Cargando...

Economía

Diplomacia del dólar y el euro

El dólar, por primera vez en ochenta años, está en entredicho, aunque todavía resistirá durante mucho tiempo como moneda de reserva y de referencia mundial

Ochenta años después, y por primera vez, la primacía del dólar, que todavía resistirá, empieza a ser puesta en entredicho EUROPAPRESS

Edward Frederick Lindey Wood (1881-1959), más conocido como lord Halifax, lo fue todo en la política británica, incluso virrey de la India, con la excepción de primer ministro. Pudo serlo, pero declinó en favor de Winston Churchill (1874-1965) ante el desafió de Hitler (1889-1945) al principio de la Segunda Guerra Mundial.

También fue embajador del Reino Unido en Estados Unidos y un día en Washington le susurró a John Maynard Keynes (1883-1946): «Es cierto que ellos tienen el dinero, pero nosotros tenemos los cerebros». Acababa de culminar la conferencia de Bretton Woods, que impuso –por la fuerza de los hechos– al dólar como la moneda de referencia mundial, aunque todavía permaneció vinculada al dólar hasta que el republicano Richard Nixon (1913-1994) la suprimió para poder sufragar los enormes déficits generados por la guerra de Vietnam.

Keynes había defendido sus tesis, más británicas –europeas– en Bretton Wood pero tuvo que ceder ante el negociador estadounidense Harry Dexter White (1892-1948), que impuso el poder del dinero que sí tenía Estados Unidos. Todo lo explicó con detalle Richard N. Gardner (1927-2019), experto en relaciones internacionales, que fue embajador americano en Italia y España, en su libro «La diplomacia del dólar y la esterlina».

Ochenta años después, y por primera vez, la primacía del dólar, que todavía resistirá, empieza a ser puesta en entredicho. Martin Wolf, el muy escrutado analista económico del Financial Times, se pregunta: «¿Está a punto de desaparecer el dominio del dólar?». Luego explica que Donald Trump habría dicho: «si perdiéramos el dólar como moneda mundial, eso equivaldría a perder una guerra».

El problema es que para que un país mantenga la supremacía de su moneda no le queda más remedio que cumplir unos requisitos económicos. Uno de ellos es que la deuda contraída por ese país, siempre y en cualquier circunstancia se paga y se trata de algo indiscutible y aceptado.

Las alarmas aparecen cuando, por ejemplo, entre otras cosas, el secretario del Tesoro americano, de la administración Trump, Scott Bessent, declara que Estados Unidos «nunca dejará de pagar su deuda».

Pretendió contrarrestar el nerviosismo de muchos inversores por la ingente deuda federal estadounidense y lo que hizo fue avivar un fuego. Hubo quien recordó el adagio latino, de origen medieval, «excusatio non petita, accusatio manifesta est». Lo que ocurre es que, aunque él no lo sepa, Donald Trump y su errática y confusa política económica están atrapados en el llamado dilema de Triffin (1911-1993), un economista belga-estadounidense especialista en política monetaria.

En 1968 desarrolló la teoría de que una economía –en este caso la de Estados Unidos– no puede crear liquidez internacional si no es mediante endeudamiento con otros países, lo que supone generar y mantener un déficit en la balanza de pagos al comprar bienes, servicios y también inversiones en otros países y con gasto militar para asegurar la presencia en el extranjero y mantener la influencia, en este caso mundial.

El dólar sufre más vaivenes que nunca, pero seguirá ahí. Hay una razón no menor. Una divisa no deja de ser dominante hasta que surge otra que la sustituye. Eso fue lo que ocurrió con el dólar, que reemplazó a la libra esterlina tras la Segunda Guerra Mundial y de ahí el título del libro de Gardner. Ahora, todavía no existe una moneda que pueda ocupar el lugar de la divisa estadounidense.

El único candidato sería el euro, pero le queda un trecho muy largo por recorrer, aunque tiene a su favor –y no es poco– que las medidas de Trump hacen más que nada ni nadie por la moneda europea.

Christine Lagarde, presidenta del Banco Central Europeo (BCE) reivindica la «oportunidad histórica» que se le presenta a la moneda única. La semana pasada, en Berlín, reclamó fortalecer al euro.

«El cambio en el entorno –dijo– podría abrir la puerta a que el euro desempeñe un papel internacional más importante». «Sin embargo –apostilló– no es un privilegio que nos será otorgado sin más. Tenemos que ganárnoslo».

El camino, no obstante, sería largo. En estos momentos, ningún experto concede opciones reales a que el euro destrone al dólar. Los más entusiastas recuerdan, por su parte, que el euro en estos momentos es la segunda moneda mundial, que representa alrededor del 20% de las reservas de divisas, frente al 58% que todavía mantiene el dólar.

Alegan que la moneda americana mantenía proporciones similares con la libra cuando inició su carrera para desbancar a la británica. Eso sí, aquí ahora, con Trump, lo de la diplomacia se complica y quizá vuelva a tener sentido que «ellos tienen el dinero y nosotros los cerebros», según lord Halifax.