Solidaridad

Educación y compromiso empresarial: las claves para acabar con el trabajo infantil

La labor de acabar con este tipo de explotación ha disminuido
La labor de acabar con este tipo de explotación ha disminuidolarazon

Un total de 152 millones de niños en el mundo se encuentran atrapados en esta situación.

Ruksana tiene 16 años. Sin embargo, esta joven de Nueva Delhi nunca ha ido a la escuela. Sus padres tampoco lo hicieron. De hecho, Ruksana trabajó durante años haciendo zapatos para ayudar a su madre a mantener a la familia después del fallecimiento de su padre. Hasta hace dos años, que comenzó a asistir a «Jigyasa» (búsqueda del conocimiento), un centro de aprendizaje de Save the Children. Además, tres tardes a la semana hace capacitación profesional para poder optar a un trabajo que le garantice un futuro. Ruksana es una de los 263 millones de niños en edad escolar que están fuera del sistema educativo. Esto quiere decir que uno de cada seis niños del mundo no asisten al colegio, la mayoría porque se dedican a otras actividades.

«Hay 152 millones de niños atrapados en el trabajo infantil, de los cuales, unos 85 millones realizan trabajos peligrosos», indica Joaquín Nieto, director de la oficina de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) para España. Esto significa que el total de niños europeos es menor que el número de aquellos que, en todo el mundo, se dedican cada día al servicio doméstico, militar, la agricultura, recoger algodón o a la minería, sobre todo de piedras preciosas, carbón y otros minerales como el oro y el coltán. «A día de hoy existen 100 millones de niños menos dentro del trabajo infantil que a principios del siglo XX», explica Nieto. Sin embargo, la labor de acabar con este tipo de explotación se ha visto disminuida en los últimos cuatro años, ya que, según informa la OIT, entre 2012 y 2016 solo se pudo sacar a 11 millones de niños de esta situación.

«Fracaso moral»

«El trabajo infantil es el fracaso moral de la sociedad», concluye Nieto. Consciente de ello, tanto Naciones Unidas como los organismos que la conforman han establecido la completa erradicación de este tipo de explotación dentro de sus objetivos para el año 2025. «Hemos conseguido que la mayoría de los países ratifiquen un convenio por el que reconocen que la edad mínima para trabajar es de 15 años, estableciendo además que aquellos que a esta edad comiencen a trabajar no pueden desempeñar actividades peligrosas, como trabajos nocturnos o que comprometan su salud», expone Nieto. De hecho, no toda actividad económica realizada por un menor de edad se considera trabajo infantil. Por las tardes pueden ayudar a sus familias si tienen un pequeño comercio o un huerto por ejemplo, siempre que por ello no abandonen la escuela. A sus 11 años, Yassira tiene que ayudar a su familia vendiendo tofu. Mientras, sus hermanos varones sí acuden al colegio. La crisis alimentaria que azota su país, Níger, ha llevado al límite a muchas familias como la de Yassira. Gracias a la labor de Save the Children ha podido incorporarse a la escuela, pero para ello ha habido que ayudar económicamente a su familia y convencer a su padre de la importancia de que esta niña tenga acceso a la educación. Nadia Criado, responsable de Calidad y Evaluación de Programas Internacionales de Save the Children, indica que la educación previene la vulneración de otros derechos. «Junto al analfabetismo no solo suceden cosas como que el médico te recete un medicamento y no sepas lo que es, sino que accedes a empleos de menor calidad», expone Criado. Con todo esto, la competitividad de este país queda reducida en el mercado global, pero también la participación social y política de sus ciudadanos.

«Es común que las niñas sean víctimas de matrimonio precoz, incluso en el caso de que accedan a la educación, ya que esta suele acabar en el ciclo primario», afirma Fidele Podga, coordinador del Departamento de Estudios y Documentación de Manos Unidas. De la misma manera, Podga hace referencia al buen hacer de los gobiernos locales, que son los que, sin demasiados recursos económicos, intentan acabar con el trabajo infantil. Un trabajo que, aunque se realice ayudando a sus propias familias, acaba formando parte de la producción de las empresas, como en el caso del algodón o el café. «Está en manos de las empresas supervisar que en su cadena de producción no se esté vulnerando los Derechos Humanos, además de actuar con diligencia en caso de que sea así», indica Nieto. Unos mecanismos de actuación que deberían ser un trabajo conjunto de los gobiernos y las empresas aunque los convenios de Naciones Unidas no sean vinculantes.

Criado incide en la necesidad de que las empresas creen un código de conducta propio. «Es necesario crear sistemas de valores que incluyan una serie de mecanismos que no sean solo los legalmente establecidos», explica Criado. De la misma manera, indica que para ello muchas empresas crean auditorías periódicas para valorar su cadena de producción, mientras que otras «toman una actitud más responsable cuando conocen que en sus procesos productivos cuentan con trabajo infantil». Para ello, las empresas se acercan a organizaciones como Save the Children para pedirles que les ayuden a crear esos mecanismos. «Estamos trabajando con muchas empresas, también españolas, ayudándolas a crear becas para que, al sacar a los niños del trabajo, puedan acceder a la educación», asevera Criado. De esta manera, lo que se consigue no es solo alejarlos del sistema productivo, sino que no perpetúe su situación entrando en otras compañías sino estudiando y trabajando por su futuro.