Atenas
El mea culpa del FMI cambia la troika
FMI, BCE y Comisión revisan el funcionamiento y la estructura del grupo tras la polémica sobre Grecia. La receta de austeridad liderada por Merkel, en cuestión por los malos resultados en los países rescatados
bruselas- Las tensiones entre la troika formada por el FMI, la Comisión Europea y el Banco Central Europeo no son nuevas, pero esta semana han emergido con especial ímpetu tras la filtración de un informe sobre Grecia del organismo radicado en Washington. La Unión Europea admite precipitación ante lo excepcional de las circunstancias, pero no entona el mea culpa y no permite que el FMI cargue todas las responsabilidades de posibles fracasos sobre los hombros de Europa. En medio del cruce de acusaciones, lo que parece evidente es que llega la hora de analizar el modelo de rescates y sus premisas y que no hay que descartar cambios en las estructuras de la troika en el futuro. De hecho, sus integrantes están revisando los protocolos de concesión de ayudas y el sistema de toma de decisiones técnicas en las áreas trascendentales.
El FMI no es el único que ve errores en los rescates . Alessandro Leipold, analista del «think tank» Lisbon Council comparte algunos de los planteamientos de la institución comandada por Christine Lagarde. Leipold define como el problema del «árbol de Navidad» lo sucedido en las condiciones impuestas a Grecia. «Cada parte quería poner su adorno y esto ha propiciado que las medidas impuestas sean excesivamente detalladas y difíciles de cumplir. Cuando el FMI pide condiciones a cambio de los rescates se basa en aspectos macroeconómicos muy amplios. En el memorando griego hay normas hasta para los guías turísticos».
Las duras medidas impuestas a Atenas y la receta de la austeridad liderada por Alemania es cada vez más cuestionada. El «think tank» Bruegel, en su informe publicado a mediados de mayo, también incide en esta idea. «El fracaso inapelable de los programas es el nivel de paro, que es mucho mayor de lo anticipado, lo que pone en peligro la sostenibilidad del ajuste». Bruegel culpa de este nivel de desempleo –24% tras el rescate, frente al 14% anterior– no sólo a los tijeretazos sino también al mal funcionamiento del mercado de trabajo en Portugal y Grecia. A la vez, incide en las malas condiciones externas que han acompañado a los rescates europeos debido a que los países virtuosos de la zona euro también decidieron imponer medidas de austeridad en sus propios territorios y a los problemas del sistema financiero. Para este «think tank», la troika no es culpable de que la política interna de los países con finanzas públicas sin mácula, pero sí de triunfalismo al «predicar el éxito de los programas en condiciones externas positivas, que fracasaron en materializarse».
Cabe preguntarse hasta qué punto esta estrategia de recortes ha beneficiado a la propia Alemania. Las finanzas públicas alemanas están en superávit y los inversores se han refugiado en los bonos germanos como garantía de estabilidad en medio de la sangría de los países periféricos, pero la locomotora alemana está parada y registra unas cifras de crecimiento que tan sólo consiguen salvar los muebles y no caer en la recesión.
Rym Ayadi, del think tank Center European Policy Studies, reconoce que cuando un país es rescatado debe saber que va a pasar de cinco a diez años soportando sacrificios que van a afectar a todas las capas de la población. El rescate a Chipre ha demostrado la «debilidad de los mecanismos de rescate europeos» con una decisión no consensuada y una «mala política de comunicación». Esta investigadora señala que las finanzas públicas de los estados europeos se están debilitando y que «no hay que descartar una larga recesión en países como Francia y Alemania». La única manera de que la zona euro no llegue su fragmentación o a su destrucción es a través de una «voluntad política clara» que implique mayor integración económica. La gran pregunta es si con este modelo de rescates europeos acaba siendo peor el remedio que la enfermedad o hasta que punto un país hace bien en resistirse de manera numantina a ser intervenido. Leipold cree que el Gobierno español ha hecho lo correcto al evitar un rescate ya que el problema reside en la incertidumbre sobre el precio que hay que pagar si un país decide pedir una línea de crédito preventiva o la intervención del BCE. «Debería estar claro que si, por ejemplo España pide un crédito puente, no se le van a imponer condiciones duras, pero en el texto del fondo de rescate sólo hay un párrafo sobre esto». A la vez, este investigador señala que por razones políticas «Alemania no quiere dejar claro a priori que en el caso de ciertas modalidades de rescate las condiciones van a ser blandas». Como alternativa, propone imitar las líneas preventivas que el FMI ha ofrecido a países como México o Polonia.
Tensiones por el liderazgo
Sobre el modelo de la troika, Leipold considera lógico que haya tensiones ya que no hay un reparto claro de liderazgo. «Si todo el mundo se responsabiliza de todo, al final nadie responde ante nada», sentencia. Bruegel cree que la cooperación con el FMI sigue siendo inevitable porque la zona euro no tiene todavía los instrumentos eficaces para resolver el problema por sí mismo(no hay un Fondo Monetario Europeo) pero que hay cosas que pueden cambiar. Apuesta por que el organismo de Cristine Lagarde se convierta en un «prestamista catalizador». Esto es: que preste una cantidad mínima del total de los rescates y mantenga su posición de imponer condiciones. En caso de desacuerdo con las otras partes, puede retirarse sin ocasionar grandes daños lo que posibilita que mantenga su independencia.
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