumen del comercio marítimo mundial, mayoritariamente de alta tecnología que se exporta de manera incesante —el 98% de los dispositivos de alta tecnología taiwaneses están listos para ser entregados en apenas dos días, según apunta la Asociación de Transformación Digital —. Este escenario cada vez es más probable. Importantes miembros del gobierno taiwanés, aunque confían en evitar o retrasar una invasión todo lo posible, denuncian un aumento de las injerencias por parte de China. Más cazas, más drones y más ciberataques. El viceministro Yu-chung Shen del Consejo de Asuntos del Continente señala que solo de enero a junio, más de 3.000 jets chinos han tenido actividad sobre Taiwán. Su condición de isla hacía que Taiwán fuese difícil de atacar, pero esa barrera ha sido derribada por los drones, cada vez más presentes en el cielo de Taiwán, de los que la isla se defiende con sistemas antidrones desarrollados por compañías como Tron Future. “Estamos afrontando una amenaza rápida y cambiante. Actualmente hay 20 de nuestros sistemas antidron instalados en Taiwán y acabaremos el año con 30, pero es posible que el Gobierno decida instalar más”, reconoce el CEO y presidente de Tron Future, Yu-Jiu Wang. La ofensiva china también es invisible. La isla de Taiwán sufre cada día 24 millones de hackeos, apunta la Fundación de Taiwán para la Democracia, de los cuales el 90% proceden de China.
“La situación con China Continental se está deteriorando”, advierte Yu-chung Shen. Para tratar de blindarse, Taiwán ha elevado su presupuesto en defensa hasta el 3% del PIB y supondrá el 20% del presupuesto gubernamental este año. Asimismo, la isla cuenta con una serie de regulaciones que previenen el robo de tecnología clave a través de exportaciones y trabajadores. La batalla también se libra a nivel ideológico. Taiwán reconoce que contempla bloquear el uso de las apps chinas DeepSeek y TikTok, como ya han hecho otros países, por los riesgos de filtración y su influencia en términos cognitivos sobre millones de taiwaneses. El objetivo de estas medidas, no obstante, no es escalar las tensiones, sino evitar el conflicto. “Taiwán no quiere guerra. Y el mundo no quiere guerra en el estrecho de Taiwán”, asegura el viceministro del Consejo de Asuntos del Continente. “Queremos evitar una dictadura. Si toman Taiwán lo convertirían en un puerto militar”, añade en la misma línea el viceministro de Relaciones Exteriores, Wu Chih-chung. “Es un asunto urgente para nosotros. Ya no es una amenaza. Es coacción. Defendemos nuestro modo de vida que es la democracia”, apostilla la directora general adjunta del Departamento de Servicios de Información Internacional, Shannon M.H Shiau.
Alianza estratégica con EE UU
El viceministro Yu-chung Shen del Consejo de Asuntos del Continente explica que gracias a la relación cada vez más estrecha entre Taiwán y Estados Unidos, la isla ha podido reducir su dependencia de China. En 2012, las inversiones de Taiwán en China representaban alrededor del 84% de las inversiones de Taiwán en el extranjero. Sin embargo, la cifra se redujo al 7,5% el año pasado. Pese a ello, Taiwán aún tiene entre 200.000 y 300.000 millones de inversión acumulada en China, señala la Fundación de Taiwán para la Democracia. Ante los riesgos geopolíticos crecientes, se habla de la posibilidad de crear una cadena de suministro democrática que excluya a China, pero los expertos económicos taiwaneses lo ven imposible, al menos a corto o medio plazo. “Actualmente no podemos prescindir de China en la cadena de suministro”, reconoce el presidente de la Institución Chung-Hua de Investigación Económica. “China está incrementando su violencia y convirtiendo el problema social en la cadena de suministro en un arma. Pese a ello, no es posible establecer una cadena de suministro sin la participación de países no democráticos como China. Es muy difícil incluso no usar ningún componente o material procedente de China o Vietnam”, admiten también desde la Fundación de Taiwán para la Democracia.
La relación de Taiwán con Estados Unidos, ahora con Trump al frente, es clave para seguir reduciendo su dependencia de China, pero también es un arma de doble filo por su impredecibilidad. Actualmente, Taiwán soporta unos aranceles provisionales del 32%, aunque los expertos esperan que la tasa definitiva ronde entre el 15% y 20%, siempre por debajo de las tarifas aplicadas a China. Los aranceles a los semiconductores, por su parte, están pendientes de una investigación y se anunciarán previsiblemente a final de año. Si Trump decide elevar las tarifas de los semiconductores un 15%, el coste de un iPhone se encarecería de media 100 dólares. Ese coste no lo absorberían por completo los fabricantes taiwaneses, sino principalmente los clientes, disparando la inflación, un índice que Trump se comprometió a reducir.
Por ello, según datos del 'think tank' taiwanés Prospect Foundation, el 95% de las empresas del país no están preocupadas por los aranceles de Trump. De hecho, como socio estratégico por su liderazgo semiconductores, Shannon M.H Shiau afirma que la “diplomacia transaccional de Trump es beneficiosa para Taiwán”. No obstante, para evitar roces comerciales con el gigante estadounidense, TSMC anunció recientemente una inversión adicional de 100 000 millones de dólares en Estados Unidos, para reforzar la convicción de Trump de que la industria taiwanesa de semiconductores está dispuesta a integrarse aún más en la cadena de suministro estadounidense, en consonancia con su visión de "América Primero". Asimismo, TSMC se ha comprometido a establecer tres fábricas en Estados Unidos y otras empresas taiwanesas seguirán sus pasos para minimizar los riesgos geopolíticos y acelerar la desvinculación estratégica de China, consolidando a Estados Unidos como su principal socio industrial y de seguridad.