Francia

El mercado pide al BCE que abra los ojos

El mercado pide al BCE que abra los ojos
El mercado pide al BCE que abra los ojoslarazon

Japón y EE UU ganan, de momento, la carrera de los banqueros centrales por convertirse en los hipotéticos salvadores de la crisis económica que vive Occidente. Sus fuertes políticas de estímulo, basadas en la impresión de nuevos billetes para comprar deuda pública de los dos países, aumentar el dinero en circulación en estas economías y mantener tipos cercanos al 0%, han generado envidia en la Europa «pobre».

El impacto en la economía real no ha sido, de momento, muy fuerte, pero hay más capital y los inversores han bendecido los movimientos de Haruhiko Kuroda y Ben Bernanke con subidas. El «efecto arrastre» de esta burbuja de los bancos centrales, que incluye también al de Inglaterra, generó avances en los índices europeos, y las primas de riesgo cayeron, pero poco ha cambiado en la política del BCE.

Desde que Japón anunció su plan de estímulo para duplicar el dinero en circulación de la economía japonesa, el pasado 4 de abril, el Nikkei se ha disparado más de un 9% para situarse en niveles desconocidos desde 2008. En Wall Street, el Dow Jones y el S&P 500 siguen en zona de máximos históricos al calor del QE3 de la Fed y el estímulo nipón, con avances superiores al 3% en lo que llevamos de año. En Europa, el Ibex 35 pierde un 1,56% en 2013.

España, Italia y Francia, países sometidos a la mal llamada «austeridad», y hasta el Fondo Monetario Internacional (FMI) piden que el Banco Central Europeo (BCE) imite la esencia de sus homólogos japonés y estadounidense y olvide en parte su particular batalla contra la inflación, para la que fue creado, para fomentar la recuperación del crecimiento, ya sea a través de la compra de bonos soberanos, de la bajada de tipos de interés o de medidas para facilitar el acceso al crédito a las pymes. Solucionar la crisis de deuda comprando deuda y estimulando el endeudamiento, principalmente, en economías con débil demanda interna y creciente presión fiscal.

El presidente italiano, Mario Draghi, tiene que vencer la resistencia germana, cómodamente instalada como signo de solvencia soberana y con una financiación muy barata, pero, al revés que el Banco de Japón y la Fed de EE UU, no sólo gestiona el dinero en circulación en un país, sino en 17. Alemania insiste en que la relajación de la actual política monetaria del BCE sólo logrará que los países con déficit público sigan gastando como hasta ahora sin miedo a penalizaciones.

Para aplicar el Outright Monetary Transaction (OMT) y comprar bonos –de hasta tres años–, el BCE exige hoy que los países pidan un rescate, lo que implica, de forma automática, más recortes y subidas de impuestos a la población. A cambio, la institución inflará su balance de bonos soberanos comprados en el mercado secundario, un placebo aún sin aplicar que ha tenido buena acogida entre los inversores.

El ministro de Economía, Luis de Guindos, pidió el viernes al BCE «acciones» que asegure la correcta transmisión de la política monetaria y el acceso al crédito de las empresas. Para ello, consideró fundamental la implementación de la Unión Bancaria. «Con un avance claro en el Supervisor Bancario Único, el Fondo de Resolución Bancaria y la recapitalización directa la unión monetaria funcionará mejor y se conseguirá que las empresas con la misma solvencia paguen los mismos intereses», aseguró De Guindos.

Respaldo del FMI

El FMI se ha alineado recientemente con los países periféricos europeos y, en contra de la postura alemana, ha instado al BCE a aplicar estímulos para que el sector privado del Viejo Continente logre esquivar la recesión. En opinión del organismo que preside Christine Lagarde, el banco central debe luchar contra el retroceso de la financiación a empresas en los países más débiles del Viejo Continente. Al fin y al cabo, son las compañías las que deben contratar, y si no cuentan con capital, el objetivo parece imposible.

Algunas voces critican además que el OMT del BCE se centre sólo en los bonos de hasta tres años, que son los que concentrarían la mayor demanda de los inversores al contar con el cortafuegos de Draghi. No obstante, ningún inversor duda de que la frase «haré todo lo que haya que hacer» para salvar al euro contempla una flexibilidad implícita de los planes del italiano. La demanda de la deuda a diez años en el mercado secundario así lo refleja, ya que el interés de los bonos españoles está en niveles desconocidos desde noviembre de 2010.

En cualquier caso, los países periféricos del Viejo Continente no pueden hacer otra cosa que aplaudir los planes de estímulo de Japón y la Fed. Europa está plagada de emisiones de bonos «high yield» (alto interés) cuyo riesgo está cubierto por el BCE y que son potenciales destinos de inversión de muchos de los dólares y yenes que Bernanke y Kuroda van a poner en circulación. Por desgracia, ese dinero no entrará nunca en la economía real.