Guerra comercial

«Chimerica»: Por qué EEUU y China están condenados a entenderse

Washington necesita que Pekín le financie; el país asiático, que los americanos le compren sus productos para seguir creciendo

Una mujer trabajando en una fábrica china
Una mujer trabajando en una fábrica chinalarazon

Washington necesita que Pekín le financie; el país asiático, que los americanos le compren sus productos para seguir creciendo.

«Chimerica» es un término que inventaron en 2006 el historiador económico escocés y profesor de Harvard Niall Ferguson y su colega alemán Moritz Schularick para definir la profunda dependencia económica que existe entre EE UU y China. Esta simbiosis, que ha impulsado no sólo sus respectivos crecimientos, sino el de todo el mundo durante los últimos quince años, está ahora amenazada. La guerra comercial lanzada por Donald Trump la ha puesto en riesgo. Pero el vínculo es tan fuerte y las posibilidades de que alguna de las dos superpotencias salga victoriosa de la contienda tan escaso, que los economistas creen que, tarde o temprano, habrá un acuerdo.

La relación entre ambos países es circular, coinciden en señalar José Ramón Pin Arboledas, profesor del IESE, y Miguel Ángel Bernal, profesor de la Fundación de Estudios Financieros. Ambos se necesitan. Como explica Pin Arboledas, «EE UU tiene una ingente candidad de deuda pública –5,9 billones de euros– y tiene que hacer emisiones periódicas para refinanciarla. Cuando ese dinero llega a Estados Unidos, una gran parte se dedica a la compra de productos chinos, que así puede avanzar en su desarrollo». A China, por tanto, le interesa que las cosas sigan como están. Pero a EE UU también. «El país asiático es uno de los grandes tenedores de deuda americana –0,9 de los 6,64 billones de dólares en bonos del Tesoro que hay en manos extranjeras– y Estados Unidos no puede permitirse que deje de serlo para que no se incrementen sus costes de financiación», explica Pin Arboledas.

¿Por qué entonces la ofensiva de Washington contra Pekín? Los expertos ven tras ello cálculos electorales. En poco más de un año Trump se enfrenta a su reelección. En 2016, el republicano ganó prometiendo a los americanos devolverles parte de los empleos que, según él, les habían quitado China y la inmigración. Para ello, ha lanzado una guerra arancelaria destinada a encarecer los productos del gigante asiático –ha gravado ya mercancías por valor de 250.000 millones de dólares y amenaza con penalizar otros 325.000 millones– y ha endurecido su política migratoria para que, según su teoría, los que vienen de fuera no le quiten el trabajo a los americanos ofreciéndose como mano de obra mucho más barata.

El problema para Trump es que su estrategia se está volviendo contra él. «Como ha sacudido los mercados con la guerra comercial, muchos inversores se están refugiando en valores seguros como el dólar, con lo que el billete verde, en lugar de depreciarse, como quería Trump para ser más competitivo, se está apreciando», explica Bernal. En el caso de los chinos, aquellos que tienen deuda americana en sus manos son ahora más ricos tanto por la apreciación del billete verde como por la depreciación del yuan aprobada por las autoridades de Pekín. Con más dinero en sus bolsillos, los chinos tienen más capacidad para consumir y amortiguar, de algún modo, el impacto que los aranceles americanos estarían teniendo sobre sus exportaciones.

Para contrarrestar las armas chinas, EE UU está apretando con Huawei. La compañía es clave en esta guerra porque, como dice Bernal, controla la tecnología del 5G. Ya tiene tendidos los cables. Y el 5G será vital en el futuro porque permitirá controlar los datos. Por eso, dice Bernal, Washington la ha situado en el centro de la contienda y amenaza con vetarla, que sería tanto como dejarla en fuera de juego a nivel mundial. «Si EE UU corta con una compañía, nadie hará negocios con ella por temor a no poderlos hacer en territorio americano», explica.En esta tesitura, para ambos expertos, el que más tiene que perder a corto plazo es Trump. Con las elecciones a la vuelta de la esquina, tiene que medir biencuánto tensa la cuerda para no descarrilar la economía. «Si se presenta a la reelección en medio de una recesión, no la consigue», sentencia Bernal.